para tener una audiencia con Claudio. _?Una audiencia con el Cesar? -dijo Narciso con desden-. Creo que no. Al menos hoy. Pueden presentarse ante el manana, en el banquete.
– ?Es eso prudente, Cesar? -pregunto Plautio con calma-. Los vamos a necesitar cuando reanudemos la campana. Seria mejor tratarlos como aliados bienvenidos mas que como suplicantes despreciados.
– Que es lo que son, -interrumpio Narciso. Claudio volvio el rostro hacia el cielo como si buscara consejo divino y se acaricio suavemente el menton. Al cabo de un momento movio la cabeza afirmativamente y se dirigio a los hombres de su Estado Mayor con una sonrisa:
– Los miembros de las tribus pueden esperar. Ha sido un dia muy largo y estoy ca-cansado. Decidles… decidles que Cesar les da una calurosa bienvenida pero que las ex-ex-exigencias de su cargo le impiden recibirlos en p-p- persona. ?Que tal?
Narciso batio palmas. -?Un dechado de elegancia y claridad, Cesar! -Si, asi me lo parece. -Claudio echo la cabeza hacia atras para mirar a Plautio por encima del hombro-. ?Y bien, general?
– Cesar, solo soy un soldado y carezco del refinamiento necesario para juzgar el merito estetico de la locuacidad de otra persona.
Claudio y Narciso lo observaron en silencio, uno con una mirada de benevola incomprension, el otro con un detenido escrutinio al tiempo que buscaba algun indicio de ironia en las facciones del general.
– ?Bueno, si, exactamente! -asintio Claudio con un movimiento de la cabeza--. Es bueno ser consciente de las propias de-de-deficiencias.
– Hablais con toda justicia, como siempre, Cesar. -Plautio inclino la cabeza y Claudio se alejo renqueando hacia su tienda con Narciso correteando a su lado. Entonces el general se volvio hacia sus oficiales-. ?Vespasiano!
– Si, senor. -Sera mejor que te ocupes adecuadamente de nuestros invitados tribales.
– Si, senor. -Encargate de que esten comodos y bien atendidos. Pero mantenlos bien vigilados. Nada demasiado molesto, lo suficiente para que sepan que los observamos de cerca. No podemos permitirnos tenerlos rondando por ahi si hay algo de cierto en el rumor sobre un atentado contra la vida del emperador.
– si, senor. -Vespasiano saludo y se fue. Los invitados a su cargo estaban en la tienda del cuartel general. Cuando entro se dio cuenta inmediatamente de que existia una marcada division entre los representantes tribales: hubo algunos que se pusieron en pie para saludarlo con una cansina aceptacion de lo inevitable y otros que permanecieron en cuclillas en el suelo mientras lo fulminaban con una mirada de amarga hostilidad. A un lado, tratando de ser digno sin parecer petulante por haberse puesto de lado de los vencedores, estaba sentado Adminio. Un hombre enorme se volvio hacia el legado y lo examino con el desagradablemente manifiesto aire de alguien que inspecciona a un inferior. Se acerco a Vespasiano con el brazo en alto y saludo al legado de manera formal. Cuando empezo a hablar, Vespasiano le indico rapidamente a Adminio que tenia que traducir sus palabras.
– Venutio se permite informarte de que el y los demas aqui congregados tuvieron el privilegio de observar la batalla como invitados de Carataco. Dice que le sigue costando entender la logica de vuestra tactica en combate, y estaria de lo mas agradecido si quisieras discutirla con el.
– En otro momento. Ahora estoy bastante ocupado -respondio Vespasiano con frialdad-. Y dile que cualquiera que hubiera sido la tactica, el resultado era inevitable. Siempre lo es cuando los nativos poco disciplinados intentan vencer a un ejercito de soldados profesionales. Lo que importa es que ganamos y que al final esta isla se convertira en una provincia romana. En este momento es lo unico que me preocupa. Dile que tengo ganas de verle, y a los demas tambien, cuando se inclinen ante el Cesar y le prometan lealtad en el banquete de manana.
Mientras Adminio lo traducia, Vespasiano echo una mirada a los representantes tribales y le llamo la atencion la expresion de desprecio en el rostro del mas joven. Los ojos del muchacho ardian de odio y su mirada se mantuvo firme mientras Vespasiano lo observaba. Por un instante el legado penso en quedarselo mirando fijamente hasta que apartara la vista, pero decidio que seria una perdida de tiempo y se dio la vuelta para marcharse. Una pequena sonrisa de satisfaccion rondo los labios del joven britano. Vespasiano le hizo una sena con el dedo a Adminio y se agacho bajo los faldones de la entrada de la tienda.
– ?Quien es el mas joven? -Belonio -contesto Adminio-. Hijo del gobernante de una pequena tribu del norte. Su padre se esta muriendo y mando a su hijo para que lo representara. No fue la eleccion mas acertada, creo.
– ?Por que? -Ya lo has visto. No oculta muchas cosas tras esa expresion.
– ?Es peligroso? Adminio penso un momento en el joven britano antes de responder.
– No mas que cualquier adolescente que haya estado expuesto a la propaganda de Carataco. -?Y Venutio?
– ?El? --Adminio solto una carcajada--. Hubo una epoca en la que fue un gran guerrero. Pero ya tiene sus anos. Se pasa el dia hablando de los viejos tiempos. En realidad es un viejo tonto.
– ?Eso es lo que piensas? -Vespasiano arqueo una ceja al recordar la astucia reflejada en los ojos grises de aquel hombre cuando, de pie ante el, habia evaluado su caracter.
Vespasiano no podia evitar pensar que en Venutio habia algo mas de lo que Adminio le reconocia.
CAPITULO L
Los soldados de las legiones acampadas en el exterior de Camuloduno estaban de muy buen humor. A pesar de estar cubiertos de barro endurecido y extenuados por haber tenido que avanzar tan precipitadamente tras una batalla campal, se respiraba una palpable sensacion de celebracion en la atmosfera. Se habia alcanzado una victoria decisiva y tanto Carataco como los restos del ejercito britano se hallaban en plena huida hacia los territorios de aquellas tribus que seguian leales a la confederacion que se oponia a Roma. Los representantes tribales que habian estado aguardando el resultado del ultimo combate se habian dirigido a toda prisa a Camuloduno para jurar su lealtad a Roma. El peligro de verse enfrentados a todas las tribus de la isla ya habia pasado ahora que los mas poderosos clanes nativos habian sido totalmente derrotados por las legiones. Hasta la campana del ano siguiente, el ejercito romano tendria las manos libres para consolidar su triunfo sin encontrar resistencia. La capital de Carataco habia abierto sus puertas al emperador y las festividades de los proximos dias marcarian el fin de la sangrienta campana de aquel ano. Claro que la conquista de la isla estaba muy lejos de haberse completado pero, en el clima de celebracion reinante, pocos eran los soldados que hablaban de ello.
Para decepcion de algunos veteranos endurecidos, los trinovantes se habian salvado de que saquearan su capital, pero ya habia un abundante botin de guerra en forma de los miles de britanos que habian hecho prisioneros y que se venderian como esclavos. Cada legionario podia llegar a ganar una considerable suma de dinero si su parte del botin se sacaba de la venta de prisioneros. Pero todavia iba a haber mas cosas.
– ?Corre el rumor de que el emperador nos va a dar una gratificacion! -Macro sonrio al tiempo que se dejaba caer sobre la hierba en el exterior de su tienda, con los ojos brillandole ante la posibilidad de una cuantiosa dadiva procedente del erario imperial.
– ?Por que? -pregunto Cato. -Porque es una buena manera de tenernos contentos. ?Que te creias? Ademas, nos lo merecemos. ha logrado convencer a los trinovantes para que nos proporcionen bebida y asi podamos celebrarlo por todo lo alto tras las ceremonias de manana. Se que no es mas que esa mierda de cerveza celta que se empenan en fabricar, como esa cosa que tuvimos que beber en la Galia, pero sea lo que sea, no es muy dificil agarrar una buena cogorza. ?Y luego iremos a visitar algunos lugares de interes! -Al centurion se le vidriaron los ojos mientras recordaba las borracheras que habia disfrutado con sus companeros en otros tiempos.
Cato no podia remediar sentirse un poco nervioso ante aquella perspectiva. Su cuerpo no toleraba bien el alcohol y el mas minimo exceso provocaba que la cabeza le diera vueltas y le hacia maldecir el dia en que los hombres fermentaron su primera bebida. Siempre acababa vomitando y no paraba de devolver hasta que sentia la boca del estomago como si estuviera en carne viva y los musculos doloridos por el esfuerzo. Luego tenia un sueno agitado y se despertaba con la boca seca y un asqueroso sabor en la lengua, con la cabeza a punto de estallarle. Si lo que habia oido decir sobre la bebida local era exacto, los efectos posteriores iban a ser mas desagradables todavia. Pero, a menos que se presentara voluntario para los turnos de guardia, no habria forma de eludir la juerga.
– ?Es prudente ponerse a beber estando Carataco por aqui cerca? -pregunto.
– No te preocupes por el. Pasara mucho tiempo antes de que pueda causarnos mas problemas. Ademas, una de las legiones estara de servicio mientras tanto. Tu reza para que no sea la nuestra.
– Si, senor -dijo Cato en voz baja. -?Relajate, muchacho! Lo peor ya ha pasado. El enemigo ha huido, se prepara una fiesta y ha mejorado el tiempo. -Macro se tumbo en la hierba, se puso las manos detras de la cabeza y