conocieron en la asociacion academica, durante una velada poetica, y no tardaron en congeniar pese a ser tan distintas. Karin, con sus antecedentes, tenia una gran confianza en si misma. Birgitta, en cambio, era insegura y timida.

Se vieron involucradas en el movimiento de adhesion al Frente Nacional de Liberacion, a cuyas reuniones asistian, calladas como moscas y atentas a los jovenes, sobre todo hombres, que se consideraban en posesion de grandes conocimientos; ellos pronunciaban largos y ampulosos discursos sobre la necesidad de hacer la revolucion. Al mismo tiempo, las arrebataba la sensacion de que era posible crear otra realidad; de que ellas mismas participaban en la creacion del futuro. Y no fue el movimiento por el Frente de Liberacion Nacional su unica escuela en materia de organizacion politica. De hecho, existia un sinfin de grupos que expresaban su solidaridad con los movimientos de todo el mundo a favor de la liberacion de las colonias pobres. Y otro tanto ocurria en Suecia. Era una efervescencia de ansias de rebelion contra todo lo viejo y obsoleto. Fue, en pocas palabras, una epoca maravillosa.

Despues, ambas fueron miembros del grupo de izquierda radical conocido como Los Rebeldes y, durante varios meses de actividad febril, vivieron como en una secta cuyos pilares eran una autocritica brutal y el dogmatismo de la confianza en las interpretaciones que Mao Zedong hacia de las teorias de la revolucion. Se distinguieron de todas las demas alternativas de izquierda, a las que miraban con desprecio. Destruyeron sus discos de musica clasica, limpiaron sus estanterias y llevaron una vida que emulaba la de la guardia roja que Mao habia movilizado en China.

Karin le pregunto si recordaba el famoso viaje a Tylosand, adonde fueron a banarse. Si, claro que lo recordaba. Habian celebrado una reunion con la celula a la que pertenecian. El camarada Moses Holm, que estudio medicina, aunque perdio la licencia por abuso y prescripcion de narcoticos, presento la propuesta de «infiltrarse en el nido de serpientes burgues que se pasaba el verano banandose y tomando el sol en Tylosand». Tras una larga discusion se acepto la propuesta y se diseno una estrategia. Al domingo siguiente, un dia de primeros de julio, diecinueve camaradas partieron en autobus en direccion a Halmstad, hacia Tylosand. Encabezado por un retrato de Mao y rodeado de banderas rojas, el grupo inicio la marcha hasta la playa, ante el asombro de los veraneantes. Recitando sus divisas y blandiendo el pequeno libro rojo, se adentraron en el agua con la fotografia de Mao. Despues se congregaron en la orilla cantando El este es rojo, condenaron la Suecia fascista en un breve discurso y exhortaron a los trabajadores que tomaban el sol a tomar las armas y prepararse para la revolucion que no tardaria en llegar. Finalmente regresaron a casa, donde dedicaron varios dias a valorar «el ataque» en la playa de Tylosand.

– ?Que es lo que mejor recuerdas tu? -quiso saber Karin.

– A Moses. Aseguraba que nuestra entrada en Tylosand quedaria escrita en la futura historia de la revolucion.

– Yo recuerdo lo fria que estaba el agua.

– Lo que he olvidado, en cambio, es que pensaba entonces.

– Entonces no pensabamos. Esa era la idea. Se suponia que teniamos que seguir docilmente las ideas ajenas. No comprendimos que se esperaba que liberasemos a la Humanidad como si fuesemos robots. -Karin meneo la cabeza y rompio a reir-. Eramos como ninos. Muy serios. Creiamos que el marxismo era una ciencia, como algo nacido de Newton, Copernico o Einstein. Pero creiamos. El pequeno libro rojo de Mao era un catecismo. No entendimos que no se trataba de una Biblia, sino de un conjunto de citas de un gran revolucionario.

– Yo recuerdo que tenia mis dudas -confeso Birgitta-. En el fondo. Como aquella ocasion en que fui a la Alemania del Este. Pense que aquello era absurdo; que, a la larga, jamas funcionaria. Solo que no me atrevi a decirlo. Temia que se notase que abrigaba mis dudas. Por eso, en las manifestaciones, siempre gritaba mas alto que los demas.

– Lo cierto es que no queriamos ver lo que veiamos. Vivimos en un autoengano sin parangon, aunque la intencion fuese buena. ?Como pudimos creer que los trabajadores suecos que pasaban sus vacaciones al sol estarian dispuestos a unirse a la lucha armada contra el sistema para construir algo nuevo y desconocido?

Karin Wiman encendio un cigarrillo. Birgitta Roslin recordo que siempre habia fumado, que sus manos siempre se movian nerviosas en busca del paquete de tabaco o de la caja de cerillas.

– Moses murio -revelo Karin-. En un accidente de trafico. Conducia bajo la influencia de las drogas. ?Te acuerdas de Lars Wester, el que decia que un verdadero revolucionario nunca bebia alcohol? Lo encontraron borracho perdido en Lundagard… ?Y de Lillan Alfredsson, la que perdio toda ilusion y se marcho a la India para convertirse en mendigo? ?Que fue de ella?

– Ni idea. Quizas haya muerto tambien.

– Pero nosotras estamos vivas.

– Si, nosotras si.

Siguieron charlando hasta que cayo la noche. Entonces salieron a dar un paseo por el pueblo. Birgitta se dio cuenta de que Karin sentia la misma necesidad que ella de volver al pasado para comprender el presente.

– De todos modos, no nos movian solo la ingenuidad y la locura -observo Birgitta-. La idea de un mundo en que la solidaridad fuese importante sigue hoy viva en mi. Y me gusta pensar que, pese a todo, opusimos resistencia, cuestionamos lo convencional, unas tradiciones que, de lo contrario, habrian orientado a este mundo aun mas hacia la derecha.

– Pues yo he dejado de votar -declaro Karin-. No me gusta que sea asi, pero no encuentro ningun partido cuya verdad politica pueda suscribir. En cambio, si que presto mi apoyo a ciertos movimientos en los que creo. A pesar de todo, aun existen, tan fuertes e indomitos como antes. ?Cuantas personas crees que se interesan hoy por el feudalismo de un pais tan pequeno como Nepal? Pues yo, por ejemplo. Firmo listas y hago donaciones…

– ?Nepal? Si apenas se donde esta… -confeso Birgitta-. Admito que me he vuelto indolente. Pero te dire que, a veces, anoro la buena voluntad de antano. No eramos solo un punado de alocados estudiantes que nos creiamos en el centro del mundo, un lugar donde nada era imposible. La solidaridad era real.

Karin se echo a reir.

– ?Te acuerdas de Hanna Stoijkovics? Aquella camarera loca del hotel Grand, en Lund, la que decia que eramos demasiado indulgentes… Siempre andaba fomentando la tactica de lo que ella llamaba «pequenos asesinatos». Segun ella, teniamos que ir matando a los directores de banco, a los empresarios y a los profesores reaccionarios. Debiamos dedicarnos a cazar depredadores, decia. Nadie la escuchaba, era demasiado. Y nosotros preferiamos disparar contra nosotros mismos y echar sal sobre las heridas. En una ocasion le arreo con la cubitera al portavoz del ayuntamiento. Y la echaron. Ella tambien murio.

– Ah, pues no lo sabia.

– Al parecer, le dijo a su marido que los trenes no se ajustaban al horario. El no entendio el mensaje. Luego la encontraron en las vias del tren, a las afueras de Arlov. Se habia envuelto en una manta, para que su cuerpo no estuviese demasiado desparramado cuando llegase la ambulancia.

– ?Por que lo hizo?

– Quien sabe. Lo unico que dejo fue una nota que hallaron en la mesa de la cocina: «He ido a tomar el tren».

– Pero tu has llegado a catedratica de universidad. Y yo soy jueza.

– ?Y Karl-Anders? ?Lo recuerdas? El que tanto temia quedarse calvo. Apenas hablaba, pero siempre llegaba el primero a las asambleas… Pues se hizo sacerdote.

– ?No es posible!

– De una iglesia libre de la Asociacion Sueca de Misiones. Y ahi sigue. Se pasa los veranos viajando y predicando bajo una carpa.

– ?Tal vez no haya tanta diferencia?

Karin adopto una expresion grave.

– Pues yo creo que si la hay. No debemos olvidar a cuantos han seguido luchando por otro mundo. En medio de todo aquel caos en que las teorias politicas se solapaban unas a otras, existia la confianza en que la razon terminaria por salir vencedora. ?Tu no pensabas asi? Yo, al menos, recuerdo que soliamos hablar de ello. La ilustracion acabaria triunfando.

– Si, es cierto. Sin embargo, lo que entonces parecia sencillo se ha complicado demasiado.

– ?Y no crees que eso deberia estimularnos mas aun?

– Supongo que si. Quiza todavia estemos a tiempo. En cualquier caso, envidio a todos aquellos que nunca abandonaron sus ideales o, mas bien, la conciencia de como es el mundo y por que. A los que siguen ofreciendo

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