distancia se fue descomponiendo en un espejismo de alas blancas que alzaba el vuelo a la brisa del amanecer.

Sentados sobre el manto de arena blanca, a medio camino a ninguna parte, Irene e Ismael contemplaban los ultimos minutos de aquella larga noche del verano de 1937. En silencio, unieron sus manos y dejaron que los primeros reflejos rosados del sol que rompian entre las nubes trazasen una senda de perlas encendidas mar adentro. La torre del faro se irguio entre la niebla, oscura y solitaria. Una debil sonrisa afloro a los labios de Irene al comprender que, de algun modo, aquellas luces que los lugarenos habian contemplado brillando en la neblina se apagarian ahora para siempre. Las luces de septiembre se habian marchado con el alba.

Ya nada, ni siquiera el recuerdo de los sucesos de aquel verano, podria retener el alma perdida de Alma Maltisse suspendida en el tiempo. Mientras estos pensamientos se perdian en la marea, Irene miro a Ismael. El amago de una lagrima asomo a sus ojos, pero la chica supo que no la derramaria jamas.

– Volvamos a casa -dijo el.

Irene asintio y juntos rehicieron sus pasos por la orilla, hacia la Casa del Cabo. Mientras lo hacian, un solo pensamiento cruzo la mente de la muchacha. En un mundo de luces y sombras, todos, cada uno de nosotros, debia encontrar su propio camino.

Dias mas tarde, cuando Simone les revelase las palabras que la sombra le habia dirigido, la verdadera historia de Lazarus Jann y Alma Maltisse, todas las piezas del rompecabezas empezarian a encajar en sus mentes. Sin embargo, el hecho de poder arrojar luz sobre lo que realmente habia sucedido no cambiaria ya el curso de los acontecimientos. La maldicion habia perseguido a Lazarus Jann desde su tragica infancia hasta su muerte. Una muerte que el mismo, en el ultimo momento, comprendio que era la unica salida. No le restaba ya mas que hacer el ultimo viaje para reunirse con Alma mas alla del alcance de su sombra y del maleficio de aquel desconocido emperador de las sombras que se ocultaba bajo el nombre de Daniel Hoffmann. Incluso el, con todo su poder y sus enganos, no podria destruir jamas el vinculo que unia a Lazarus y a Alma mas alla de la vida y la muerte.

***

Paris, 26 de mayo de 1947

Querido Ismael:

Ha pasado mucho tiempo desde la ultima vez que te escribi. Demasiado. Finalmente, hace apenas una semana, sucedio el milagro. Todas las cartas que durante estos anos has estado enviando a mi antigua direccion han vuelto a mi gracias a la bondad de una vecina, ?una pobre anciana de casi noventa anos!, que las ha guardado durante todo este tiempo, esperando que algun dia alguien viniese a recogerlas.

Durante todos estos dias las he leido, releido y leido otra vez hasta la saciedad. Las he guardado como el mas valioso de mis tesoros. Las razones de mi silencio, de esta larga ausencia, me son dificiles de explicar. Especialmente a ti, Ismael. Especialmente a ti.

Poco imaginaban aquellos dos muchachos en la playa que la manana que la sombra de Lazarus Jann se apago para siempre una sombra mucho mas terrible se cernia sobre el mundo. La sombra del odio. Supongo que todos pensamos en aquellas palabras acerca de Daniel Hoffmann y su «labor» en Berlin.

Cuando perdi el contacto contigo durante los terribles anos de la guerra, te escribi cientos de cartas que jamas llegaron a ninguna parte. Me pregunto todavia donde estan, adonde fueron a parar tantas palabras, tantas cosas que tenia que decirte. Quiero que sepas que, durante aquellos terribles tiempos de oscuridad, tu recuerdo, la memoria de aquel verano en Bahia Azul, fue la llama que me mantuvo viva, la fuerza que me ayudaba a sobrevivir dia a dia.

Sabras que Dorian se alisto y sirvio en el norte de Africa por espacio de dos anos, de los que regreso con un monton de absurdas medallas de hojalata y con una herida que le hara cojear el resto de sus dias. El fue uno de los afortunados. Regreso. Te alegrara saber que, finalmente, consiguio trabajo en el gabinete de cartografos de la marina mercante y que, en los ratos que su novia Michelle lo deja libre (tendrias que verla…), recorre con su compas el mundo de punta a punta.

De Simone que te voy a contar. Envidio su fortaleza y esa entereza que nos saco a todos adelante tantas veces. Los anos de la guerra han sido duros para ella, quiza mas que para nosotros. Nunca habla de eso, pero a veces, cuando la veo en silencio, junto a la ventana, mirando a la gente pasar, me pregunto que es lo que ocupa su pensamiento. Ya no quiere salir de casa y pasa las horas con la unica compania de un libro. Es como si hubiese cruzado al otro lado de un puente, al que no se como llegar… A veces, la sorprendo contemplando viejas fotos de papa, llorando en silencio.

En cuanto a mi, estoy bien. Hace un mes deje el hospital de Saint Bernard, en el que he estado trabajando durante estos anos. Van a derribarlo. Espero que con el viejo edificio se vayan tambien todas las memorias del sufrimiento y el horror que presencie alli durante los dias de la guerra. Creo que yo tampoco soy la misma, Ismael. Algo me ha pasado por dentro.

Vi muchas cosas que jamas crei que pudieran ocurrir… Hay sombras en el mundo, Ismael. Sombras mucho peores que cualquier cosa contra la que tu y yo luchamos aquella noche en Cravenmoore. Sombras al lado de las cuales Daniel Hoffmann es apenas un juego de ninos. Sombras que vienen de dentro de cada uno de nosotros.

A veces me alegro de que papa no este aqui para verlas. Pero vas a pensar que me he convertido en una nostalgica. Nada de eso. Tan pronto lei tu ultima carta, el corazon me dio un salto. Era como si el sol hubiese salido despues de diez anos de dias negros y lluviosos. Volvi a recorrer la Playa del Ingles, la isla del faro, y volvi a surcar la bahia a bordo del Kyaneos. Siempre recordare aquellos dias como los mas maravillosos de mi vida.

Te confesare un secreto. Muchas veces, durante las largas noches de invierno de la guerra, mientras los disparos y los gritos resonaban en la oscuridad, dejaba que el pensamiento me llevase otra vez alli, a tu lado, a aquel dia que pasamos en el islote del faro. Ojala nunca nos hubieramos ido de aquel lugar. Ojala aquel dia jamas hubiese terminado.

Supongo que te preguntaras si me he casado. La respuesta es no. No me faltaron pretendientes, no vayas a pensar. Todavia soy una joven de cierto exito. Hubo algunos novios. Idas y venidas. Los dias de la guerra eran muy duros para pasarlos en soledad, y yo no soy tan fuerte como Simone. Pero nada mas. He aprendido que la soledad es a veces un camino que conduce a la paz. Y durante meses no he deseado mas que eso, paz.

Y eso es todo. O nada. ?Como explicarte todos mis sentimientos, todos mis recuerdos durante estos anos? Preferiria borrarlos de un plumazo. Quisiera que mi ultima memoria fuese la de aquel amanecer en la playa y descubrir que todo este tiempo no ha sido mas que una larga pesadilla. Quisiera volver a ser una muchacha de quince anos y no comprender el mundo que me rodea, pero eso no es posible.

No quiero seguir escribiendo ya. Quiero que la proxima vez que hablemos sea cara a cara.

Dentro de una semana, Simone ira a pasar un par de meses con su hermana en Aix-en-Provence. Ese mismo dia, volvere a la estacion de Austerlitz y tomare el tren de Normandia, como lo hice hace diez anos. Se que me esperaras y se que te reconocere entre la gente, como te reconoceria aunque hubiesen pasado mil anos. Lo se desde hace tiempo.

Hace una eternidad, en los peores dias de la guerra, tuve un sueno. En el, volvia a recorrer la Playa del Ingles contigo. El sol se ponia y el islote del faro se distinguia entre la bruma. Todo era como antes: la Casa del Cabo, la bahia…, incluso las ruinas de Cravenmoore sobre el bosque. Todo menos nosotros. Eramos un par de viejecitos. Tu ya no estabas para navegar y yo tenia el pelo tan blanco que parecia ceniza. Pero estabamos juntos.

Desde aquella noche he sabido que algun dia, no importaba cuando, llegaria nuestro momento. Que en un lugar lejano, las luces de septiembre se encenderian para nosotros y que, esta vez, ya no habria mas sombras en nuestro camino.

Esta vez seria para siempre.

***
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