El comerciante bohemio Behaim actua como protagonista en la intriga del dinero y del amor: el traiciona su amor por cobrar una deuda. Solo un personaje de la novela juega en los discursos del dinero, del amor y del arte un papel principal: Mancino, un poeta de origen desconocido que, como subraya su balada, no se conoce verdaderamente: «Y que soy yo en este mundo sino un mercachifle que negocia con lo que tiene en un momento dado, unas veces con versos, otras con mujeres». Ese Mancino, el lector lo averigua, ama a Niccola tan desinteresadamente como a su poesia, pero como no puede vivir de ninguno de los dos amores, ha de prestarse a toda clase de servicios ruines y negocios oscuros.
Los personajes principales de la novela, el viejo codicioso y su bella hija que se enamora de un ser indigno, el mercader que traiciona su amor, el poeta de origen desconocido, todos ellos son figuras artisticas de la tradicion literaria pero viven en una novela historica.
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Sin preambulos, transporta Leo Perutz al lector del
Expuso al duque la esencia del arte y le explico que los espiritus sublimes crean a veces mas cuando menos parecen trabajar, es decir, cuando conciben su obra en la mente y se hacen una idea exacta de la misma, de manera que despues las manos solo han de reproducir y ejecutar lo que ya se encuentra terminado en la idea. Reconocio tambien, que aun le faltaban dos cabezas; en primer lugar, la del Salvador que no tenia intencion de buscar sobre la tierra; […]. Algo parecido le ocurria con la cabeza de Judas, pues por mucho que se esforzase, le parecia imposible imaginar el rostro del apostol que habia sido capaz de traicionar a su senor, el creador del mundo, que tanto bien le habia hecho […].
Leo Perutz, que ya en la Viena de 1937 empezo a estudiar numerosas fuentes para su proyecto del
Pero Perutz no solo reune figuras historicas e imaginarias, en el tratamiento de los personajes historicos tambien maneja con mucha libertad la historia y la ficcion, como puede verse en el personaje de Mancino. En su boca pone Perutz una admirable version de la «Ballade des menus propos» de Villon, la «Balada de las cosas que conozco y de una cosa que no conozco». En verso y prosa, Mancino «cita» a Villon repetidamente, y con estos montajes de citas Perutz alcanza a veces grandes efectos, por ejemplo, cuando deja que el piadoso Mancino pronuncie en su lecho de muerte el verso blasfemo -que en Villon aparece en un contexto completamente distinto-: «Notre Seigneur se taist tout quoy» («Nuestro Senor persiste en su silencio»). El hecho de que Francois Villon, que nacio probablemente en 1431 y cuyo ultimo rastro documentado data de 1463, reaparezca en el Milan de 1498 afectado de amnesia en la figura de Mancino como «un joven enamorado», aunque en opinion de Behaim «mas que un galan, parecia la mismisima muerte descarnada», constituye en verdad una construccion audaz que pertenece exclusivamente a Perutz, pues las leyendas habituales dejan morir a Villon en Belgica o en Inglaterra o le hacen regresar al final de sus dias a Francia, como cuenta, por ejemplo, Rabelais. Perutz celebra finalmente un triunfo ironico sobre los hechos historicos al dejar que Villon, cuya vida alcanzo, casi de manera exclusiva, notoriedad publica por sus robos, sufra en su novela a traves de la figura de Mancino la herida mortal, cuando Mancino, un complice caballeresco, se presta a llevar a Boccetta el dinero que sustrajo Niccola.
La ironia con que maneja Perutz el concepto de la novela historica se pone especialmente de manifiesto en el «Comentario final del autor» donde reconoce la libertad y audacia de su construccion al dejar que Villon siga viviendo en Mancino. La primera clave de ese comentario final reside en que el autor no argumenta con una sola palabra en favor de la plausibilidad de su construccion. En lugar de ello remite al lector a las conclusiones que puede sacar de esa construccion. Si el lector la acepta, Mancino, alias Villon, pronuncia en la novela los versos del poeta frances con todo el derecho; si no la acepta, debera considerar que el vilipendiado Mancino es tambien un plagiario. En la formulacion que hace Perutz de esta alternativa, se encuentra la segunda clave del comentario final: el autor, que surge para hacer frente al reproche del plagio, ya no aparece en ese comentario. Delega la responsabilidad de la utilizacion de los versos de Villon en su figura literaria Mancino a la que dedica como plegaria precisamente un epitafio de Villon…
El lector que esperaba del «Comentario final del autor» alguna aclaracion sobre la novela o las intenciones del autor se ve defraudado -pero es compensado con creces por una pieza de enredo magistralmente escenificada donde aparecen el autor, el personaje historico y el personaje de la novela. Lo unico que parece serio en este juego es el amor que siente el autor por su personaje novelesco Mancino-Villon.
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