– ?Y estudiaste medicina alli? -pregunto Cato, tratando de desviar la discusion hacia un terreno mas seguro.
– Si. Durante unos anos. Lo que se puede aprender en una pequena ciudad comercial es limitado. Asi que me fui al este, a Damasco, y trabaje para adquirir practica ocupandome de la amplia variedad de dolencias que los ricos mercaderes y sus esposas imaginaban sufrir. Bastante lucrativo, pero aburrido. Me hice amigo de un centurion alli acuartelado. Cuando lo trasladaron a la segunda hace unos meses me fui con el.
No puedo decir que no haya sido emocionante, pero echo de menos el estilo de vida de Damasco.
– ?Es tan bueno como dicen? -pregunto Macro con el entusiasmo propio de los que creen que el paraiso debe de existir en algun lugar en esta vida-. Es decir, las mujeres tienen bastante fama, ?no es cierto?
– ?Las mujeres? -Niso arqueo las cejas-. ?Es lo unico en lo que pensais los soldados? En Damasco hay cosas mas importantes que sus mujeres.
– No me cabe duda. -Macro trato de ser refinado por un momento-. ?Pero es cierto lo de las mujeres?
El cirujano suspiro. -Las legiones que guarnecian la ciudad ciertamente asi lo creian. Dirias que nunca habian visto una mujer. Montones de babosos borrachos tambaleandose de un burdel a otro. No tanto en busca de la paz romana como a la caza de una pieza para los romanos.
Niso se quedo mirando fijamente al fuego y Cato vio que sus labios se quedaban inmoviles y trazaban una apretada y amarga linea. Macro tambien tenia la mirada clavada en el fuego, pero las perezosas llamas dejaban ver una sonrisa en su rostro mientras su mente se concentraba en los exoticos placeres de un destino oriental.
La diferencia entre aquellos dos representantes de la raza dominante y la conquistada preocupaba a Cato. ?Que valor tenia un mundo gobernado por zafios mujeriegos que trataban con prepotencia a sus mejor educadas razas sometidas? Macro y Niso no eran un ejemplo caracteristico, por supuesto, y la comparacion tal vez fuera injusta, pero, ?siempre se daba el caso de que la fuerza triunfaba sobre el intelecto? Sin duda los romanos habian triunfado sobre los griegos, sobre toda su ciencia, arte y filosofia. Cato habia leido lo suficiente para conocer la gran cantidad de cosas del patrimonio griego de las que se habian apropiado los romanos posteriormente. A decir verdad, el destino de Roma dependia de su habilidad para arrollar sin piedad a otras civilizaciones y subsumirlas. La idea era muy inquietante y Cato dirigio la mirada hacia el rio.
No habia duda de que los britanos eran unos barbaros.
Aparte de tener el aspecto adecuado para serlo, la falta de ciudades y la ciencia para proyectarlas, carreteras de grava y las cosechas organizadas en fincas agricolas evidenciaba claramente una calidad de existencia inferior. Los britanos, decidio Cato, carecian del refinamiento necesario para poder ser considerados civilizados. Si se tenia que dar credito a las historias traidas de las islas neblinosas por mercaderes y comerciantes, los nativos malvivian encima de enormes yacimientos de plata y oro. Parecia algo tipico de la caprichosa naturaleza de los dioses que a las gentes mas primitivas se les concediera la posesion de los recursos mas valiosos; recursos que ellos poco sabian apreciar y de los que las razas mas avanzadas, como los romanos, podian hacer mucho mejor uso.
Ademas, estaba la siniestra cuestion de los druidas. No se sabia mucho sobre ellos y todo lo que Cato habia leido describia el culto en unos terminos escabrosos y horripilantes. Se estremecio al recordar el bosquecillo que el y Macro habian descubierto pocos dias antes. Aquel lugar era oscuro y frio, y lleno de amenaza. Aunque no sirviera de otra cosa, la conquista de las islas neblinosas conduciria a la destruccion del oscuro culto druidico.
El asco que de pronto sintio hacia los britanos hizo que Cato detuviera esa linea de pensamiento. Como argumentos que justificaban la expansion del Imperio, parecian simples y verosimiles. Tanto era asi que Cato no podia evitar desconfiar de ellos. Segun su experiencia, aquellas cosas de la vida que se consideraban verdades simples y eternas solo lo eran debido a una deliberada limitacion del pensamiento. Se le ocurrio que todo lo que habia leido en latin siempre habia presentado a la cultura romana con los mejores terminos posibles y como infinitamente superior a todo lo que producia cualquier otra raza, ya fuera «civilizada», como los griegos, o «barbara», como aquellos britanos. Tenia que haber otro aspecto de las cosas.
Miro a Niso y se fijo en la piel oscura, las facciones morenas, el pelo rizado, grueso y abundante y los amuletos de extrano diseno que llevaba en las munecas. La ciudadania romana que se le habia otorgado al -alistarse a la legion era algo menos que superficial. Era una mera etiqueta legal que le conferia una cierta posicion social. Aparte de eso, ?que clase de persona era? _?Niso?
El cirujano levanto la vista de las llamas y sonrio. -?Puedo preguntarte algo personal? La sonrisa se desvanecio levemente y las cejas del cirujano se movieron, mas cerca una de otra. Asintio con un movimiento de la cabeza.
– ?Como es no ser romano? -La pregunta era delicada y directa y Cato se avergonzo de haberla hecho, pero la suavizo con un intento de explicarse-. Es decir, se que ahora tu eres ciudadano romano. Pero, ?como era antes? ?Que piensan de Roma los demas?
Niso y Macro le estaban mirando fijamente. Niso con el ceno fruncido y con suspicacia, Macro estupefacto sin mas. Cato lamento no haber mantenido la boca cerrada. Pero lo consumia un deseo de saber mas, de distanciarse de la vision del mundo que le habian inculcado desde que nacio. De no haber sido por los tutores de palacio, era una vision que hubiera aceptado sin dudar, sin la mas minima nocion de que era parcial.
– ?Que piensan de Roma los demas? -repitio Niso. Considero la pregunta durante un momento mientras se rascaba suavemente la espesa barba que le cubria el menton-. Interesante pregunta. No es facil de responder. Depende en gran medida de quien eres. Si resulta que eres uno de esos reyes clientes que se lo debe todo a Roma y que teme y odia a sus subditos, entonces Roma es tu unica amiga. Si eres un mercader de grano en Egipto que puedes sacar una fortuna de la distribucion de trigo al pueblo de Roma, o un gladiador y proveedor de bestias que les facilita a los ciudadanos los medios para malgastar el tiempo, entonces Roma es la fuente de tu riqueza. Los productores de articulos de primera calidad y las fabricas de armas de la Galia, los comerciantes de especias, sedas y antiguedades, todos ellos obtienen su sustento de Roma.
Dondequiera que haya dinero que se pueda conseguir gracias al voraz apetito de Roma por los recursos, el entretenimiento y el lujo, entonces alli hay un parasito que alimenta la demanda. Pero en cuanto a todos los demas --Niso se encogio de hombros-, no se que decirte.
– ?No sabes que decir o no quieres decirlo? -intervino Macro con enojo.
– Centurion, soy un invitado en tu hoguera y solo ofrezco mi punto de vista a peticion de tu optio.
– ?Estupendo! Entonces dinos cual es. Dinos que mierda es lo que piensan.
?Lo que piensan? -Niso arqueo una ceja--. Yo no puedo hablar en nombre de los demas. Se muy poco sobre los productores de grano del Nilo, obligados a renunciar a la mayor parte de su cosecha cada ano sin que se tenga en cuenta el rendimiento real. No tengo ni idea de lo que significa ser un esclavo al que han capturado en la guerra y vendido a una cadena de presos de una mina de plomo, y que nunca volvera a ver a su esposa o a sus hijos. o de ser un galo cuya familia ha poseido una tierra durante generaciones y que ve como es dividida en centurias y puesta en manos de una muchedumbre de legionarios dados de baja.
– ?Retorica barata! -dijo Macro bruscamente-. En realidad no lo sabes.
– No, pero puedo imaginarme como deben sentirse. Y tu tambien… si lo intentas.
– ?Por que tendria que intentarlo? Nosotros ganamos, ellos perdieron y eso demuestra que somos mejores. Si les molesta, entonces pierden el tiempo. No puede molestarte lo que es inevitable.
– Buen aforismo, centurion. -Niso se rio en senal de apreciacion-. Pero no hay nada de inevitable en los impuestos que recauda el Imperio, o el grano, el oro y los esclavos que saca de sus provincias. Todo para mantener a las masas de miserables que viven en Roma. ?Te extrana que a la gente le embargue la amargura y el resentimiento cuando mira a Roma?
Para un fatalista como Macro, todo aquello no era mas que palabreria provocadora, y apreto los dientes. Si hubiera estado bebiendo, simplemente se hubiese hartado de la conversacion y le hubiera clavado un punetazo en toda la cara a ese tipo. Pero estaba sobrio y, en cualquier caso, Niso era su invitado, asi que tuvo que soportar la charla.
– Entonces, ?por que convertirse en romano? -le cuestiono al cirujano-. ?Por que, si tanto nos odias?
– ?Quien dijo que os odiara? Ahora soy uno de vosotros.
Reconozco que el hecho de ser romano me otorga una categoria especial dentro del Imperio pero, aparte de eso, no siento nada mas por Roma.
– ?Y que hay de nosotros? -pregunto Cato con calma-.
?Que pasa con tus companeros?
– Es distinto. Vivo con vosotros y lucho codo a codo con vosotros cuando es necesario. Eso crea un vinculo especial entre nosotros. Pero, si dejas mi ciudadania y mi nombre romanos a un lado, soy otra persona. Alguien que