su tunica.
– Me preguntaba cuando me ibas a interrogar. Tuve suerte, supongo. La Fortuna debe de haberme echado el ojo. La verdad es que crei que todo habia terminado. Solo queria matar a todos los cabrones que pudiera antes de que acabaran conmigo. Conseguimos retenerlos durante un rato. Entonces algunos de ellos lograron meterse entre los escudos y pillaron a uno de los muchachos. En cuanto cayo, se nos echaron encima en un momento. Uno de ellos salto sobre mi, de un golpe me mando la espada a un lado y caimos sobre los arbustos que habia junto al camino. Consegui sacar mi daga y se la clave en la garganta. ?Casi me ahogo con la sangre de ese hijo de puta!
»Bueno, me quede quieto mientras el resto se amontonaba encima. Debieron de pensar que estaba muerto y estaban impacientes por encargarse de ti y los demas muchachos. Cuando estuve seguro de que se habian ido, me quite de encima al britano y me deslice dentro del pantano. Me mantuve alejado de los caminos y me dirigi hacia el rio y luego segui hacia abajo. De todos modos tuve que tener cuidado porque todavia habia muchos de ellos por ahi. Al final me uni a algunos muchachos de la septima cohorte y regresamos con la legion justo a tiempo de ver como vosotros arremetiais contra los britanos al otro lado del rio. La verdad es que no tienes ningun respeto por la centuria de otro hombre, ?no es cierto? Apenas te nombran centurion interino que ya pones a los muchachos bajo la muela.
Cato dejo de soplar la cuchara de estofado y levanto la vista,
– Los chicos querian hacerlo, senor. -Eso es lo que dicen. Pero yo creo que ya hemos tenido bastantes heroicidades por ahora. Otro combate como ese y ya no quedara centuria.
– ?Hemos tenido muchas bajas? -pregunto Cato con aire de culpabilidad.
– Unas cuantas. Los fondos funerarios se van a resentir de mala manera -anadio el centurion-. Esperemos que al menos podamos compensar el deficit cuando lleguen los reemplazos.
– ?Reemplazos? -Si. Me lo ha dicho uno de los administrativos del Estado Mayor. Hay una columna en camino desde la Galia. Con un poco de suerte obtendremos algunos soldados de la octava. Pero la mayoria son nuevos reclutas que han mandado de los centros de instruccion de la legion. -Sacudio la cabeza-. Un punado de malditos reclutas a los que hacerles de ninera en medio de una campana. ?Puedes creerlo?
Cato no dijo nada. Bajo la vista hacia su plato de campana y siguio comiendo. Cuando se habia unido a la segunda legion, lo ultimo que se esperaba era que antes de un ano estaria con las aguilas luchando por su vida en tierras barbaras. Tecnicamente el todavia era un recluta; su instruccion basica habia terminado pero todavia tenia que llegar el primer aniversario del dia en que se habia incorporado a la segunda legion. Su embarazoso silencio no paso desapercibido.
– ?Ah, tu eres bueno, Cato! Puede que no seas nada del otro mundo con la instruccion y todavia tienes que aprender a nadar, pero se te da bien la batalla. Lo conseguiras.
– Gracias -murmuro el, no del todo seguro de la mejor manera de encajar el hecho de ser condenado por tan vagos elogios. No es que le importara, puesto que poseia un temperamento que siempre le hacia sospechar de cualquier alabanza de que era objeto. En-cualquier caso, el estofado estaba delicioso, ya habia terminado el plato de campana y apuraba el fondo con la cuchara.
– Hay mucho mas, muchacho. -Macro metio de nuevo el cucharon en la olla y lo hundio bien para asegurarse de darle a Cato mucha carne-. Hartate mientras puedas. En el ejercito nunca esta garantizada la proxima comida. A proposito, ?como van tus quemaduras? -Por instinto, Cato se llevo la mano al vendaje de su costado y descubrio que se lo habian cambiado, le habian envuelto el pecho con una banda de tela limpia, lo bastante sujeta como para que no se cayera y al mismo tiempo no tan apretada como para que le molestase. Habian hecho un buen trabajo y Cato levanto la mirada agradecido.
– Gracias, senor. -No me des las gracias a mi. Lo hizo el cirujano Niso. Parece ser que lo han asignado al cuidado de nuestra centuria y tu te has encargado de tenerle ocupado.
– Bueno, ya le dare las gracias en algun momento. -Puedes hacerlo ahora. -Con un gesto de la cabeza Macro senalo por encima del hombro de Cato-. Ahi viene.
Cato giro la cabeza y vio la enorme mole del cirujano que surgia de entre las sombras de las tiendas. Levanto la mano para saludarle.
– ?Cato! Al fin te has despertado. La ultima vez que te vi bajabas por el Leteo. Apenas murmuraste cuando te cambie el vendaje.
– Gracias. Niso se dejo caer al lado del fuego entre Cato y su centurion y olisqueo la olla.
– ?Liebre? -?Que otra cosa podria ser? -respondio Macro. -?Os sobra un poco? -Sirvete tu mismo. Niso se desengancho el plato de campana del cinturon y, haciendo caso omiso del cucharon, hundio el plato en el estofado y lo saco lleno hasta casi el borde. Con una avida mirada ansiosa se humedecio los labios.
– Por favor, estas en tu casa -dijo Macro entre dientes, Niso metio la cuchara en la superficie del guiso, soplo un momento y sorbio con cuidado.
– ?Delicioso! Centurion, algun dia seras una buena esposa para alguien.
– ?Vete a la mierda! -Y que, Cato, ?como tienes hoy las quemaduras? El optio se toco el vendaje con mucha delicadeza y al instante hizo un gesto de dolor.
– Me duelen. -No me sorprende. No les has dado ni un momento de respiro. Algunas de las heridas estan abiertas y podrian haberse infectado si no las hubiese limpiado cuando te cambie las vendas. En serio, vas a tener que cuidarte un poco mas. Es una orden, por cierto.
– ?Una orden? -protesto Macro-. ?Y quien diablos os creeis que sois vosotros los medicos?
– Estamos cualificados para cuidar de la salud de las tropas del emperador, eso es lo que somos. El legado me dijo que me asegurara de que Cato descansaba. Esta exento de servicio y fuera de la linea de batalla hasta que yo lo diga.
– ?No puede hacer eso! -protesto Cato. Macro le lanzo una mirada severa y Cato se calmo al darse cuenta de la estupidez de su objecion.
– Mas vale que lo aproveches al maximo, muchacho, puesto que la orden viene del legado -dijo Macro con brusquedad.
Niso asintio con un vigoroso movimiento de la cabeza y volvio a su estofado. Macro alargo la mano para coger uno de los lenos mal cortados y lo coloco con cuidado entre las llamas. Una pequena nube de chispas se elevo en forma de remolino y Cato las siguio con la mirada hacia el cielo aterciopelado hasta que su brillo se apago y se perdieron contra las deslumbrantes lucecitas de las estrellas. A pesar de haber dormido durante la mayor parte del dia, Cato todavia sentia que el agotamiento le pesaba 'en todos los nervios de su cuerpo y hubiera estado temblando de frio de no ser por la hoguera.
Niso se termino el estofado, dejo el plato en el suelo y se tumbo de lado, mirando a Cato.
– Bueno, optio. Asi que vienes de palacio. -Si.
– ?Es cierto que Claudio es tan cruel e incompetente como todos sus predecesores?
Macro solto un resoplido. -?Que clase de pregunta es esa para que la haga un buen romano?
– Una bastante razonable -replico Niso-. Ademas, yo no soy romano de nacimiento. Resulta que soy africano, aunque con un poco de sangre griega tambien. De ahi mi ocupacion y mi presencia aqui. El unico lugar del que las legiones pueden conseguir experiencia medica decente es de Grecia y las provincias orientales.
– ?Malditos extranjeros! -exclamo Macro con desden-.
Los vences en la guerra y se aprovechan de nosotros en epoca de paz.
– Asi ha sido siempre, centurion. Las compensaciones por haber sido conquistados.
Pese a la frivolidad de los comentarios, Cato intuyo un dejo de amargura detras de las palabras del cirujano y tuvo curiosidad.
– ?De donde eres pues? -De una pequena ciudad en la costa africana. Cartagonova. Supongo que nunca has oido hablar de ella.
– Creo que si. ?No es alli donde se encuentra la biblioteca de Arquelonides?
– ?Vaya! Si. -El rostro de Niso se ilumino de placer-. ?La conozco.
– Se algo sobre ella. Esta construida sobre los cimientos de una ciudad cartaginesa, creo.
– Si. --Niso asintio con la cabeza-. Asi es. Sobre los cimientos. Todavia se ven las lineas de la antigua muralla de la ciudad y los trazos de algun conjunto de templos y astilleros. Pero eso es todo. La ciudad fue completamente arrasada al final de la segunda guerra patriotica.
– El ejercito romano no hace las cosas a medias -dijo Macro con cierto orgullo.
– No, supongo que no.