vodevil envejecido al sol, con dignidad y estilo.
– No tuve oportunidad de darle las gracias. Por salvarme la vida.
– No es a mi a quien tienes que darle las gracias. ?Como me habeis encontrado?
– El inspector Florian nos hablo de usted -se adelanto Marina. Nos explico que usted y el doctor Shelley fueron las dos unicas personas que estuvieron hasta el ultimo momento con Mijail Kolvenik y Eva Irinova. Dijo que usted nunca los abandono. ?Como conocio a Mijail Kolvenik?
Una debil sonrisa afloro en los labios de Claret.
– El senor Kolvenik llego a esta ciudad con una de las peores heladas del siglo explico. Solo, hambriento y acosado por el frio, busco refugio en el portal de un antiguo edificio para pasar la noche. Apenas tenia unas monedas con que poder comprar quizas algo de pan o cafe caliente. Nada mas.
Mientras sopesaba que hacer, descubrio que habia alguien mas en aquel portal. Un nino de no mas de cinco anos, envuelto en harapos, un mendigo que habia corrido a refugiarse alli al igual que el. Kolvenik y el nino no hablaban el mismo idioma, asi que a duras penas se entendian. Pero Kolvenik le sonrio y le dio su dinero, indicandole con gestos que lo utilizase para comprar comida. El pequeno, sin poder creer lo que estaba sucediendo, corrio a comprar una hogaza de pan en una panaderia que estaba abierta toda la noche junto a la Plaza Real. Volvio al portal para compartir el pan con el desconocido, pero vio como la policia se lo llevaba.
En el calabozo sus companeros de celda le dieron una paliza brutal. Durante todos los dias que Kolvenik estuvo en el hospital de la carcel, el nino espero a la puerta, como un perro sin amo. Cuando Kolvenik salio a la calle dos semanas despues, cojeaba.
El chiquillo estaba alli para sostenerle. Se convirtio en su guia y se juro que nunca abandonaria a aquel hombre que, en la peor noche de su vida, le habia cedido cuanto tenia en el mundo… Aquel nino era yo.
Claret se incorporo y nos indico que le siguieramos a traves de un estrecho pasillo que conducia a una puerta. Extrajo una llave y la abrio. Al otro lado, habia otra puerta identica y entre ambas, una pequena camara.
Para paliar la oscuridad que reinaba alli, Claret encendio una vela. Con otra llave, abrio la segunda puerta. Una corriente de aire inundo el pasillo e hizo silbar la llama del cirio. Senti que Marina asia mi mano al tiempo que cruzabamos al otro lado. Una vez alli, nos detuvimos. La vision que se abria ante nosotros era fabulosa. El interior del Gran Teatro Real.
Pisos y pisos se alzaban hacia la gran cupula. Los cortinajes de terciopelo pendian de los palcos, ondeando en el vacio. Grandes lamparas de cristal esperaban, sobre el patio de butacas, infinito y desierto, una conexion electrica que nunca llego. Nos encontrabamos en una entrada lateral del escenario. Sobre nosotros, la tramoya ascendia hacia el infinito, un universo de telones, andamios, poleas y pasarelas que se perdia en las alturas.
– Por aqui -indico Claret, guiandonos.
Cruzamos el escenario. Algunos instrumentos dormian en el foso de la orquesta. En el podio del director, una partitura cubierta por telaranas yacia abierta por la primera pagina. Mas alla, la gran alfombra del pasillo central de la platea trazaba una carretera hacia ninguna parte. Claret se adelanto hasta una puerta iluminada y nos indico que nos detuviesemos a la entrada. Marina y yo intercambiamos una mirada.
La puerta daba a un camerino.
Cientos de vestidos deslumbrantes pendian de soportes metalicos. Una pared estaba cubierta por espejos de candilejas. La otra estaba ocupada por decenas de viejos retratos que mostraban una mujer de belleza indescriptible. Eva Irinova, la hechicera de los escenarios. La mujer para quien Mijail Kolvenik habia hecho construir aquel santuario. Fue entonces cuando la vi.
La dama de negro se contemplaba en silencio, su rostro velado frente al espejo. Al oir nuestros pasos, se volvio lentamente y asintio.
Solo entonces Claret nos permitio pasar. Nos acercamos a ella como quien se aproxima a una aparicion, con una mezcla de temor y fascinacion. Nos detuvimos a un par de metros. Claret permanecia en el umbral de la puerta, vigilante. La mujer se enfrento de nuevo al espejo, estudiando su imagen.
De pronto, con infinita delicadeza, se alzo el velo. Las escasas bombillas que funcionaban nos revelaron su rostro sobre el espejo, o lo que el acido habia dejado de el.
Hueso desnudo y piel ajada. Labios sin forma, apenas un corte sobre unas facciones desdibujadas.
Ojos que no podrian volver a llorar. Nos dejo contemplar el horror que normalmente ocultaba su velo durante un instante interminable.
Despues, con la misma delicadeza con que habia descubierto su rostro y su identidad, lo oculto de nuevo y nos indico que tomasemos asiento.
Transcurrio un largo silencio.
Eva Irinova alargo una mano hacia el rostro de Marina y lo acaricio, recorriendo sus mejillas, sus labios, su garganta. Leyendo su belleza y su perfeccion con dedos temblorosos y anhelantes. Marina trago saliva. La dama retiro la mano y pude ver sus ojos sin parpados brillar tras el velo. Solo entonces empezo a hablar y a relatarnos la historia que habia estado ocultando durante mas de treinta anos.
Capitulo 22
'Nunca llegue a conocer mi pais mas que en fotografias. Cuanto se de Rusia procede de cuentos, habladurias y recuerdos de otras gentes. Naci en una barcaza que cruzaba el Rin, en una Europa destrozada por la guerra y el terror.
Supe anos mas tarde que mi madre me llevaba ya en el vientre cuando, sola y enferma, cruzo la frontera ruso polaca huyendo de la revolucion. Murio al dar a luz. Nunca he sabido cual era su nombre ni quien fue mi padre. La enterraron a orillas del rio en una tumba sin marca, perdida para siempre. Una pareja de comediantes de San Petersburgo que viajaba en la barcaza, Sergei Glazunow y su hermana gemela Tatiana, se hizo cargo de mi por compasion y porque, segun me dijo Sergei muchos anos despues, naci con un ojo de cada color y eso es senal de fortuna.
En Varsovia, gracias a las artes y los manejos de Sergei, nos unimos a una compania circense que se dirigia a Viena. Mis primeros recuerdos son de aquellas gentes y sus animales. La carpa de un circo, los malabaristas y un faquir sordomudo llamado Vladimir que comia cristal, escupia fuego y siempre me regalaba pajaros de papel que construia como por arte de magia.
Sergei acabo por convertirse en el administrador de la compania y nos establecimos en Viena.
El circo fue mi escuela y el hogar donde creci. Ya por entonces sabiamos, sin embargo, que estaba condenado. La realidad del mundo empezaba a ser mas grotesca que las pantomimas de los payasos y los osos danzarines. Pronto, nadie nos necesitaria. El siglo XX se habia convertido en el gran circo de la historia.
Cuando apenas tenia siete u ocho anos, Sergei dijo que ya era hora de que me ganase el sustento.
Pase a formar parte del espectaculo, primero como mascota de los trucos de Vladimir y mas tarde con un numero propio en el que cantaba una cancion de cuna a un oso que acababa por dormirse.
El numero, que en principio estaba previsto como comodin para dar tiempo a la preparacion de los trapecistas, resulto ser un exito. A nadie le sorprendio mas que a mi. Sergei decidio ampliar mi actuacion. Asi fue como acabe cantandole rimas a unos viejos leones famelicos y enfermos desde una plataforma de luces. Los animales y el publico me escuchaban hipnotizados. En Viena se hablaba de la nina cuya voz amansaba a las bestias. Y pagaban por verla. Yo tenia nueve anos.
Sergei no tardo en comprender que ya no necesitaba el circo. La nina de los ojos de dos colores habia cumplido su promesa de fortuna. Formalizo los tramites para convertirse en mi tutor legal y anuncio al resto de la compania que nos ibamos a instalar por cuenta propia. Aludio al hecho de que un circo no era el lugar apropiado para criar a una nina. Cuando se descubrio que alguien habia estado robando parte de la recaudacion del circo durante anos, Sergei y Tatiana acusaron a Vladimir, anadiendo ademas que se tomaba libertades ilicitas conmigo. Vladimir fue aprehendido por las autoridades y encarcelado, aunque nunca se encontro el dinero.