Leonardo. Tal vez la «calma artistica» que se habia instalado en su trabajo literario en la ultima fase de su vida estaba motivada por el exilio de Perutz. En 1942 escribia a un amigo:

Trabajo, ciertamente, ?pero para quien y para cuando? El mundo escuchara y leera despues de la guerra cosas muy distintas de las que elaboro aqui tan arduamente detras de un alambre de espino intelectual y que sin ninguna vivencia y sin ningun acontecimiento notable invento y redacto en un aleman pulcro. Con nadie puedo hablar una palabra sobre problemas de trabajo o sobre ideas.

El Judas de Leonardo es una novela historica que presenta a traves del ejemplo del Milan de Ludovico Sforza la grandeza y fransitoriedad de aquella cultura europea a la que estuvo ligado Perutz toda su vida y de la que nunca se vio separado tan dolorosamente como durante su exilio en Palestina.

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Realmente, el hombre no se diferencia del animal,

salvo en lo accidental, que hace que el sea una cosa divina;

pues donde la naturaleza deja de crear sus copias, alli

comienza el hombre a hacer de las cosas naturales, con la ayuda de la

naturaleza

imagenes infinitas que no son necesarias para aquel

que se limita buenamente, como hacen los animales;

en los propios animales no hay que buscar una disposicion para ello.

LEONARDO DA VINCI

Es evidente que Leo Perutz sabia que convertir a Leonardo da Vinci en personaje de una novela historica era una audacia mucho mayor que dejar que el legendario Frangois Villon perviviese, perdiendo la memoria y el nombre, en una figura novelistica. Por esa razon, Perutz no escribio una novela historicoartisti-ca sobre el Leonardo de la Cena; no hizo una descripcion literaria del cuadro como habia hecho Goethe en su famoso comentario-Bossi y no dedico una sola frase a la interpretacion historicoartis-tica de la obra de Leonardo. Describe la figura de Leonardo desde una gran distancia y, en general, le deja pronunciar frases que nos han llegado de el o que se inspiran en ellas.

Ademas de todas las otras funciones complicadas que desempenan en la novela, las figuras de Leonardo y de Villon sirven a Perutz para ilustrar problemas filosoficoartisticos generales. Leonardo es representado como el artista «problema» ebrio de afan cognitivo como le habia caracterizado Sigmund Freud en 1910: «Del cuadro le interesaba sobre todo un problema y detras de este veia surgir otros innumerables problemas tal como solia hacer en su interminable e inacabable estudio de la Naturaleza. […] En el pasado, el artista habia puesto a su servicio al investigador, ahora el servidor se habia convertido en el mas fuerte y sometia a su amo».

«Quien no sea capaz de conocer y comprender exactamente la anatomia de los nervios, de los musculos y de los tendones», explica Leonardo al poeta Bellincioli en la novela de Perutz, «deberia pintar un manojo de rabanos, pero no el cuerpo humano». Antes de iniciar el propio proceso del dibujo y de la pintura, Leonardo tiene que resolver siempre problemas nuevos, problemas cada vez mas complicados, y el tesorero ducal no se equivoca cuando atribuye el periodo de «calma artistica» que se ha instalado en la creacion de Leonardo, al exceso de conocimiento que pesa sobre el artista. Naturalmente, la terapia que propone el tesorero es ilusoria: «Deberia olvidar un poco de su arte y de su saber, para realizar otra vez obras hermosas».

Respecto a la figura inconclusa del Judas, Leonardo posee la solucion cognitiva del problema en forma de una -por cierto muy moderna- interpretacion del pecado de Judas, pero para acceder a ese concepto claro del pecado de Judas le falta la percepcion. Por otro lado, Perutz nos muestra que «las percepciones sin conceptos son ciegas» (Kant), al dejar que Leonardo se cruce dos veces con Behaim. En las dos ocasiones este tiene agarrada su bolsa, como el futuro Judas de la Cena, «Pero messere Leonardo, que estaba con sus pensamientos en el Judas de su Santa Cena, no tuvo ni una mirada para el».

Solo Mancino, que poco antes de su muerte llama la atencion de Leonardo sobre el «Judas» Behaim, consigue asociar el pecado de Judas a la figura que corresponde al concepto. Esta funcion decisiva para la creacion de la Cena solo es capaz de asumirla Mancino porque esta concebido como antagonista de Leonardo: el es el artista que crea de manera inconsciente, para quien el amor significa mas que el conocimiento y el saber. Por lo tanto, no es un capricho estetico que Perutz deje actuar a Mancino como mediador entre los discursos del dinero, del amor y del arte, y a Leonardo, en cambio, exclusivamente en el ambito del arte. Porque Leonardo no ama. Freud ha expuesto en su estudio sobre Leonardo que un hombre como el es capaz de concentrar todas las energias del amor, en la investigacion y el conocimiento: «Un hombre asi investigaria, por ejemplo, con la entrega apasionada que dedicaria a su amor, y podria investigar en lugar de amar».

En la novela, Leonardo explica a la amante del duque por que no ha terminado aun su Cena: «La verdad es que estoy unido a esta obra como el amante a la amada. Y como sabeis, la amada rechaza a menudo, malhumorada y arisca, a quien solicita su amor con pasion». Precisamente la distancia ironica permite a Leonardo establecer aqui la comparacion abierta entre la obra y una amada.

Al contrario que Leonardo, el artista reflexivo, consciente de los problemas, Mancino-Villon es el poeta ingenuo que crea inconscientemente. Aunque opuestos en cuanto a la produccion de sus obras artisticas, Leonardo y Mancino se tienen un gran aprecio, y el alto grado de entendimiento que existe entre ellos se percibe claramente por el hecho de que Mancino es capaz de mostrar un «Judas» a Leonardo aunque no conoce el concepto que tiene Leonardo del pecado de Judas.

Perutz no revela en su novela que tiene preferencia por uno de los dos tipos de artista -la clave de esta novela es quizas que el contexto en el que tiene lugar la genesis del producto artistico carece de importancia para la obra de arte terminada. Desde la perspectiva de la Cena terminada, la variada trama de la novela en torno al dinero, el amor y el arte solo tenia el sentido de proporcionar una expresion formal al concepto del pecado de Judas; en el momento en que la figura de Joachim Behaim queda ligada a ese concepto y Leonardo concluye la Cena, esta se independiza como obra de arte de los contextos historicos de su genesis.

Perutz ilustra de una manera magistralmente ironica esta independizacion de la obra de arte respecto al contexto de su genesis, por medio del nombre de «Judas» que en la novela lleva una vida personal errante antes de concretizarse como Judas de Leonardo. Al principio de la novela, Leonardo no presta atencion a Behaim, su futuro modelo de Judas, porque «se halla en pensamientos con el Judas de su Santa Cena». El concepto del «Judas de la Santa Cena» se refiere aqui a algo inconcluso, una mera idea relacionada con el concepto del pecado de Judas que aun no ha encontrado una forma.

Cuando Behaim regresa en 1506 a Milan y se halla en el refectorio del convento de Santa Maria delle Grazie frente a la Cena terminada, las gentes se dicen unas a otras la frase -memorable tambien para los filosofos que analizan el lenguaje-: «Judas ha contemplado al Judas». El segundo «Judas» de esta frase se refiere sin duda al Judas pintado de la Cena de Leonardo. El «Judas» mas interesante de esta frase remite, sin embargo, a Behaim para quien la conclusion de la Cena tiene la importancia de un «bautismo»: el ha perdido su nombre de pila y, a partir de ese momento, lleva el nombre del apostol que traiciono a Cristo.

Si en la frase «Judas ha contemplado al Judas» solo desaparece el nombre de Behaim detras del de Judas, en la ultima frase de la novela se pone toda la existencia de Behaim bajo el signo de Judas. A la pregunta si sigue queriendo a Behaim, Niccola responde a su marido, el escultor Simoni: «Creeme, nunca le habria amado, si hubiese sabido que lleva el rostro de Judas». Para Niccola la existencia de Behaim ha desaparecido hasta tal punto detras de la figura del Judas de la Cena que no se da cuenta de la paradoja de su afirmacion -pues evidentemente no es Behaim quien lleva el rostro de Judas, sino que es el Judas de la Cena quien lleva el rostro de Behaim. En el titulo de la novela, Leo Perutz resume todas las alternativas del nombre de «Judas» en una abreviacion concisa. Como

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