apartaba con infinita ternura. La silueta de aquella mujer se perfilo tras las cortinas.

– Espera… -murmuro Irene con el corazon en un puno.

Tenia que ser Alma. Un escalofrio le recorrio el cuerpo al advertir las lagrimas en el rostro de Lazarus. El fabricante de juguetes abrazo a Alma. Jamas en la vida Irene habia visto a alguien abrazar a otra persona con semejante cuidado. Cada gesto, cada movimiento de Lazarus denotaba un carino y una delicadeza que solo una vida entera de veneracion podian otorgar. Los brazos de Alma lo rodearon tambien y, por un instante magico, ambos permanecieron unidos en la penumbra, mas alla de este mundo. Sin saber por que, Irene sintio deseos de llorar, pero una nueva vision, terrible y amenazadora, se cruzo en su camino.

La mancha se estaba deslizando, sinuosamente, desde el retrato hacia el lecho. Una punzada de panico invadio a la joven.

– ?Lazarus, cuidado!

El fabricante de juguetes se volvio y contemplo como la sombra se alzaba frente a si, rugiendo de rabia. Sostuvo la mirada de aquel ser infernal durante un segundo, sin mostrar temor alguno. Luego, los miro a ellos dos; sus ojos parecian transmitirles palabras que no acertaban a comprender. Subitamente, Irene entendio lo que Lazarus se disponia a hacer.

– ?No! -grito, sintiendo que Ismael la retenia. El fabricante de juguetes se acerco a la sombra. -No te la llevaras otra vez…

La sombra alzo una garra, dispuesta a atacar a su dueno. Lazarus introdujo la mano en su chaqueta y extrajo un objeto brillante. Un revolver.

La risa de la sombra reverbero en la estancia como el aullido de una hiena.

Lazarus apreto el gatillo. Ismael lo miro, sin comprender. Entonces, el fabricante de juguetes le sonrio debilmente y el revolver cayo de sus manos. Una mancha oscura se esparcia sobre su pecho. Sangre.

La sombra dejo escapar un alarido que estremecio toda la mansion. Un alarido de terror.

– ?Oh Dios… -gimio Irene.

Ismael corrio a socorrerlo, pero Lazarus alzo una mano para detenerlo.

– No. Dejadme con ella. Y marchaos de aqui… -murmuro, dejando escapar un hilo de sangre por la comisura de los labios.

Ismael lo sostuvo en sus brazos y lo acerco al lecho. Al hacerlo, la vision de un rostro palido y triste le golpeo como una punalada. Ismael contemplo a Alma Maltisse cara a cara. Sus ojos llorosos lo miraron fijamente, perdidos en un sueno del que nunca podria despertar.

Una maquina.

Durante todos esos anos, Lazarus habia vivido con una maquina para mantener el recuerdo de su esposa, el recuerdo que la sombra le habia arrebatado.

Ismael, paralizado, dio un paso atras. Lazarus lo miro, suplicante.

– Dejame solo con ella, por favor.

– Pero… no es mas que… -empezo Ismael.

– Ella es todo lo que tengo…

El chico comprendio entonces por que nunca se encontro el cuerpo de aquella mujer ahogada en el islote del faro. Lazarus lo habia rescatado de las aguas y le habia devuelto la vida, una vida inexistente, mecanica. Incapaz de afrontar la soledad y la perdida de su esposa, habia creado un fantasma a partir de su cuerpo, un triste reflejo con el que habia convivido durante veinte anos. Y mirando sus ojos agonizantes, Ismael supo tambien que, en el fondo de su corazon, de algun modo que no acertaba a comprender, Alexandra Alma Maltisse seguia viva.

El fabricante de juguetes le dirigio una ultima mirada llena de dolor. El muchacho asintio lentamente y volvio junto a Irene. Ella advirtio su rostro blanco, como si hubiera visto a la propia muerte.

– ?Que…?

– Salgamos de aqui. Pronto -apremio Ismael.

– Pero…

– ?He dicho que salgamos de aqui!

Juntos arrastraron a Simone hasta el corredor. La puerta se cerro a sus espaldas con fuerza, sellando a Lazarus en la habitacion. Irene e Ismael corrieron, como pudieron, a traves del pasillo hacia la escalinata principal, tratando de ignorar los aullidos inhumanos que se oian al otro lado de aquella puerta. Era la voz de la sombra.

Lazarus Jann se incorporo del lecho y, tambaleandose, se enfrento a la sombra. El espectro le dirigio una mirada desesperada. Aquel diminuto orificio que la bala habia practicado estaba creciendo, y la devoraba tambien a ella a cada segundo. La sombra salto de nuevo para refugiarse en el cuadro, pero esta vez Lazarus cogio un madero encendido y dejo que las llamas prendiesen el oleo.

El fuego se esparcio sobre la pintura como las ondas en un estanque. La sombra aullo y, en las tinieblas de la biblioteca, las paginas de aquel libro negro empezaron a sangrar hasta prender en llamas.

Lazarus se arrastro de nuevo hasta el lecho, pero la sombra, henchida de ira y devorada por las llamas, se lanzo tras el, dejando un rastro de fuego a su paso. Las cortinas del palanquin prendieron y las lenguas ardientes se esparcieron por el techo y el suelo, devorando con rabia cuanto encontraban. En apenas unos segundos, un infierno asfixiante se extendio por la habitacion.

Las llamas asomaron por una de las ventanas y el fuego hizo saltar por los aires los pocos cristales que quedaban intactos, succionando el aire nocturno con fuerza insaciable. La puerta de la camara salio despedida en llamas hacia el corredor y, lenta pero inexorablemente, el fuego, como una plaga, fue apoderandose de toda la mansion.

Caminando entre las llamas, Lazarus extrajo el frasco de cristal que habia albergado a la sombra durante anos y lo alzo en sus manos. Con un alarido desesperado, la sombra penetro en el. Las paredes de cristal se astillaron en una telarana de hielo. Lazarus tapo el frasco y, contemplandolo por ultima vez, lo arrojo al fuego. El frasco estallo en mil pedazos; como el aliento moribundo de una maldicion, la sombra se extinguio para siempre. Y con ella, el fabricante de juguetes sintio como la vida se le escapaba lentamente por aquella herida fatal.

Cuando Irene e Ismael emergieron por la puerta principal llevando a Simone inconsciente en brazos, las llamas asomaban ya por los ventanales del tercer piso. En apenas unos segundos, las vidrieras fueron estallando una a una, despidiendo una tormenta de cristal ardiente sobre el jardin. Los muchachos corrieron hasta el umbral del bosque y solo cuando estuvieron al amparo de los arboles se detuvieron a mirar atras.

Cravenmoore ardia.

13. LAS LUCES DE SEPTIEMBRE

Una a una, las criaturas maravillosas que habian poblado el universo de Lazarus Jann fueron despedazadas por las llamas aquella noche de 1937. Relojes parlantes vieron sus agujas doblegarse en filamentos de plomo candente. Bailarinas y orquestas, magos, brujas y ajedrecistas, prodigios que nunca habrian de ver la luz de otro dia…; no hubo piedad para ninguno de ellos. Planta a planta, habitacion por habitacion, el espiritu de la destruccion borro para siempre cuanto contenia aquel lugar magico y terrible.

Decadas de fantasia se evaporaron, dejando apenas un rastro de cenizas tras de si. En algun lugar de aquel infierno, sin mas testigos que las llamas, se consumieron las fotografias y los recortes que atesoraba Lazarus Jann, y mientras los coches de la policia llegaban al pie de aquella pira fantasmagorica que encendio el alba a medianoche, los ojos de aquel nino atormentado se cerraron para siempre en una habitacion en la que nunca hubo juguetes y nunca los habria.

Nunca en su vida Ismael podria olvidar aquellos ultimos momentos de Lazarus y su companera. Lo ultimo que habia podido ver habia sido como Lazarus la besaba en la frente. Se juro entonces que guardaria su secreto hasta el fin de sus dias.

Las primeras luces del dia habrian de revelar una nube de cenizas que cabalgaba hacia el horizonte sobre la bahia purpura. Lentamente, mientras el alba esparcia las brumas sobre la Playa del Ingles, las ruinas de Cravenmoore se dibujaron sobre las copas de los arboles, mas alla del bosque. El rastro de espirales evanescentes de humo mortecino ascendia hacia el cielo, dibujando caminos de terciopelo negro sobre las nubes, caminos apenas quebrados por las bandadas de pajaros que volaban hacia el oeste.

El telon de la noche se resistia a retirarse, y la neblina cobriza que enmascaraba el islote del faro en la

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