del asunto, pero te explica una extrana historia sobre Mijail Kolvenik y la empresa Velo Granell, envuelta en turbios asuntos cuarenta anos atras. Por algun motivo olvida decirte que el formo parte de esa historia, que de hecho el era el hijo del socio fundador, el hombre para quien ese tal Kolvenik creo dos manos artificiales tras un accidente en la factoria… Siete dias mas tarde, Sentis aparece muerto en las cloacas…
– Sin las manos ortopedicas… -anadi, recordando que Sentis se habia mostrado reticente a estrecharme la mano al recibirme.
Al pensar en su mano rigida, senti un escalofrio.
– Por alguna razon, cuando entramos en aquel invernadero nos cruzamos en el camino de algo -dije, tratando de poner orden en mi mente, y ahora hemos pasado a formar parte de ello. La mujer de negro acudio a mi con esa tarjeta…
– Oscar, no sabemos si acudio a ti ni cuales eran sus motivos. No sabemos ni quien es…
– Pero ella si sabe quienes somos nosotros y donde encontrarnos. Y si ella lo sabe…
Marina suspiro.
– Llamemos ahora mismo a la policia y olvide monos de todo esto cuanto antes -dijo. No me gusta y ademas no es asunto nuestro.
– Lo es, desde que decidimos seguir a la dama en el cementerio…
Marina desvio la mirada hacia el parque. Dos ninos jugueteaban con una cometa, intentado alzarla al viento. Sin apartar los ojos de ellos, murmuro lentamente:
– ?Que sugieres entonces?
Sabia perfectamente lo que yo tenia en mente.
El sol se ponia sobre la iglesia de la Plaza Sarria cuando Marina y yo nos adentramos en el Paseo de la Bonanova rumbo al invernadero. Habiamos tenido la precaucion de coger una linterna y una caja de fosforos. Torcimos en la calle Iradier y nos adentramos en los pasajes solitarios que bordeaban la via de los ferrocarriles.
El eco de los trenes ascendiendo hacia Vallvidrera se filtraba entre las arboledas. No tardamos en encontrar el callejon donde habiamos perdido de vista a la dama y la verja que ocultaba el invernadero al fondo. Un manto de hojas secas cubria el empedrado. Sombras gelatinosas se extendian a nuestro alrededor mientras penetrabamos en la maleza. La hierba silbaba al viento y el rostro de la luna sonreia entre resquicios en el cielo. Al caer la noche, la hiedra que cubria el invernadero me hizo pensar en una cabellera de serpientes. Rodeamos la estructura del edificio y encontramos la puerta trasera. La lumbre de un fosforo revelo el simbolo de Kolvenik y la Velo Granell, empanado por el musgo. Trague saliva y mire a Marina. Su rostro exhalaba un brillo cadaverico.
– Ha sido idea tuya volver aqui… -dijo.
Encendi la linterna y su luz rojiza inundo el umbral del invernadero. Eche un vistazo antes de entrar. A la luz del dia aquel lugar me habia parecido siniestro. Ahora, de noche, se me antojo un escenario de pesadilla. El haz de la linterna descubria relieves sinuosos entre los escombros. Caminaba seguido de Marina, enfocando la linterna al frente. El suelo, humedo, crujia a nuestro paso.
El escalofriante siseo de las figuras de madera rozando unas con otras llego hasta nuestros oidos. Ausculte el sudario de sombras en el corazon del invernadero. Por un instante no supe recordar si aquella tramoya de figuras suspendidas habia quedado alzada o caida cuando nos habiamos ido de alli. Mire a Marina y vi que ella estaba pensando lo mismo.
– Alguien ha estado aqui desde la ultima vez… -dijo, senalando las siluetas suspendidas del techo a media altura.
Un mar de pies se balanceaba.
Senti una oleada de frio en la base de la nuca y comprendi que alguien habia vuelto a bajar las figuras. Sin perder mas tiempo me dirigi hacia el escritorio y le cedi la linterna a Marina.
– ?Que estamos buscando? -murmuro ella.
Senale el album de viejas fotografias sobre la mesa. Lo cogi y lo introduje en la bolsa que llevaba a la espalda.
– Ese album no es nuestro, Oscar, no se si…
Ignore sus protestas y me arrodille para inspeccionar los cajones del escritorio. El primero contenia toda clase de herramientas oxidadas, cuchillas, puas y sierras de filo gastado. El segundo estaba vacio. Pequenas aranas negras correteaban sobre el fondo, buscando refugio en los resquicios de la madera. Lo cerre y probe suerte con el tercer cajon. La cerradura estaba trabada.
– ?Que pasa? -escuche susurrar a Marina, su voz cargada de inquietud.
Tome una de las cuchillas del primer cajon y trate de forzar la cerradura. Marina, a mi espalda, sostenia la linterna en alto, observando las sombras danzantes que resbalaban por los muros del invernadero.
– ?Te falta mucho?
– Tranquila. Es un minuto.
Podia sentir el tope de la cerradura con la cuchilla. Rodeandolo, horade el contorno. La madera seca, podrida, cedia con facilidad bajo mi presion. El carraspeo de la madera astillada crujia ruidosamente. Marina se agacho junto a mi y dejo la linterna sobre el suelo.
– ?Que es ese ruido? -pregunto de pronto.
– No es nada. Es la madera del cajon al ceder…
Ella poso su mano sobre las mias, deteniendo mi movimiento.
Durante un instante el silencio nos envolvio. Senti el pulso acelerado de Marina sobre mi mano.
Entonces tambien yo adverti aquel sonido. El chasquido de las maderas en lo alto. Algo se estaba moviendo entre las figuras ancladas en la oscuridad. Force la vista, justo a tiempo de percibir el contorno de lo que me parecio un brazo moviendose sinuosamente. Una de las figuras se estaba descolgando, deslizandose como un aspid entre las ramas. Otras siluetas empezaron a moverse al mismo tiempo.
Aferre la cuchilla con fuerza y me incorpore, temblando. En aquel instante, alguien o algo retiro la linterna de nuestros pies. Rodo hasta un angulo y quedamos sumidos en la oscuridad absoluta. Fue entonces cuando escuchamos aquel silbido, acercandose.
Agarre la mano de mi companera y echamos a correr hacia la salida.
A nuestro paso, la tramoya de figuras descendia lentamente, brazos y piernas rozando nuestras cabezas, pugnando por aferrarse a nuestras ropas. Senti unas de metal en la nuca. Escuche a Marina gritar a mi lado y la empuje frente a mi, impulsandola a traves de aquel tunel infernal de criaturas que descendian de las tinieblas. Los haces de luna que se filtraban desde las grietas en la hiedra desvelaban visiones de rostros quebrados, ojos de cristal y dentaduras esmaltadas.
Blandi la cuchilla a un lado y a otro con fuerza. La senti rasgar un cuerpo duro. Un fluido espeso me impregno los dedos. Retire la mano; algo tiraba de Marina hacia las sombras. Marina aullo de terror y pude ver el rostro sin mirada, de cuencas vacias y negras, de la bailarina de madera rodeando su garganta con dedos afilados como navajas. Su rostro estaba cubierto por una mascara de piel muerta.
Me lance con todas mi fuerzas contra ella y la derribe sobre el suelo.
Pegado a Marina, corrimos hacia la puerta, mientras la figura decapitada de la bailarina se alzaba de nuevo, un titere de hilos invisibles blandiendo garras que chasqueaba como si fueran tijeras.
Al salir al aire libre adverti que varias siluetas oscuras nos bloqueaban el paso hacia la salida. Corrimos en direccion contraria hacia un cobertizo junto al muro que separaba el solar de las vias del tren. Las puertas de cristal del cobertizo estaban empanadas por decadas de mugre. Cerradas. Rompi el cristal con el codo y palpe la cerradura interior. Una manija cedio y la puerta se abrio hacia dentro. Entramos apresuradamente.
Las ventanas posteriores dibujaban dos manchas de claridad lechosa.
La telarana del tendido electrico del tren podia adivinarse al otro lado. Marina se volvio un instante a mirar atras. Formas angulosas se recortaban en la puerta del cobertizo.
– ?Deprisa! -grito.
Mire desesperadamente a mi alrededor buscando algo con que romper la ventana. El cadaver herrumbroso de