cuello. Cato habia soltado la espada y el escudo al caer; se aferro a su atacante con la intencion de valerse de el para impulsarse fuera del agua que, de un modo extrano, carecia de los sonidos de la batalla. Pero el britano poseia un fisico poderoso y lo sujeto con fuerza hacia abajo. El angustioso anhelo por respirar y la inminencia de su muerte le proporcionaron a Cato una desesperada reserva de fuerza. Sus manos buscaron a tientas la cara del britano y le metio los dedos en los ojos. De repente el hombre solto la garganta de Cato y este salio a la superficie, resoplando agua y tratando de recuperar el aliento. Sus dedos seguian aferrados al rostro de aquel hombre; el britano dio un grito de dolor y trato de agarrar a Cato de los brazos antes de que algun instinto le hiciera propinar un punetazo a su oponente. El golpe alcanzo a Cato en la mejilla y todo se volvio blanco por un instante antes de volver a encontrarse bajo el agua con el peso de aquel hombre otra vez sobre el.

Esa vez Cato penso que seguramente se ahogaria. Sentia que la cabeza le iba a estallar y no conseguia nada con sus freneticas contorsiones. Miraba fijamente la plateada superficie del agua. El aire que proporcionaba la vida, apenas a treinta centimetros de distancia, bien podria haber estado a mas de un kilometro y, mientras todo se iba borrando, el ultimo pensamiento de Cato fue para Macro: la pesadumbre por no haber conseguido vengar al centurion. Entonces, el agua se tino de rojo y la sangre espesa atenuo la luz del sol. Las manos del britano seguian aferradas a su cuello, pero ahora otra mano se metio en el agua, lo agarro por el arnes, tiro de el hacia arriba y lo saco a la brillante luz del sol. Cato salio a la superficie en medio de un charco de color rojo y lleno de aire sus ardientes pulmones. Entonces vio el cuerpo del britano. Tenia la cabeza casi cercenada, solo un poco de cartilago y nervio la unian al torso.

– ?Se encuentra bien? -pregunto el legionario, que seguia sujetandolo del arnes, y Cato consiguio asentir con la cabeza mientras tragaba mas aire. Un pequeno grupo de hombres de la centuria montaba guardia junto a ellos y rechazaban los golpes de los britanos mas proximos.

– ?Mi espada? -Aqui la tiene, senor. -El legionario la saco del agua-. Es una buena espada. Deberia cuidarla.

Cato asintio con un movimiento de la cabeza. -Gracias.

– No es nada, senor. La centuria no puede permitirse el lujo de perder mas de un centurion por dia.

Con una ultima sacudida para que se le despejara la cabeza, Cato recupero su escudo y alzo su espada. El ritmo de la batalla se habia aflojado de forma notable al notarse los efectos del cansancio. Ni los romanos ni los britanos parecian tan entusiasmados por aquel martirio como lo habian estado poco antes y habia lugares en los que pequenos grupos se hallaban unos frente a otros, todos esperando que el otro hiciera el primer movimiento. Al volver la vista hacia el rio, Cato vio que el segundo grupo de ataque casi habia terminado de embarcar en los transportes.

– ?Ahora ya queda poco, muchachos! -exclamo en voz alta, tosiendo con el esfuerzo de gritar con agua todavia alojada en los pulmones-. ?El segundo grupo ya viene hacia aqui!

Una serie de golpes descomunales que provenian del trirreme llamaron su atencion y, al seguir con la mirada el arco que describian los proyectiles, vio que una nueva columna de guerreros britanos se acercaba por la orilla del rio. En medio de la columna habia un carro de guerra, ampulosamente ornamentado incluso para ser britano, sobre el cual habia un alto jefe con una larga y suelta cabellera rubia. Levanto su lanza y dio un grito y sus hombres contestaron con un rugido que surgio de lo mas profundo de sus gargantas. Habia algo en su atuendo y en la confiada manera que tenian de no hacer caso de los misiles lanzados desde el barco que era horriblemente familiar.

– ?Son los hijos de puta que nos atacaron anoche?

– Podria ser. -El legionario entrecerro los ojos-. No me quede el tiempo suficiente para memorizar los detalles.

Los druidas trataban freneticamente de lanzar a sus guerreros contra el primer grupo de ataque de los romanos. Cuando vieron aparecer la nueva columna chillaron de alegria y animaron a sus hombres con renovada ferocidad.

– ?Cuidado, muchachos! ?Un nuevo enemigo por el flanco izquierdo!

Se hizo correr la voz rapidamente por la linea y el centurion mas proximo a la nueva amenaza organizo a sus hombres para proteger el flanco, cerrando filas sobre lo que quedaba del primer grupo de ataque y justo a tiempo, puesto que los recien llegados ni siquiera intentaron desplegarse, sino que se precipitaron a una carga desenfrenada y se lanzaron contra la linea romana. Con un grito salvaje y un agudo choque de armas, los britanos trataron de abrirse camino entre los romanos a golpes de espada y fue evidente para todo el mundo que la lucha se estaba decantando a favor de los nativos.

Una ansiosa mirada hacia el rio mostro a Cato que el primer transporte ya habia salido y los remos se movian furiosamente para alcanzar la orilla opuesta. El grito de guerra de las nuevas tropas y las exhortaciones de los druidas hicieron renacer el espiritu guerrero de los britanos que, una vez mas, cargaban contra los escudos romanos.

– ?Contenedlos! -grito Cato-. ?Solo un poco mas! ?Contenedlos!

Los restos de la sexta centuria se unieron con otro punado de legionarios y resistieron con todas sus fuerzas en el pedazo de terreno que habian ocupado a orillas del Tamesis. Uno a uno fueron cayendo, y la pared de escudos se cerro en un grupo aun mas apretado de hombres hasta que parecio que su destruccion estaba proxima. El flanco izquierdo (si es que podia decirse que las mal echas agrupaciones de desafiantes romanos constituian una linea) se derrumbo bajo el feroz ataque de los guerreros de elite britanos. Dado que no habia ninguna posibilidad de rendirse o escapar, los romanos luchaban hasta morir alli donde se encontraban.

De los mil hombres mas o menos que habian llevado a cabo el primer asalto no quedaban mas de la mitad y Cato se horrorizo al ver que a los transportes se los llevaba la corriente rio abajo. Tomaron tierra a unos doscientos pasos mas alla de la desesperada lucha de sus companeros y la segunda oleada desembarco sin encontrar oposicion, tan concentrados estaban los britanos en destruir los restos del primer ataque. Cato alcanzo a ver la cimera escarlata del legado y, tras el, el estandarte del aguila cuando los recien llegados se apresuraron a formar en linea de batalla y marcharon rio arriba con rapidez. Los britanos vieron el peligro y se volvieron para enfrentarse a ellos. Cato observo desesperado como el avance de Vespasiano se ralentizaba y luego se detenia para verselas con la feroz resistencia a unos cincuenta pasos de distancia de donde se encontraba el malparado primer grupo de ataque.

Por la izquierda, los romanos se habian visto obligados a retroceder y formaban un arco compacto cuya base era el rio, y los britanos intuian una victoria inminente. Sus gritos de guerra sonaban entonces con un nuevo tono exacerbado mientras arremetian a golpes de hacha y espada contra los legionarios. En un momento todo habria terminado, pisotearian a los ultimos hombres de la primera oleada de ataque y los hundirian en el fango.

Pero el final no llego. Un cuerno de guerra britano hizo sonar una serie de notas por encima de la cacofonia de la batalla y, para asombro de Cato, los britanos empezaron a retirarse.

Con un ultimo intercambio de golpes, el guerrero con el que luchaba retrocedio con cuidado hasta que estuvo fuera del alcance del arma de Cato. Entonces se dio la vuelta y subio corriendo por la orilla, y por todas partes los brillantes colores de los britanos se apartaron de los escudos romanos y se alejaron hacia los druidas agrupados en torno al jefe, que estaba montado en su carro. Luego, en buen orden defensivo, el enemigo marcho por la ligera elevacion de la ribera y desaparecio, bajo el renovado acoso del trirreme.

Cato recorrio con la mirada el campo de batalla, sobre el que se desparramaban los cuerpos destrozados de los muertos y los gritos de los heridos, y apenas podia creer que siguiera vivo. A su alrededor, los restantes miembros de su centuria se miraban con asombro los unos a los otros.

– ?Por que carajo se han ido? -dijo alguien entre dientes. Cato sacudio la cabeza cansinamente y enfundo su espada.

Los recien llegados encabezados por Vespasiano cambiaron la direccion de su avance y formaron una cortina entre los britanos que se retiraban y el lamentablemente pequeno numero de supervivientes del primer grupo de ataque. _?Los hemos echado? ?No han podido aguantarlo?

– ?Piensa un poco! -exclamo Cato con brusquedad-. Tiene que haber sido otra cosa. Tiene que haberlo sido.

– ?Mirad alli! A la izquierda. Cato miro y vio unas diminutas formas oscuras que subian por la curva del rio: caballeria.

– ?Es nuestra o de ellos? Me imagino que debe de ser nuestra.

En efecto, al frente de la columna se divisaba un banderin de la caballeria romana. El despliegue de fuerzas de Plautio rio arriba en busca de un vado no habia sido en vano. Algunas cohortes batavas habian llegado al flanco

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