personaje cada vez mas desagradable. Un hombre de origen sencillo que habia llegado a America. Y alli, de pronto, se le otorga un gran poder sobre otras personas. Un ser brutal que se habia convertido en un pequeno tirano. Birgitta se puso el abrigo y salio a dar un largo paseo por la ciudad, con la idea de liberarse de aquel profundo malestar.

Cuando puso la radio de la cocina, eran las seis de la tarde. La emision de noticias comenzo con la voz de Robertsson. Se quedo de pie dispuesta a escuchar las novedades. Mientras Robertsson hablaba, se oia de fondo el ruido de los flashes de las camaras y de las sillas en las que la gente iba acomodandose.

Como en las ocasiones anteriores, el fiscal se expreso de forma clara e inequivoca. El hombre al que habian detenido el dia anterior habia confesado haber cometido el solo todos los asesinatos de Hesjovallen. A las once de la manana, y a traves de su abogado, solicito hablar con la policia que lo interrogo por primera vez. Ademas, senalo su deseo de contar con la presencia del fiscal. Despues confeso sin ambages las circunstancias objetivas que llevaron a su detencion. Adujo como movil un acto de venganza. Aun habia que someterlo a muchos interrogatorios antes de poder establecer cual era el motivo de su venganza.

Robertsson termino ofreciendo el dato que todos esperaban.

– El hombre detenido se llama Lars-Erik Valfridsson. Es soltero, empleado de una compania de sondeos y ha cumplido varias penas por agresion.

Los flashes no paraban. Robertsson empezo a responder a las preguntas, que apenas lograba entender puesto que todos los periodistas las lanzaban a la vez. La locutora de radio bajo el volumen y empezo a hablar en lugar del fiscal. Dio una retrospectiva de lo que habia sucedido hasta el momento. Birgitta Roslin dejo la radio encendida mientras miraba las noticias del teletexto; alli solo podia leerse lo que Robertsson ya habia revelado en la conferencia de prensa. Apago los dos aparatos y se sento en el sofa. Algo en la voz de Robertsson la convencio de que no estaba totalmente seguro de que hubiesen detenido al verdadero culpable. Penso que en toda su vida habia oido a un numero suficiente de fiscales como para poder forjarse una opinion sobre la fuerza de su aserto. Pero Robertsson creia que tenia razon. Y un fiscal honrado jamas basaba sus acusaciones en apariencias o suposiciones, sino en hechos.

En realidad, era demasiado pronto para sacar una conclusion. Pese a todo, eso fue lo que hizo, precisamente. El hombre al que habian arrestado y detenido no era chino, desde luego. Sus descubrimientos empezaron a perder fuerza. Entro en el despacho y volvio a guardar los diarios en la bolsa. No le quedaba una sola razon para seguir profundizando en las ideas racistas que aquel misantropo desagradable habia anotado en unos libros hacia mas de ciento cincuenta anos.

Ceno tarde en compania de Staffan e intercambiaron unas palabras sobre la noticia. Tampoco los diarios vespertinos que el se habia traido del tren incluian una informacion distinta de la que ya sabian. En una de las fotos de la conferencia de prensa se entreveia a Lars Emanuelsson con la mano en alto, esperando su turno para preguntar. La recorrio un escalofrio al recordar sus encuentros con el. Le conto a Staffan que, al dia siguiente, iria a visitar a Karin Wiman y que probablemente se quedaria alli a pasar la noche. Staffan los conocia a los dos, a Karin y al hombre con el que estuvo casada.

– Vete -la animo-. Te hara bien. ?Cuando tienes la revision medica?

– Dentro de unos dias. Y seguramente me diran que ya estoy recuperada.

Al dia siguiente, cuando Staffan ya se habia ido al trabajo y mientras ella preparaba la maleta, sono el telefono. Era Lars Emanuelsson. Birgitta desconfio enseguida.

– ?Que quieres? ?Como has localizado mi numero de telefono? Es secreto.

Lars Emanuelsson solto una risita.

– El periodista que no sepa como dar con un numero de telefono, por secreto que sea, deberia dedicarse a otra profesion.

– Bueno, ?que quieres?

– Tu opinion. En Hudiksvall han ocurrido hechos importantes. Un fiscal que no parece muy seguro de lo que dice pero que, pese a todo, responde mirandonos a los ojos. ?Que tienes tu que decir al respecto?

– Nada.

La amabilidad de Lars Emanuelsson, fingida o no, desaparecio al instante. El tono de su voz resono mas duro e impaciente.

– No volvamos a lo de antes, responde a mis preguntas. De lo contrario, empezare a escribir sobre ti.

– No tengo ningun tipo de informacion sobre lo que ha revelado el fiscal. Estoy tan sorprendida como el resto del pueblo sueco.

– ?Sorprendida?

– Elige la palabra que prefieras. Sorprendida, aliviada, indiferente, lo que quieras.

– Bien, te hare unas preguntas sencillas.

– Voy a colgar.

– Si lo haces, escribire que una jueza de Helsingborg que acaba de abandonar Hudiksvall precipitadamente se niega a responder a mis preguntas. ?Has vivido alguna vez la situacion de tener la casa sitiada por periodistas? No cuesta nada. Antiguamente en este pais no se tardaba nada en organizar a una chusma para que linchasen a alguien, bastaba con difundir, de forma bien planificada, ciertos rumores. Una manada de periodistas se parece muchisimo a ese tipo de chusma.

– ?Que quieres exactamente?

– Respuestas. ?Para que fuiste a Hudiksvall?

– Soy pariente de varias de las victimas. No te dire cuales.

Birgitta oia la pesada respiracion del periodista mientras este consideraba o tal vez anotaba sus palabras.

– Si, eso puede ser cierto. ?Por que te marchaste?

– Porque queria volver a casa.

– ?Que hay en la bolsa de plastico con la que saliste de la comisaria?

Antes de contestar, Birgitta reflexiono un instante.

– Una serie de diarios que pertenecen a mi pariente.

– ?Es verdad eso?

– Lo es. Si vienes a Helsingborg, te mostrare uno de los diarios por la puerta entrecerrada, para que lo veas. Gracias por su visita.

– Te creo. Debes comprender que solo hago mi trabajo.

– ?Hemos terminado ya?

– Si, hemos terminado.

Birgitta Roslin colgo el auricular de golpe. La conversacion la habia irritado tanto que estaba empapada de sudor. Sin embargo, las respuestas que le habia dado a Emanuelsson eran tan ciertas como completas. Lars Emanuelsson no tendria nada sobre lo que escribir, pero su tozudez seguia llenandola de admiracion y hubo de admitir que, seguramente, seria un buen reportero.

Pese a que le habria resultado mas facil tomar el transbordador a Helsingor, fue hasta Malmo y cruzo el largo puente que antes solo habia atravesado en autobus. Karin Wiman vivia en Gentofte, al norte de Copenhague. Birgitta Roslin se equivoco dos veces antes de tomar la rotonda adecuada y, de ahi, la carretera de la costa hacia el norte. Soplaba un fuerte viento y hacia frio, pero el cielo estaba despejado. Eran las once cuando dio con la hermosa casa de Karin. Alli vivia cuando se caso y en ella murio su marido. Era un edificio blanco de dos plantas, rodeado de un jardin grande y frondoso. Birgitta sabia que desde la planta alta se veia el mar por encima de los tejados de las casas.

Karin Wiman salio a recibirla. Birgitta comprobo que habia adelgazado y que estaba mas palida de como ella la recordaba. Lo primero que penso fue que quizas estaba enferma. Se dieron un abrazo, entraron, dejaron la maleta en la habitacion que ocuparia Birgitta y Karin la guio para ensenarle la casa. No se habian producido muchos cambios desde la ultima vez que Birgitta estuvo alli. Karin habia querido conservarla como cuando vivia su marido, se dijo. «?Que habria hecho yo en su lugar?» No supo que contestarse. Claro que ella y Karin eran muy distintas. Y esa amistad suya tan resistente se basaba precisamente en esa gran disparidad. Habian desarrollado una especie de parapeto con el que amortiguar los golpes que se propinaban mutuamente.

Karin habia preparado el almuerzo. Se sentaron en una terraza acristalada llena de plantas de diversos aromas. Y casi enseguida, tras las consabidas frases iniciales de tanteo, empezaron a hablar de sus anos de juventud en Lund. Karin, cuyos padres tenian un acaballadero en Escania, llegaron alli en 1966, y Birgitta al ano siguiente. Se

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