Algo cayo al agua muy cerca del transporte y Cato se volvio hacia el lugar de donde habia venido el sonido justo cuando una dispersa descarga de proyectiles de honda pasaba vibrando a cierta distancia de la proa y cortaba la tranquila superficie del rio.

– ?Poneos los cascos! -grito Cato, y rapidamente se abrocho la correa bajo la barbilla al tiempo que se agachaba bajo la amurada de la cubierta de proa. Por delante de ellos, el trirreme giro rio arriba y dejo que la distancia recorrida fuera la adecuada antes de echar el ancla. El primer barco de transporte se deslizo bajo su popa y se dirigio hacia la orilla del rio situada a unos cien pasos mas alla. Los proyectiles de las hondas seguian golpeando la embarcacion, pero tanto la tripulacion como los legionarios se agacharon lo suficiente para hacer que la descarga resultara inofensiva.

– ?Tranquilos los remos! -bramo el capitan del barco de transporte; los remeros se apoyaron en los mangos de las palas y esperaron a que los demas transportes se acercaran y formaran una linea de manera que pudieran alcanzar la orilla al mismo tiempo, y las tropas desembarcaran a la vez. Bajo la lluvia de proyectiles de los honderos y arqueros, los torpes transportes maniobraron para ponerse en posicion y aguardaron a que el trirreme iniciara el bombardeo del enemigo concentrado en la ribera del rio.

Una subita serie de fuertes chasquidos cortaron el aire cuando se soltaron los brazos de torsion de las ballestas y se dispararon las pesadas flechas hacia los britanos de la orilla. El movimiento de sus filas senalo el paso de las flechas y los gritos y chillidos de los heridos se sumaron al sonido de su grito de guerra. Instantes despues, los arqueros auxiliares del trirreme empezaron a anadir sus descargas al ataque y los britanos escasamente protegidos cayeron como hojas. Mientras que el fuego de apoyo empezaba a abrir huecos en la orilla, el capitan del transporte que iba en cabeza dio la senal para que empezara el asalto y los remeros se inclinaron sobre sus palas. Los transportes avanzaron y-los legionarios de a bordo se pusieron los escudos encima de la cabeza para protegerse de la lluvia de flechas y proyectiles de honda. A las tripulaciones no se les habia proporcionado proteccion y mientras el primer transporte se acercaba a la orilla, el remo de babor cayo al rio cuando los dos miembros de la tripulacion que lo manejaban se desplomaron: uno de ellos habia sido alcanzado por dos flechas y yacia en cubierta dando alaridos mientras que su companero quedo tendido sin moverse, muerto por un proyectil de honda que le entro por un ojo hasta el cerebro. La resistencia del remo de babor pronto empezo a hacer girar la proa de la embarcacion. Al darse cuenta del peligro, Cato dejo el escudo y la jabalina, agarro el mango suelto y saco del agua la pala del remo. Al no estar acostumbrado a su peso y dificultad de manejo, intento como pudo mantener la proa del transporte alineada con la orilla mientras los proyectiles de honda chocaban contra ella con un vibrante repiqueteo y las flechas golpeaban la cubierta haciendo saltar astillas.

Se arriesgo a mirar por la borda y vio que la orilla estaba cerca, que en cualquier momento el barco tomaria tierra y empezaria el asalto. Una repentina sensacion de frenado indico que la quilla habia entrado en contacto con la superficie del lecho del rio. El transporte ceso su avance y el capitan ordeno a la tripulacion que se pusiera a cubierto. Cato dejo el remo y recupero el escudo y la jabalina, consciente de que todos los ojos de la centuria estaban clavados en el.

– Recordad, muchachos -grito-, esto es por Macro… Jabalinas en ristre!

Los hombres se pusieron en pie y los primeros subieron a la cubierta de proa dispuestos a arrojar sus jabalinas.

– ?Lancen a discrecion! El resto de la centuria paso sus jabalinas hacia delante para darselas a los que estaban en la cubierta de proa y los continuos disparos fueron derribando a mas enemigos hasta que se terminaron las lanzas. Cato se volvio para mirar y vio que el trirreme habia dejado de lanzar proyectiles.

Ese era el momento. Por un instante su mente empezo a considerar los terribles riesgos y la absurdidad de lo que estaba a punto de hacer y supo que si se retrasaba un poco mas le faltaria el coraje. Tenso los musculos y salto Por la borda de la embarcacion al tiempo que les gritaba a los demas que le siguieran. El agua le llegaba al pecho y las botas le resbalaban sobre el blando legamo del fondo del rio. A su alrededor el resto de la centuria salto al agua y se precipito hacia la orilla.

– ?Vamos! ?Vamos! -grito Cato por encima de todo el alboroto.

Los britanos sabian que debian ganar la lucha antes de que los romanos pudieran afirmarse en la orilla y se metieron en el rio para enfrentarse al ataque. Los dos bandos cayeron precipitadamente uno sobre otro a poca distancia de los transportes. Un hombre enorme avanzo por el agua y fue directo hacia Cato con la lanza levantada por encima de la cabeza, lista para atacar. Cato empujo su escudo hacia adelante cuando le sobrevino el golpe y mando la lanza a un lado. El contraataque se realizo con una precision que hubiera llenado de orgullo al centurion Bestia, y la espada con mango de marfil del centurion muerto se clavo profundamente en el costado del britano. Cato la retiro de un tiron justo a tiempo para golpearle la cabeza al proximo enemigo. Mientras luchaba se fue abriendo camino hacia la costa paso a paso, con los dientes fuertemente apretados al tiempo que un aullido inhumano en su garganta desafiaba a todo aquel que se encontraba por delante. El agua revuelta emitia unos destellos blancos y plateados bajo la brillante luz del sol, y unas motas color carmesi se elevaban centelleando como rubies antes de caer de nuevo y salpicar a los combatientes.

El agua que rodeaba las piernas de Cato se iba volviendo de un turbio color rojo a medida que mas romanos se abrian camino por el bajio y trataban de unirse a los legionarios que habian desembarcado momentos antes. Los transportes ya estaban siendo empujados de nuevo hacia el rio y se dirigian en busca de la segunda oleada de asalto con toda la rapidez que le permitian sus remos. Cato y los demas estarian solos hasta que el siguiente grupo pudiera sumarse a la batalla y lo unico que importaba era vivir hasta entonces. Ahora el agua ya solo le llegaba al tobillo y debia tener cuidado de no resbalar en el barro. Paraba los golpes con su escudo y arremetia con su espada a un ritmo constante, rechinando los dientes para soportar el dolor de sus quemaduras. El resto de la centuria combatia cerca de el y formo una pared de escudos de forma automatica mientras los anos de incesante entrenamiento daban fruto. La demencial confusion inicial se habia terminado y el combate empezo a tomar un cariz mas familiar para los romanos.

– ?Moveos a la izquierda, conmigo! -grito Cato al tiempo que divisaba a los soldados mas cercanos de otro de los transportes. Lentamente, su centuria fue avanzando hacia la hierba corta de la orilla del rio y empezaron a avanzar lateralmente para acercarse a sus companeros. Durante todo ese tiempo los britanos no dejaron de golpear sus escudos con espadas, hachas y lanzas. El soldado que estaba junto a Cato se desplomo con un grito agudo cuando la hiriente punta de una lanza siniestramente dentada le atraveso la pantorrilla. El britano que se hallaba al otro extremo de la lanza arranco esta de un salvaje tiron y el legionario cayo de espaldas, chillando. La centuria cerro filas y siguio adelante, y los gritos de su companero cesaron de pronto cuando los britanos lo masacraron sin perder ni un minuto. Poco a poco, los pequenos grupos de legionarios se juntaron unos con otros hasta que pudieron formar una linea solida de unos cuatrocientos o quinientos hombres. Sin embargo, los britanos seguian apinandose a su alrededor a miles, tratando desesperadamente de hacerlos retroceder hacia el rio.

– ?Cuidado, muchachos! -gritaba una y otra vez Cato mientras cortaba y daba estocadas a cualquier cara o cuerpo que se ponia al alcance de su espada. El escudo con el que se enfrentaba al enemigo vibraba y se estremecia con un ruido sordo con el impacto de los golpes; un esfuerzo inutil que ponia de manifiesto el pobre entrenamiento de aquellos guerreros britanos que luchaban con una furia desatada y que simplemente arremetian contra cualquier parte del invasor que se pusiera delante de sus armas. Pero los britanos compensaban su falta de calidad con su numero y, aunque el suelo estaba literalmente cubierto de sus muertos y moribundos, ellos seguian adelante como si estuvieran poseidos por demonios. Tal vez lo estaban. Al dar un rapido vistazo Cato vio una dispersa linea de hombres de extranas vestimentas y enmaranadas barbas que animaban a los britanos con los brazos alzados al cielo a modo de suplica mientras lanzaban salvajes maldiciones. Con un estremecimiento de horror, Cato se dio cuenta de que aquellos hombres debian de ser druidas, cuyas proezas se les relataban a los ninos romanos para asustarlos.

Pero solo tuvo tiempo de echar una brevisima mirada antes de tener que afrontar el siguiente momento dificil Un bloque de britanos, mejor armados y mas decididos que sus companeros, se enfrento de pronto a la sexta centuria y la obligo a retroceder hacia el rio. Cayeron varios hombres de Cato, a otros los atropellaron, otros perdian el equilibrio en el barro resbaladizo y de pronto la pared de escudos empezo a desmoronarse. Antes de que Cato pudiera volver a formar a sus hombres, noto una presencia a su lado. Solo tuvo tiempo de mirar a la derecha y vislumbrar el rostro grunon de un britano de cabello negro antes de que este chocara con su costado y ambos cayeran al bajio del rio.

Un destello cegador de la luz del sol. Despues, una brillante rociada que duro un instante y el mundo se oscurecio ante los ojos de Cato. La boca y los pulmones se le llenaron de agua cuando, de forma instintiva, trato de coger aire. El britano todavia estaba encima de el y movia freneticamente las manos tratando de agarrarlo del

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