prestaba atencion. Finalmente, el tapon cedio.

Un sonido indescriptible, el aullido del gas escapando a presion, inundo la estancia. En apenas un segundo, una masa de negrura se expandio en el aire desde la boca del frasco, como una mancha de tinta en un estanque. Hannah sintio que le temblaban las manos y que aquella voz susurrante la envolvia. Cuando volvio a mirar el frasco, comprobo que el cristal era transparente y que lo que fuera que habia ocupado su interior se habia liberado gracias a ella. La muchacha dejo el frasco de nuevo en su lugar. Sintio una fria corriente de aire recorriendo la habitacion, extinguiendo las llamas de las velas una a una. A medida que la oscuridad se extendia por la estancia, una nueva presencia se hizo visible entre la negrura. Una silueta impenetrable se esparcia sobre los muros pintandolos de tinieblas.

Una sombra.

Hannah retrocedio despacio hacia la puerta.

Sus manos temblorosas se posaron sobre el frio pomo a su espalda. Abrio lentamente la puerta sin apartar los ojos de la oscuridad y se dispuso a salir de la habitacion a toda prisa. Algo avanzaba hacia ella, podia sentido.

La muchacha tiro del pomo para sellar la habitacion y uno de los relieves de la puerta se engancho en la cadena que rodeaba su cuello. Simultaneamente, un sonido grave y escalofriante resono a sus espaldas, el siseo de una gran serpiente. Hannah sintio lagrimas de terror deslizandose por sus mejillas. La cadena se rompio y la muchacha pudo oir como la medalla caia en la oscuridad. Libre de la presa, Hannah se enfrento al tunel de sombras que se abria ante ella. En uno de los extremos, la puerta que conducia a la escalinata del ala posterior estaba abierta. El silbido fantasmal se escucho de nuevo. Mas cerca. Hannah corrio hacia el umbral de la escalinata. Segundos mas tarde identifico el sonido de la manija que empezaba a girar en la penumbra. Esta vez, el panico arranco un alarido de su garganta y la muchacha se lanzo escaleras abajo.

El camino de descenso hasta la planta baja se hizo infinito. Hannah saltaba los escalones de tres en tres, jadeando y tratando de no perder el equilibrio. Cuando llego a la puerta que conducia a la parte trasera del jardin de Cravenmoore, sus tobillos y rodillas estaban repletos de golpes, pero apenas percibia el dolor. La adrenalina encendia un reguero de polvora a traves de sus venas y la empujaba a seguir corriendo. La puerta, que nunca se utilizaba, estaba cerrada. Hannah golpeo el cristal con el codo y la forzo desde el exterior. No sintio el corte en el antebrazo hasta que llego a las sombras del jardin.

Corrio hacia el umbral del bosque mientras el aire fresco de la noche acariciaba sus ropas empapadas en sudor frio y las adheria a su cuerpo. Antes de internarse en la senda que cruzaba el bosque de Cravenmoore, Hannah se volvio hacia la casa esperando ver a su perseguidor cruzando las sombras del jardin. No habia rastro de la aparicion. Respiro profundamente. El aire frio le quemaba la garganta y clavaba en sus pulmones un punzon candente. Estaba dispuesta a correr de nuevo cuando avisto aquella silueta adherida a la fachada de Cravenmoore. Un rostro corporeo emergio de la lamina de negrura, y la sombra descendio reptando entre las gargolas como una gigantesca arana.

Hannah se lanzo a traves del laberinto de oscuridad que cruzaba el bosque. La luna sonreia ahora entre los claros y tenia la neblina de azul. El viento encendia las voces siseantes de miles de hojas a su alrededor. Los arboles aguardaban a su paso como espectros petrificados, sus brazos le tendian un manto de amenazadoras garras. Y corrio desesperadamente hacia la luz que la guiaba al final de aquel tunel fantasmagorico, una puerta a la claridad que parecia alejarse de ella cuanto mayor era su esfuerzo por alcanzada.

Un estruendo entre la maleza inundo el bosque.

La sombra estaba atravesando la espesura, destrozando cuanto se oponia a su paso, un taladro mortifero esculpiendo una senda hacia ella. Un grito se ahogo en la garganta de la muchacha. Las ramas y la maleza habian abierto decenas de cortes en sus manos, sus brazos y su rostro. La fatiga le golpeaba el alma como un mazo que nublaba sus sentidos, y le susurraba interiormente que se rindiese al cansancio, que se tendiese a esperar… Pero tenia que seguir. Tenia que escapar de aquel lugar. Unos metros mas y alcanzaria la carretera que conducia al pueblo. Alli encontraria algun coche, alguien que la recogeria y la ayudaria. Su salvacion estaba a tan solo unos segundos, mas alla del limite del bosque.

Las luces lejanas de un coche bordeando la Playa del Ingles barrieron las tinieblas de la espesura. Hannah se incorporo y lanzo un grito de socorro. A su espalda, un torbellino parecio atravesar la maleza y ascender entre las ramas de los arboles. Hannah alzo la mirada hacia la cupula de ramas que velaban el rostro de la luna. Lentamente, la sombra se desplego. Ella solo dejo escapar un ultimo gemido. Filtrandose como lluvia de alquitran, la sombra se abatia sobre Hannah desde las alturas. La muchacha cerro los ojos y conjuro el rostro de su madre, sonriente y parlanchina.

Poco despues, sintio el frio aliento de la sombra sobre su rostro.

5. UN CASTILLO ENTRE LAS BRUMAS

El velero de Ismael afloro puntualmente entre el velo de calima que acariciaba la superficie de la bahia. Irene y su madre, tranquilamente sentadas en el porche, degustando una taza de cafe con leche, intercambiaron una mirada.

– No hace falta que te diga… -empezo Simone.

– No hace falta que lo digas -respondio Irene.

– ?Cuando fue la ultima vez que tu y yo hablamos de los hombres? -pregunto su madre. -Cuando cumpli los siete anos y nuestro vecino Claude me convencio para que le diese mi falda a cambio de sus pantalones.

– Menuda pieza.

– Tenia solo cinco anos, mama.

– Si son asi a los cinco, imaginate a los quince.

– Dieciseis.

Simone suspiro. Dieciseis anos, Dios mio. Su hija planeaba fugarse con un viejo lobo de mar. -Entonces estamos hablando de un adulto.

– Solo es un ano y pico mayor que yo. ?Donde me deja eso a mi?

– Tu eres una cria.

Irene sonrio pacientemente a su madre. Simone Sauvelle no tenia futuro como sargento. -Tranquila, mama. Se lo que hago.

– Eso es lo que me da miedo.

El velero cruzo la pequena bocana de la cala. Ismael lanzo un saludo desde el bote. Simone observaba al muchacho con una ceja alzada en senal de alerta.

– ?Por que no sube y me lo presentas?

– Mama…

Simone asintio. De todos modos, no albergaba esperanzas de que semejante ardid diese fruto. -?Hay algo que tenga que decirte? -ofrecio Simone, en franca retirada.

Irene le propino un beso en la mejilla. -Deseame un buen dia.

Sin esperar respuesta, Irene corrio hasta el embarcadero. Simone contemplo como su hija tomaba la mano de aquel extrano (que, para sus suspicaces ojos, de muchacho tenia poco) y saltaba a bordo de su velero. Cuando Irene se volvio a saludada, su madre forzo una sonrisa y devolvio el saludo. Los vio partir rumbo a la bahia bajo un sol resplandeciente y tranquilizador. Sobre la baranda del porche, una gaviota, tal vez otra madre en crisis, la observaba con resignacion.

– No es justo -le dijo a la gaviota-. Cuando nacen, nadie te explica que acabaran haciendo lo mismo que tu a su edad.

El ave, ajena a tales consideraciones, siguio el ejemplo de Irene y echo a volar. Simone sonrio ante su propia ingenuidad y se dispuso a volver a Cravenmoore. El trabajo todo lo cura, se dijo.

En algun momento de la travesia, la orilla lejana se transformo en apenas una linea blanca tendida entre la tierra y el cielo. El viento del este impulsaba las velas del Kyaneos y la proa del velero se abria camino sobre un manto cristalino de reflejos esmeraldas a traves del cual podia entreverse el fondo. Irene, cuya unica experiencia previa a bordo de un barco habia sido la breve travesia de dias atras, contemplaba boquiabierta la hipnotica belleza de la bahia desde aquella nueva perspectiva. La Casa del Cabo se habia reducido a una muesca blanca entre las rocas, y las fachadas de colores vivos del pueblo parpadeaban entre los reflejos que

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