un viejo automovil se pudria en la oscuridad. La manivela del motor yacia al frente. La agarre y golpee repetidamente la ventana, protegiendome de la lluvia de cristales. La brisa nocturna me soplo en la cara y senti el aliento viciado que exhalaba de la boca del tunel.
– ?Por aqui! -Marina se aupo hasta el hueco de la ventana mientras yo contemplaba las siluetas reptando lentamente hacia el interior del garaje.
Blandi la manivela metalica con ambas manos. Subitamente, las figuras se detuvieron y dieron un paso atras. Mire sin comprender y entonces escuche aquel aliento mecanico sobre mi. Salte instintivamente hacia la ventana, al tiempo que un cuerpo se desprendia del techo. Reconoci la figura del policia sin brazos. Su rostro me parecio cubierto por una mascara de piel muerta, cosida burdamente.
Las costuras sangraban.
– ?Oscar! grito Marina desde el otro lado de la ventana.
Me lance entre las fauces de cristal astillado. Note como una lengua de vidrio me cortaba a traves de la tela de mi pantalon. La senti abrir la piel limpiamente. Aterrice al otro lado y el dolor me golpeo de subito. Note el fluir tibio de la sangre bajo la ropa.
Marina me ayudo a incorporarme y trampeamos los railes del tren hacia el otro lado. En aquel momento una presion me aferro el tobillo y me hizo caer de bruces sobre las vias. Me volvi, aturdido. La mano de una monstruosa marioneta se cerraba sobre mi pie. Me apoye sobre un rail y senti la vibracion sobre el metal. La luz lejana de un tren se reflejaba sobre los muros. Escuche el chirrido de las ruedas y senti temblar el suelo bajo mi cuerpo.
Marina gimio al comprobar que un tren se acercaba a toda velocidad. Se arrodillo a mis pies y forcejeo con los dedos de madera que me apresaban. Las luces del tren la golpearon. Escuche el silbido, aullando. El muneco yacia inerte; aguantaba su presa, inquebrantable. Marina luchaba con ambas manos por liberarme. Uno de los dedos cedio. Marina suspiro.
Medio segundo mas tarde, el cuerpo de aquel ser se incorporo y asio con su otra mano a Marina del brazo. Con la manivela que aun sostenia, golpee con todas mis fuerzas el rostro de aquella figura inerte hasta quebrar la estructura del craneo. Comprobe con horror que lo que habia tomado por madera era hueso. Habia vida en aquella criatura.
El rugido del tren se hizo ensordecedor, ahogando nuestros gritos. Las piedras entre las vias temblaban. El haz de luz del ferrocarril nos envolvio con su halo.
Cerre los ojos y segui golpeando con toda el alma a aquel siniestro titere hasta sentir que la cabeza se desencajaba del cuerpo. Solo entonces sus garras nos liberaron.
Rodamos sobre las piedras, cegados por la luz. Toneladas de acero cruzaron a escasos centimetros de nuestros cuerpos arrancando una lluvia de chispas. Los fragmentos despedazados del engendro salieron despedidos, humeando como las brasas que saltan en una hoguera.
Cuando el tren hubo pasado, abrimos los ojos. Me volvi hacia Marina y asenti, dandole a entender que estaba bien. Nos incorporamos lentamente. Entonces senti la punzada de dolor en la pierna.
Marina coloco mi brazo sobre sus hombros y asi pude alcanzar el otro lado de las vias. Una vez alli, nos giramos a mirar atras. Algo se movia entre los railes, brillando bajo la luna. Era una mano de madera, segada por las ruedas del tren. La mano se agitaba en espasmos mas y mas espaciados, hasta que se detuvo por completo. Sin mediar palabra, ascendimos entre los arbustos hacia un callejon que conducia a la calle Angli. Las campanas de la iglesia sonaban a lo lejos.
Afortunadamente, German dormitaba en su estudio cuando llegamos.
Marina me guio sigilosamente hasta uno de los banos para limpiarme la herida de la pierna a la luz de las velas. Las paredes y el suelo estaban cubiertos de baldosas esmaltadas que reflejaban la llama. Una monumental banera apoyada sobre cuatro patas de hierro se alzaba en el centro.
– Quitate los pantalones -dijo Marina, de espaldas a mi, buscando en el botiquin.
– ?Que?
– Ya me has oido.
Hice lo que me ordenaba y extendi la pierna sobre el borde de la banera. El corte era mas profundo de lo que habia pensado y el contorno habia adquirido un tono purpureo. Me entraron nauseas.
Marina se arrodillo junto a mi y lo examino cuidadosamente.
– ?Te duele?
– Solo cuando lo miro.
Mi improvisada enfermera tomo un algodon impregnado en alcohol y lo aproximo al corte.
– Esto va a escocer…
Cuando el alcohol mordio la herida, aferre el borde de la banera con tal fuerza que debi de dejar grabadas mis huellas dactilares en el.
– Lo siento -murmuro Marina, soplando sobre el corte.
Mas lo siento yo.
Respire profundamente y cerre los ojos mientras ella seguia limpiando la herida meticulosamente. Finalmente tomo una venda del botiquin y la aplico sobre el corte. Aseguro el esparadrapo con mano experta, sin apartar los ojos de lo que estaba haciendo.
– No iban por nosotros -dijo Marina.
No supe bien a que se referia.
– Esas figuras en el invernadero -anadio sin mirarme. Buscaban el album de fotografias. No debimos habernoslo llevado…
Senti su aliento sobre mi piel mientras aplicaba una gasa limpia.
– Sobre lo del otro dia, en la playa… -empece.
Marina se detuvo y alzo la mirada.
– Nada.
Marina aplico la ultima tira de esparadrapo y me observo en silencio. Crei que iba a decirme algo, pero simplemente se incorporo y salio del bano.
Me quede a solas con las velas y unos pantalones inservibles.
Capitulo 13
Cuando llegue al internado, pasada la medianoche, todos mis companeros estaban ya acostados, aunque desde las cerraduras de sus habitaciones se filtraban agujas de luz que iluminaban el pasillo. Me deslice de puntillas hasta mi cuarto. Cerre la puerta con sumo cuidado y mire el despertador de la mesilla. Casi la una de la madrugada. Encendi la lampara y extraje de mi bolsa el album de fotografias que nos habiamos llevado del invernadero.
Lo abri y me sumergi de nuevo en la galeria de personajes que lo poblaban. Una imagen mostraba una mano cuyos dedos estaban unidos por membranas, igual que los de un anfibio. Junto a ella, una nina de rubios tirabuzones ataviada de blanco ofrecia una sonrisa casi demoniaca, con colmillos caninos asomando entre los labios. Pagina tras pagina, crueles caprichos de la naturaleza desfilaron ante mi.
Dos hermanos albinos cuya piel parecia a punto de prender en llamas con la simple claridad de una vela. Siameses unidos por el craneo, sus rostros enfrentados de por vida. El cuerpo desnudo de una mujer cuya columna vertebral se retorcia como una rama seca… Muchos de ellos eran ninos o jovenes. Muchos parecian menores que yo. Apenas habia adultos ni ancianos. Comprendi que la esperanza de vida para aquellos infortunados era minima.
Recorde las palabras de Marina, que aquel album no era nuestro y que nunca debimos habernos apropiado de el. Ahora, cuando la adrenalina ya se me habia evaporado de la sangre, esa idea cobro un nuevo significado. Al examinarlo, profanaba una coleccion de recuerdos que no me pertenecian. Percibia que aquellas imagenes de tristeza e infortunio eran, a su manera, un album familiar. Pase las paginas repetidamente, creyendo intuir entre ellas un vinculo que iba mas alla del espacio y el tiempo. Por fin lo cerre y lo guarde de nuevo en mi bolsa. Apague la luz y la imagen de Marina caminando en su playa desierta me vino a la mente. La vi alejarse en la orilla hasta que