cerro los ojos-. La vida es bella, asi que disfrutala.
A Cato le hubiese gustado compartir el buen humor del centurion y los demas legionarios, pero no podia sentirse contento. No mientras lo atormentara el fantasma de Vitelio seduciendo a Lavinia. El sequito del emperador se habia unido al ejercito a mediodia y estaban atareados levantando el campamento en una esquina de las fortificaciones que el general Plautio les habia asignado. El hecho de saber que Lavinia estaba cerca hacia que a Cato se le acelerara el pulso, pero, al mismo tiempo, la perspectiva de encontrarse de nuevo con ella lo llenaba de terror. Seguro que en esa ocasion ella le diria lo que el mas temia, que ya no queria volver a verlo. Aquella idea lo torturaba de tal forma que al final Cato ya no pudo soportarlo mas, y la necesidad de saberlo se impuso al miedo a descubrirlo.
Dejando a Macro tranquilamente dormido bajo el sol, Cato se fue andando por el campamento hacia las elaboradas tiendas de los seguidores del emperador. Cada paso que daba hacia Lavinia le costaba un gran esfuerzo y, por todas partes, el buen humor de los legionarios aumentaba el peso del sufrimiento que soportaba. No tardo mucho en encontrar la tienda de la esposa del legado y de los miembros de su servicio, pero si le llevo un rato armarse de valor para acercarse a la entrada. Un esclavo fornido al que no habia visto nunca montaba guardia y en el interior se oia una apagada chachara de voces femeninas. Cato aguzo el oido para ver si distinguia el timbre de la voz de Lavinia.
– ?De que se trata? -pregunto el esclavo, a la vez que se interponia entre el faldon de la entrada y el joven optio.
– Es un asunto personal. Deseo hablar con una esclava de la senora Flavia. _?Mi senora le conoce? -pregunto el esclavo en tono desdenoso.
– Si. Soy un viejo amigo. El esclavo fruncio el ceno, no sabia si echar a ese mugriento soldado o arriesgarse a interrumpir a su senora, que estaba desempacando.
– Dile que soy Cato. Y dile tambien que me gustaria hablar con Lavinia.
El esclavo entrecerro los ojos antes de tomar una decision a reganadientes.
– Muy bien. Quedese aqui. Entro en la tienda y dejo solo a Cato. Este se giro y echo un vistazo al campamento mientras esperaba que volviera el esclavo. Un susurro de la lona a sus espaldas hizo que se diera la vuelta rapidamente. En lugar del esclavo se encontro ante el a la senora Flavia, que con una sonrisa crispada en el rostro le tendio la mano para saludarlo.
– Mi senora. -Cato inclino la cabeza. -?Como te encuentras?
– Muy bien, mi senora. -Alzo los brazos y dio una vuelta rapida con la esperanza de hacerla reir--. Como bien puede observar.
– Estupendo… Se hizo un silencio incomodo y cuando el habitual humor alegre de Flavia no se materializo, Cato sintio que lo invadia una fria sensacion de terror. _Mi senora, ?podria hablar con Lavinia?
La expresion de Flavia adopto un aspecto apenado. Dijo que no con la cabeza.
– ?Que ocurre, mi senora? ?Le pasa algo a Lavinia?
– No. Esta bien. La preocupacion de Cato se calmo rapidamente. -Entonces, ?puedo verla? -No. Ahora no. No esta. -?Donde puedo encontrarla, mi senora? -No lo se, Cato. -Entonces esperare a que vuelva. Bueno, si a usted no le importa.
Flavia se quedo callada y no respondio. En lugar de eso, lo miro a los ojos y su semblante se volvio afligido.
– Cato, ?respetas mi opinion como solias hacerlo?
– Por supuesto, mi senora. -Pues olvidate de Lavinia. Olvidala, Cato. No es para ti. ?No! Dejame terminar. -Alzo la mano para acallar las quejas de Cato-. Ha cambiado de opinion sobre ti durante las ultimas semanas. Tiene… aspiraciones mas elevadas.
Cato rehuyo a Flavia y ella se quedo consternada por la gelida furia que endurecia su joven rostro.
– ?Por que no me conto lo de Vitelio, mi senora? -pregunto con una voz forzada--. ?Por que?
– Por tu propio bien, Cato. Tienes que creerme. No deseo herirte innecesariamente.
– ?Donde esta Lavinia? -No puedo decirtelo. Cato pudo imaginarse perfectamente donde podria estar Lavinia. Miro fijamente a Flavia, apretando la mandibula mientras luchaba por controlar las emociones que se arremolinaban en su interior. De pronto apreto los punos, dio media vuelta y se alejo de la tienda a grandes zancadas. _?Cato! - Flavia avanzo unos pasos hacia el y se detuvo con la mano medio levantada, como si quisiera detenerlo. Se quedo mirando con tristeza el cuerpo delgado y casi fragil del joven que se alejaba rigidamente con paso energico, mientras que el dolor que sufria quedaba de manifiesto en los punos fuertemente apretados junto a su cuerpo. Puesto que, para empezar, ella era la responsable de haber permitido que la relacion entre los dos jovenes prosperara y la habia utilizado para sus propios fines politicos, Flavia sintio que el peso de la culpa se abatia sobre ella. A pesar de los motivos personales que justificaran sus acciones, el coste humano que estas conllevaban era dificil de soportar.
Flavia se pregunto si una simple y brutal declaracion de donde se encontraba Lavinia en aquellos momentos no hubiese sido una manera mas rapida y gentil de ayudar a Cato a superar su juvenil adoracion por Lavinia.
CAPITULO LI
La luz del sol poniente entraba a raudales por los faldones de la entrada de la tienda del tribuno y adornaba una parte de su contenido con un intenso brillo anaranjado a la vez que proyectaba unas oscuras sombras alargadas en el otro lado. Lavinia acurruco la cabeza en el hombro del tribuno y deslizo los dedos por los negros rizos de su torso, en el que cada uno de los cabellos reflejaba la luz del sol crepuscular. El aroma de su sudor le inundo el olfato con el penetrante olor de su masculinidad y respiro al ritmo del suave movimiento ascendente y descendente de su pecho. Aunque el tribuno tenia los Ojos cerrados, ella sabia que estaba despierto por el ligero roce de un dedo en la curvada hendidura entre sus nalgas mientras el trazaba sus contornos.
– ?Mmmm, que bien! -Ella respiro suavemente junto a su oido-. No te detengas aqui.
– Eres verdaderamente insaciable -dijo Vitelio entre dientes-. Tres veces en una tarde es mas de lo que cualquier hombre puede aguantar.
Lavinia deslizo la mano por su pecho y su estomago, y tomo entre sus finos dedos la carne blanda y maleable de su pene, que empezo a masajear lentamente.
– ?Estas del todo seguro? Vitelio levanto su otra mano y extendio el dedo indice, el gesto con el que un gladiador vencido apelaba a la multitud.
– Suplico clemencia.
– No acepto la rendicion de ningun hombre. -Lavinia solto una risita mientras continuaba con su intento de provocar una reaccion.
– ?Ni siquiera de ese chico con el que tenias relaciones? El tono de aquel comentario era algo mas que frivolo, y Lavinia retiro la mano y se dio la vuelta, alzo la cabeza apoyandose en un codo y lo miro.
– ?Que pasa? ?Estas celoso? -Lavinia aguardo una respuesta, pero Vitelio le devolvio la mirada en silencio-. ?Como puedes estar celoso de un chico joven?
– No tan joven como para no saber abrirse camino, segun parece.
– Pero lo bastante joven como para tener que detenerse a preguntar de vez en cuando.
– ?A una mujer aun mas joven que el? -?Ah! -Lavinia sonrio-. Yo le llevaba ventaja. Gracias a ti, mi tribuno particular. -Bajo la cabeza y lo beso en la boca, luego, lentamente, rozo el vello de su pecho con los labios y le dio un beso en el ojo y otro en la frente antes de volver a reclinarse apoyada en el codo-. Me alegro mucho de que volvamos a estar juntos. No sabes cuanto he echado de menos estar contigo asi. Creo que nunca me habia sentido tan feliz.
– ?Ni siquiera con ese chico? -pregunto Vitelio en voz baja-. ?Estas completamente segura?
– ?Claro que si, tonto! Ya te lo dije, ocurrio despues de que Plinio me echara cuando nos pillo juntos aquella vez. ?Te acuerdas?
– ?Nunca lo olvidare! -Vitelio sonrio-. Ese idiota pomposo se lo tenia merecido.
– Plinio no era mala persona. Cuidaba bien de mi. Tengo muchas cosas que agradecerle. En realidad, despues me dio mucha pena, al menos durante un tiempo. Y luego Cato se enamoro de mi. _?Que diablos viste en el?
Lavinia hizo un mohin mientras pensaba sobre su atraccion hacia el joven optio.