– ?Donde esta mi madre? -pregunto, desafiante.
Una voz profunda, inhumana, se dejo oir. -Esta conmigo.
– Apartate de el-dijo Ismael.
La sombra clavo sus ojos en el y el muchacho parecio entrar en trance. Irene sacudio a su amigo y quiso apartado de la sombra, pero el permanecia bajo el influjo de aquella presencia, incapaz de reaccionar. La chica se interpuso entre ambos y abofeteo a Ismae1, lo que consiguio arrancarlo de aquel estado. El rostro de la sombra se descompuso en una mascara de rabia, y dos largos brazos se extendieron hacia ellos. Irene empujo a Ismael hasta la pared y trato de esquivar la presa de aquellas garras.
En ese momento, una puerta se abrio en la oscuridad y un halo de luz aparecio al otro lado de la estancia. La silueta de un hombre sosteniendo un farol de aceite se recorto en el umbral.
– ?Fuera de aqui! -grito, permitiendo a Irene reconocer su voz: era Lazarus Jann, el fabricante de juguetes.
La sombra profirio un alarido de odio y una a una las llamas de las velas se extinguieron. Lazarus avanzo hacia la sombra. Su rostro parecia el de un hombre mucho mayor de lo que Irene recordaba. Sus ojos, inyectados en sangre, acusaban un terrible cansancio, los ojos de un hombre devorado por una cruel enfermedad.
– ?Fuera de aqui! -grito de nuevo.
La sombra dejo entrever un rostro demoniaco y se transformo en una nube de gas, filtrandose entre los resquicios del suelo, hasta escapar por una grieta en los muros. Un sonido similar al del viento azotando tras las ventanas acompano su huida.
Lazarus permanecio observando aquella grieta por espacio de varios segundos y, finalmente, dirigio su penetrante mirada hacia ellos.
– ?Que creeis que estais haciendo aqui? -pregunto sin ocultar su ira.
– He venido a buscar a mi madre y no me ire sin ella -declaro Irene, sosteniendo aquella mirada intensa y escrutadora sin parpadear.
– No sabes a lo que te estas enfrentando… -dijo Lazarus-. Rapido, por aqui. No tardara en volver.
Lazarus los guio al otro lado de la puerta. -?Que es eso? ?Que es lo que hemos visto?
– pregunto Ismael.
Lazarus lo observo detenidamente. -Soy yo. Eso que has visto soy yo…
Lazarus los condujo a traves de un intrincado laberinto de tuneles que parecia recorrer las entranas de Cravenmoore, a modo de estrechos conductos paralelos a galerias y corredores. El camino estaba flanqueado por numerosas puertas cerradas a ambos lados, dobles entradas a las decenas de habitaciones y salas de la mansion. El eco de sus pasos quedaba confinado a aquel angosto pasaje, y daba la sensacion de que un ejercito invisible los estuviese siguiendo.
El farol de Lazarus esparcia un anillo de luz ambar sobre los muros. Ismael observo su propia sombra y la de Irene caminar junto a ellos en la pared. Lazarus no proyectaba sombra alguna. El fabricante de juguetes se detuvo frente a una puerta alta y estrecha, y extrajo una llave con la que abrio el cerrojo. Oteo el extremo del corredor por el que habian llegado hasta alli y les indico que entrasen.
– Por aqui -dijo nerviosamente-. No volvera aqui, al menos durante unos minutos…
Ismael e Irene intercambiaron una mirada de sospecha.
– No teneis mas alternativa que confiar en mi -anadio Lazarus, advirtiendolos.
El muchacho suspiro y se adelanto hacia el interior de la camara. Irene y Lazarus lo siguieron y el cerro de nuevo la puerta. La luz del farol desvelo un muro cubierto por multitud de fotografias y recortes. En un extremo se apreciaba una pequena cama y un escritorio desnudo. Lazarus dejo reposar el farol sobre el suelo y observo como los dos muchachos examinaban todos aquellos pedazos de papel adheridos a la pared.
– Debeis abandonar Cravenmoore mientras todavia esteis a tiempo.
Irene se volvio hacia el.
– No es a vosotros a quienes quiere -anadio el fabricante de juguetes-. Es a Simone.
– ?Por que? ?Que pretende hacer con ella? Lazarus bajo la mirada.
– Quiere destruida. Para castigarme. Y hara lo mismo con vosotros si os interponeis en su camino. -?Que significa todo eso? ?Que pretende decirnos? -pregunto Ismael.
– Cuanto tenia que deciros os lo he dicho ya. Debeis salir de aqui. Tarde o temprano volvera, y esta vez yo no podre hacer nada por protegeros.
– Pero ?quien volvera?
– Lo has visto con tus propios ojos.
En ese momento, un estruendo lejano se oyo en algun lugar de la casa. Aproximandose. Irene trago saliva y miro a Ismael. Pisadas. Una tras otra, estallando como disparos, cada vez mas cerca. Lazarus sonrio debilmente.
– Ahi viene -anuncio-. No os queda mucho tiempo.
– ?Donde esta mi madre? ?Adonde la ha llevado? -exigio la muchacha.
– No lo se, pero aunque lo supiera, de nada serviria.
– Usted construyo esa maquina con su rostro… -acuso Ismael.
– Crei que le bastaria con eso, pero queria mas.
La queria a ella.
Las pisadas infernales se oyeron entonces detras de la puerta, enfilando el corredor.
– Al otro lado de esa puerta -explico Lazarus- hay una galeria que conduce a la escalera principal. Si os queda una gota de sentido comun, corred hasta alli y alejaos de esta casa para siempre.
– No iremos a ninguna parte -dijo Ismael-. No sin Simone.
La puerta por la que habian entrado sufrio una fuerte sacudida. Un instante despues, una lamina negra se esparcio bajo el umbral de la entrada. -Salgamos -urgio Ismael.
La sombra rodeo el farol y resquebrajo el cristal.
Con una bocanada de aire helado, la llama se extinguio. Desde la oscuridad, Lazarus contemplo como los muchachos escapaban por la otra salida. Junto a el, se alzaba una silueta negra e insondable.
– Dejalos en paz -murmuro-o Son solo dos chicos. Dejalos marchar. Tomame a mi de una vez. ?No es eso lo que buscas?
La sombra sonrio.
La galeria en la que se encontraban cruzaba el eje central de Cravenmoore. Irene reconocio aquel enclave de corredores y guio a Ismael hasta la base de la cupula. Las nubes en transito podian verse a traves de las vidrieras, grandes gigantes de algodon negro que surcaban el cielo. La linterna, una suerte de embolo que coronaba la cuspide de la cupula, desprendia un hipnotico halo de reflejos caleidoscopicos.
– Por aqui -indico la chica.
– Por aqui, ?adonde? -pregunto Ismael nerviosamente.
– Creo que se donde la tiene.
El echo un vistazo a su espalda. El corredor permanecia a oscuras, sin senal aparente de movimiento, aunque el muchacho comprendio que la sombra podia estar avanzando en aquella direccion sin que pudieran advertido.
– Espero que sepas lo que estas haciendo -dijo, ansioso por alejarse de alli cuanto antes.
– Sigueme.
Irene enfilo una de las alas que se extendia en la penumbra e Ismael la siguio. Lentamente, la claridad de la linterna se fue adormeciendo y las siluetas de las criaturas mecanicas que poblaban ambos flancos se convirtieron apenas en perfiles oscilantes. Las voces, las risas y el martilleo de los cientos de mecanismos ahogaban el sonido de sus pasos. El chico volvio la vista atras de nuevo, escrutando la boca de aquel tunel en el que se estaban aventurando. Una bocanada de aire frio penetro en la galeria. Mirando a su alrededor, Ismael reconocio las cortinas de gasa ondeando al frente, grabadas con aquella inicial que se mecia lentamente.
A
– Estoy segura de que la tiene ahi -dijo Irene. Mas alla de los cortinajes, la puerta de madera labrada se alzaba cerrada en el extremo del corredor.
Una nueva bocanada de aire frio los envolvio, agitando los visillos.
Ismael se detuvo y clavo la mirada en la negrura. El muchacho, tenso como un cable de acero, trataba de dilucidar entre la penumbra.