con vos unos instantes.

Mancino le miro contrariado. No se sabia si veia en el al rival favorecido por la fortuna o simplemente a un hombre fastidioso que venia a incordiarle con sus tonterias.

– ?Decidme lo que tengais que decir, senor! -respondio despues de un instante de reflexion, y con una sena pidio un poco de paciencia a los dos jovenes que le habian elegido como arbitro en su disputa sobre si habia que dar entre las artes la preferencia a la musica o a la pintura.

– En primer lugar -le explico Behaim-, quisiera pediros que vinieseis a mi mesa y fueseis mi invitado si no habeis cenado todavia.

– ?Ay de mi! -exclamo Mancino-. He nacido en una hora adversa. Con el honor que me concedeis llegais demasiado tarde, senor, pues hace una hora llene mi estomago con pan y queso. Y el hecho de que tal cosa pudiese ocurrir, demuestra que he perdido la gracia de Dios. ?Pero debo asombrarme? ?Yo que atravieso la vida con una inmensa carga de pecados?

– Eso -dijo Behaim que no estaba pensando en la gracia de Dios ni en la carga de pecados sino en el queso- no os debe impedir vaciar conmigo una o dos jarras del Vino Santo que sirve aqui el tabernero.

– Acabais de encontrar -dijo Mancino sentandose a la de Behaim- unas palabras que serian capaces de hacer que superase su infortunio un ser que esta completamente desesperado, un ser que esta condenado incluso al mas profundo infierno. ?Eh, tabernero! ?No seas tan parsimonioso, acercate y atiende las ordenes del caballero! Y supongo que vos -dijo dirigiendose de nuevo a Behaim-, no habeis esperado aqui solo para dejarme degustar el Vino Santo.

– Me han dado y encarecido vuestro nombre -explico Behaim-, como el de una persona a quien se puede recurrir con toda confianza en casos dificiles. ?A vuestra salud, senor!

– ?Y a la vuestra! -le respondio Mancino-. En efecto, algunos tienen acerca de mi esa opinion, otros en cambio, creen que es hora de que me retire de los negocios y se los deje a otros, dicen que a mis anos no soy nada mas que el vacilante cabo de una vela que puede apagarse con un leve soplo. Sea como fuere, estoy a vuestra disposicion.

– Es curioso -dijo Behaim pensativo-. Ahora que estoy sentado aqui enfrente de vos me da la sensacion, yo diria que estoy casi seguro, de haberme cruzado con vos hace anos. Pues vuestra cara no es de las que se olvidan facilmente. Era un dia de verano y yo estaba sentado delante de mi albergue tomando un vino, en algun lugar de Borgona o de Provenza, entonces vi subir por la carretera un cortejo, dos alabarderos a la derecha y dos a la izquierda, que conducian a la horca a un hombre que caminaba entre ellos, y ese hombre erais vos. Pero no teniais aspecto de maleante, caminabais orgulloso con la cabeza alta como si estuvieseis invitado a un banquete ducal.

– En mis suenos -dijo, indiferente, Mancino-, me veo a menudo debajo de la horca y un cura gordo me tiende su cruz de plata para que la bese. Pero supongo que no habeis venido para escuchar mis suenos. Hacedme pues el favor de darme a conocer vuestros deseos.

– A un hombre habil, inteligente y experto como vos -opino Behaim-, no le resultara dificil complacerme.

– La tarea puede ser dificil de ejecutar o tambien peligrosa -explico Mancino-, y puede -su voz bajo hasta convertirse en un murmullo- atentar contra las leyes del ducado, todo eso no me asusta, solo depende del grado de vuestra generosidad, pues, como ya sabeis, no estoy precisamente colmado de bienes terrenales. Es cierto que en los proximos dias deberia realizar algunos trabajos que tengo pendientes, mi tiempo es escaso, pero si nos ponemos de acuerdo… vos sabeis y en los Evangelios esta escrito: hay que estar dispuesto a abandonar el barco y las redes por una buena obra.

– ?Entonces, al grano! -prosiguio Behaim en un tono un poco mas bajo-. Me han hecho saber que ese punal - dijo, dirigiendo una mirada al arma que llevaba Mancino al cinto- es un verdadero portento que mas de una vez ha hecho entrar en razon a un testarudo que no queria ceder.

– Si que lo es -asintio Mancino y su mano se deslizo carinosamente sobre la vaina de cuero de su punal-. En ese arte ya podria haber alcanzado el grado de maestro o de doctor.

– Entonces -dijo Behaim-, no me queda mas que buscar unos cuantos monjes que esten dispuestos a rezar oraciones por la salvacion de su alma.

– ?Por la salvacion de su alma? Me estimais en poco, senor -dijo Mancino-. Supongo que no pretendereis atentar contra la vida de esa persona, por muy testaruda que sea. Es cierto que en mi profesion hay algunos cuyo cuchillo no conoce la medida justa. Apunalan y matan como buenos chapuceros que son y luego vienen las complicaciones. No, senor, yo no soy de esos. Mi punal sabe ser comedido.

– Entonces opinais -quiso oir su confirmacion Behaim- que empleando medidas suaves, un tajo en su maldita cara, por ejemplo, hara que ese rufian…

– Si, le despachare con algo similar -explico Mancino-. Recibira su merecido. Confiad en mi, quedareis satisfecho.

– De acuerdo -dijo Behaim-. Proceded con el como os parezca oportuno. Yo, desde luego, preferiria ver colgado a Boccetta con un palmo de lengua fuera de la boca.

Por un instante reino silencio. Mancino alzo la cabeza y miro a Behaim. Poso sobre la mesa, sin haber bebido de el, el vaso de estano que se habia llevado a la boca.

– Asi que cuando le deis su merecido -dijo Behaim-, no actueis con excesiva mezquindad. Considerad las injusticias que ha cometido ese Boccetta conmigo y con muchos otros. Dejadle tan malherido que en el futuro tenga motivo de acordarse de mi de vez en cuando.

Mancino miraba fijamente delante de si sin decir palabra.

– Asi que conoceis mis intenciones -continuo Behaim-, y pienso que estamos de acuerdo en lo que se refiere a Boccetta. Solo os queda comunicarme vuestras pretensiones. Se que la ejecucion de semejante trabajo no se hace gratuitamente. Por consiguiente, decidme a cuanto ascenderan los gastos.

Mancino seguia guardando silencio.

– Comunicadme vuestro precio -repitio Behaim-, y decidme que parte de la suma pedis por adelantado por vuestras molestias. Recibireis el resto en cuanto hayais cumplido. Sabed que soy un pagador puntual y puedo nombraros a hombres respetables de esta ciudad que lo confirmaran.

Mancino suspiro, movio la cabeza, aparto el pelo de su frente y empezo a hablar.

– Como ya os he dicho al principio -explico-, carezco de tiempo para esta clase de asuntos. Debo pensar en los mios que tambien son importantes, pues no hay nadie que se ocupe de ellos en mi lugar.

A Behaim le dio la impresion de que Mancino solo pretendia obtener un salario mas elevado y eso le contrario.

– ?Basta de pretextos, decidme vuestro precio! -le ordeno-. Dejaos de rodeos, no llevan a ninguna parte. ?Hablad alto y claro! Asi nos entenderemos mejor.

– Habeis venido en vano -dijo Mancino preocupado-Yo no puedo serviros, senor, pues un asunto como este con sus especiales circunstancias, debe ser preparado cuidadosamente, y yo no tengo tiempo para esa preparacion. Ademas, se da el caso de que mi mano ya no es tan segura como antano y podria ser que os causase complicaciones a vos y tambien me las causase a mi.

– Quiero que me entendais bien -le insistio Behaim-. Recibireis una parte de vuestro salario en el acto, aqui en esta mesa os la embolsais, en cuanto hayamos llegado a un acuerdo.

Mancino le interrumpio con un gesto de la mano.

– Os entiendo perfectamente, pero parece que sois vos quien no me entiende -dijo-. No os puedo servir, os he nombrado mis motivos. Ademas debeis tener en cuenta que ese Boccetta es un hombre viejo. No me reportaria mucha gloria pelearme con el.

– ?Acaso andais buscando gloria? -se impaciento Behaim-. ?No os interesa el dinero que podeis ganar en este asunto, y encima de un modo tan sencillo?

– Que se esfuerce otro en ganarlo -decidio Mancino-. A mi ese dinero no me interesa. Asi que no sigais hablando del asunto, es inutil. Y ahora, si me quereis disculpar…

– ?Que demonios ocurre con vos? -exclamo Behaim consternado-. Hace unos minutos hablabais muy sensatamente, ?y ahora me quereis dejar en la estacada? Sabeis lo importante que es para mi este asunto. ?Que voy a hacer Para conseguir los ducados que se ha quedado ilegitimamente ese canalla!

– Si quereis un consejo -opino Mancino levantandose-, os dire lo siguiente: tomaos tiempo, esperad tranquilamente a ver como evolucionan las cosas y no os precipiteis. Hoy es un dia, manana otro. Si hoy habeis perdido dinero con Boccetta, manana lo recuperareis con otro.

Вы читаете El Judas de Leonardo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату