– Que en Suecia hay una cantidad ingente de bosque.
– Yo creia que verte libre de todo te pareceria un alivio.
– ?De que, por ejemplo? ?De ti?
– De mi. Y de los juicios. Una pequena rebelion en la edad madura.
Birgitta se acerco mas a el.
– A veces me digo: ?esto era todo? Ya se que suena injusto. Tu, los ninos, mi trabajo, ?que mas puedo pedir? Sin embargo, aquello otro…, lo que pensabamos cuando eramos jovenes…, la voluntad no solo de comprender el mundo, sino tambien de cambiarlo. Si miramos a nuestro alrededor, comprobaremos que el mundo es peor que antes.
– No del todo. Ahora fumamos menos, hay ordenador y telefono movil.
– Es como si la tierra entera se hallase en vias de descomposicion. Y nuestros tribunales estan en el limite de la inoperancia cuando se trata de defender la dignidad moral del pais.
– ?Y en eso has estado pensando durante tu visita a Norrland?
– Es posible. Estoy algo abatida, pero quiza sea necesario sentirse asi a veces.
Guardaron silencio. Birgitta esperaba que el se volviese hacia ella, pero Staffan no se inmuto.
«Aun no hemos llegado a ese punto», se dijo decepcionada. Al mismo tiempo, no comprendia por que no era capaz de hacer ella misma aquello que esperaba de el.
– Deberiamos emprender un viaje -propuso el de improviso-. Ademas, hay conversaciones que es mejor mantener a la luz del dia y no antes de dormirse.
– Podriamos irnos de peregrinacion -sugirio Birgitta-. Recorrer el camino de Santiago de Compostela, segun manda la tradicion. Ir guardando piedras en las mochilas, cada piedra representa uno de los problemas a los que nos enfrentamos. Y, segun vayamos encontrando la solucion, iremos dejando las piedras en el camino.
– ?Hablas en serio?
– Por supuesto. Aunque no se si mis rodillas aguantaran.
– Si llevas demasiado peso, te saldra un espolon.
– ?Y eso que es?
– No se, algo que sale en el talon. Un buen amigo mio lo tiene. Ture, el veterinario. Es muy doloroso.
– Deberiamos hacernos peregrinos -susurro ella-. Pero ahora no. Antes tengo que dormir. Y tu tambien.
Al dia siguiente, Birgitta Roslin llamo al medico para comprobar que la revision planificada para dentro de cinco dias seguia en pie. Despues limpio la casa y no dedico mas que una mirada fugaz a la bolsa de los diarios. Hablo con sus hijos de organizarle a Staffan una fiesta sorpresa para su cumpleanos. Todos estuvieron de acuerdo en que era una idea excelente, asi que fue llamando a los amigos para invitarlos. De vez en cuando escuchaba las noticias sobre Hudiksvall. La informacion que iban dispensando desde la sitiada comisaria de policia era bastante escueta.
Ya a ultima hora de la tarde se sento ante el escritorio y, sin gran entusiasmo, saco los diarios. Ahora que habia un detenido por los asesinatos, sus teorias habian perdido interes. Fue pasando las hojas hasta la pagina donde habia dejado la lectura la ultima vez.
En ese momento sono el telefono. Era Karin Wiman.
– Hola, solo queria saber si habias llegado bien.
– Los bosques suecos son infinitos. Me extrana que a la gente que habita en sus tinieblas no le crezcan pinochas. A mi me dan miedo los abetos. Me ponen triste.
– ?Y las hojas de los arboles?
– Van mejor. Pero lo que yo necesito ahora mismo es campo abierto, el mar, el horizonte.
– Pues ven a verme. Solo tienes que cruzar el puente. Tu llamada me trajo a la memoria una serie de recuerdos… Nos hacemos mayores. De repente, los viejos amigos se nos antojan reliquias que debemos conservar. Yo herede de mi abuela unos jarrones de cristal preciosos, bastante caros, de Orrefors. Pero ?que es eso comparado con la amistad?
A Birgitta Roslin le atrajo la idea. De hecho, ella tambien se habia quedado pensando en la conversacion con Karin Wiman.
– ?Cuando te vendria bien? Yo estoy de baja por enfermedad, por algo de anemia y la tension alta.
– Hoy no, pero quiza manana.
– ?Ya no das clases?
– Cada vez me dedico mas a la investigacion. Adoro a mis alumnos, pero me agotan. Solo les interesa China porque creen que alli pueden hacerse ricos. China es el Klondyke de nuestros dias. Son pocos los que desean profundizar en sus conocimientos sobre el gigantesco Reino del Centro y su pasado, que es de un dramatismo casi inverosimil.
Birgitta penso en el diario que tenia ante si. Tambien alli se intuia entre lineas un Klondyke.
– Por supuesto, puedes quedarte en mi casa. Mis hijos casi nunca estan.
– Pero ?y tu marido?
– Murio, ya sabes.
Birgitta Roslin habria querido morderse la lengua… Lo habia olvidado. Karin Wiman llevaba viuda casi diez anos. Su marido, el hermoso joven de Aarhus que estudio medicina, murio de una leucemia galopante con poco mas de cuarenta anos.
– Lo siento, deberia haberlo recordado.
– No te preocupes. Bueno, ?vendras?
– Manana. Y me gustaria hablar de China. Tanto de la vieja como de la nueva.
Anoto la direccion, quedaron a una hora y noto como la idea de volver a ver a Karin la llenaba de alegria. Hubo un tiempo en que fueron intimas. Despues sus caminos las condujeron por derroteros diferentes, cada vez tenian menos contacto, cada vez se llamaban con menor frecuencia. Birgitta Roslin asistio a la lectura de tesis de Karin Wiman y a su discurso de toma de posesion de su puesto en la Universidad de Copenhague. En cambio Karin nunca presencio uno de sus juicios.
La asustaba el olvido. ?Cual era el origen de su dispersion mental? Todos los anos que llevaba ejerciendo de jueza, concentrada en alegatos y testimonios, habian agudizado su capacidad de concentracion. Y ahora no recordaba siquiera que el marido de Karin llevaba diez anos muerto.
Se sacudio aquella desagradable sensacion y comenzo a leer el diario por donde lo tenia abierto. Poco a poco fue dejando el invierno de Helsingborg para meterse en el desierto de Nevada, poblado de hombres con sombreros oscuros o panuelos anudados alrededor de la cabeza, que empleaban todas sus fuerzas en conseguir que el ferrocarril se extendiese hacia el este, metro a metro.
En sus notas, J.A. seguia hablando mal de cuantos trabajaban con el o estaban bajo su responsabilidad. Los irlandeses son perezosos y borrachos, los pocos negros que contrata la compania constructora son fuertes, pero reacios a esforzarse. J.A. desea que lleguen esclavos de las islas caribenas o del sur de America, pues ha oido hablar bien de ellos. Tan solo los latigazos son capaces de convencer a aquellos hombres de que trabajen con ahinco. Le gustaria poder azotarlos como si fuesen bueyes o asnos. Birgitta no logro averiguar a que pueblos detestaba mas. Tal vez a los indios, a la poblacion originaria de America, contra los que prodiga su desprecio. Su renuencia al trabajo, sus taimadas artimanas no pueden compararse con ninguno de los representantes de la escoria a la que se ve obligado a patear y golpear para que el ferrocarril continue serpenteando. De vez en cuando habla tambien de los chinos, a los que quisiera mandar al oceano Pacifico y darles a elegir entre ahogarse o llegar nadando hasta China. No obstante, no es capaz de negar que son buenos trabajadores. No beben alcohol, se lavan y cumplen las normas. Sus unicas debilidades son su pasion por el juego y sus extranas ceremonias religiosas. J.A. intenta argumentar por que detesta de tal manera a unas personas que se dedican a facilitarle a el el trabajo. En algunas frases de dificil interpretacion, Birgitta creyo entender que, segun J.A., los chinos, tan sufridos y trabajadores, estaban destinados para eso en la vida, simplemente. Habian alcanzado un nivel que jamas superarian por mucho que se desarrollasen.
Las personas a las que J.A. respeta por encima de todas son las procedentes de Escandinavia. En el campamento de construccion del ferrocarril hay una pequena colonia nordica compuesta por varios daneses, un grupo algo mayor de noruegos y un grupo, el mas numeroso, de suecos y finlandeses. «Confio en esos hombres. Mientras los tenga vigilados, no me enganaran. Ademas, no temen el esfuerzo; pero si les doy la espalda, se convierten en la misma basura que los demas.»
Birgitta Roslin aparto el diario y se levanto. Quienquiera que fuese aquel capataz del ferrocarril, le resultaba un
