Hola, soy Robin. Oye, solo queria decirte que siento lo que te dije al final. Ultimamente he estado insoportable con todo el mundo. Pero la verdad es que se que te preocupas por Lilly y quieres asegurarte de que esta bien. Tal vez he actuado asi porque me gustaria que hubiera alguien en el mundo que se preocupara por mi de esa forma. Bueno, da igual. Llamame algun dia si quieres. Podemos salir. Y la proxima vez no te pedire que me compres un batido. Chao.

Por alguna razon guardo el mensaje y apago el telefono. Penso que tal vez quisiera volver a escucharlo. Se dio golpecitos en la barbilla con el telefono mientras pensaba en Lucy. Habia una dulzura latente en ella que se abria paso entre su lenguaje brusco y la realidad de lo que hacia para abrirse camino en el mundo. Penso en lo que le habia dicho acerca de usar el nombre de Robin y guardarse para ella el de Lucy.

«Tuve que darles todo lo demas a esos tipos, asi que decidi guardarme el nombre.»

Recordo al detective de policia sentado en la sala de estar, hablando con su madre y su padrastro. Su padre tambien estaba alli. Les dijo que Isabelle habia estado usando otro nombre en la calle con los hombres con los que se iba por dinero. Recordo que el detective dijo que usaba el nombre de Angel.

Pierce sabia que Renner lo habia calado. Lo que habia ocurrido tanto tiempo atras siempre se habia mantenido cerca de la superficie y habia aflorado al presentarse el misterio de Lilly Quinlan. En su deseo de encontrar a Lilly, de intentar salvarla, estaba encontrando y salvando a su propia hermana perdida.

Pierce penso que era sorprendente y horrible lo que las personas se hacian unas a otras, pero sobre todo lo que se hacian a ellas mismas. Penso que tal vez esta fuera la razon por la que se encerraba tantas horas en el laboratorio. Se encerraba del mundo, para no conocer cosas malas ni pensar en ellas. En el laboratorio todo era claro y simple. Cuantificable. La teoria cientifica se ponia a prueba y se aprobaba o desaprobaba. No habia zonas grises. No habia sombras.

De repente sintio la necesidad abrumadora de hablar con Nicole, de decirle que en los dos ultimos dias habia aprendido algo que no sabia. Algo que era dificil de expresar con palabras, pero que era palpable en su pecho. Queria decirle que no iba a seguir obsesionado de ese modo con el trabajo.

Pierce marco su numero de telefono. Su antiguo numero. Amalfi Drive. Ella contesto al tercer timbrazo. Su voz sono alerta, pero Pierce supo que no estaba dormida.

– Nicole, soy yo.

– Henry… ?que…?

– Ya se que es tarde, pero…

– No… ya lo hemos hablado. Me dijiste que no ibas a hacer esto.

– Lo se, pero quiero hablar contigo.

– ?Has estado bebiendo?

– No, solo queria decirte algo.

– Es medianoche. No puedes hacer esto.

– Solo esta vez. Necesito decirte algo. Dejame que vaya y…

– No, Henry, no. Estaba profundamente dormida. Si quieres hablar, llamame manana. Ahora adios.

Nicole colgo. Pierce sintio que se ponia colorado de verguenza. Acababa de hacer algo que antes de esa noche estaba seguro de que nunca haria, algo que ni siquiera podia imaginarse haciendo.

Dejo escapar un gemido de dolor y se levanto para acercarse a la ventana. Mas alla del muelle, hacia el norte, podia distinguir el collar de luces que trazaba la autopista del Pacifico. Las montanas que se alzaban sobre la ruta eran formas oscuras dificiles de discernir bajo el cielo nocturno. Oia el oceano mejor de lo que lo veia. El horizonte se perdia en la oscuridad.

Se sintio deprimido y cansado. Su mente vagaba de Nicole a sus pensamientos sobre Lucy y lo que parecia el destino de Lilly. Cuando miro a la noche se prometio que no olvidaria lo que le habia dicho a Lucy. Cuando ella decidiera que queria salir y estuviera lista para dar el paso, el estaria alli, aunque fuera por una razon egoista. Quien sabe, penso, tal vez resultara ser lo mejor que habia hecho en su vida.

Justo cuando miro hacia alli, las luces de la noria se apagaron. Lo tomo como una senal y volvio a entrar en el apartamento. En el sofa cogio el telefono y marco el numero de su buzon de voz. Escucho una vez mas el mensaje de Lucy y se fue a acostar. Todavia no tenia sabanas ni mantas ni almohadas. Coloco el saco de dormir sobre el colchon nuevo y se metio dentro. Entonces se dio cuenta de que no habia comido nada en todo el dia. No recordaba que le hubiera ocurrido nunca, salvo cuando se pasaba el dia entero en el laboratorio. Se durmio mientras componia mentalmente una lista de tareas para cuando se levantara por la manana.

Pronto estuvo sonando con un pasillo oscuro con puertas abiertas a ambos lados. Mientras avanzaba por el pasillo iba mirando desde el umbral de cada puerta. Cada habitacion que miraba parecia una habitacion de hotel con una cama, un escritorio y una tele. Y todas las habitaciones estaban ocupadas. En su mayoria por gente que no reconocia y que no se fijaba en que el estaba mirando. Habia parejas que discutian, follaban y gritaban. A traves de un umbral reconocio a sus padres. Su madre y su padre, no su padrastro, aunque tenian una edad en la que ya estaban divorciados. Se estaban vistiendo para salir a un coctel.

Pierce continuo por el pasillo y en otra habitacion vio al detective Renner. Estaba solo y paseaba a lo largo de la cama. Las sabanas y las mantas estaban retiradas y se veia una gran mancha de sangre en el colchon.

Pierce siguio avanzando y en otra habitacion estaba Lilly Quinlan, tan quieta como un maniqui. La habitacion estaba oscura. Ella estaba desnuda y tenia la mirada fija en la television. Aunque Pierce no veia la pantalla desde el angulo en el que se encontraba, el brillo azul que proyectaba en el rostro de Lilly la hacia parecer muerta. Dio un paso hacia el interior de la habitacion para ver como estaba y ella lo miro. Lilly sonrio y el sonrio y se volvio para cerrar la puerta, pero descubrio que no habia puerta en la habitacion. Cuando se volvio hacia ella en busca de una explicacion, la cama estaba vacia y solo la television permanecia encendida.

17

Exactamente a mediodia del domingo el sonido del telefono desperto a Pierce. Un hombre dijo:

– ?Es demasiado temprano para hablar con Lilly?

– No, en realidad es demasiado tarde -dijo Pierce.

Colgo y miro el reloj. Penso en el sueno que habia tenido y empezo a interpretarlo, pero de pronto dejo escapar un gemido cuando se entrometio en sus pensamientos el primer recuerdo del resto de la noche: la llamada a Nicole. Salio del saco de dormir y bajo de la cama para darse una larga ducha mientras pensaba en si debia volver a llamarla para disculparse. Pero ni siquiera el agua caliente podia borrar la verguenza que sentia. Decidio que lo mejor seria no volver a llamarla ni tratar de explicarse. Intentaria olvidarse de lo que habia hecho.

Para cuando termino de vestirse, su estomago ya le exigia comida a gritos. El problema era que no habia nada en la cocina, no tenia dinero y su tarjeta del cajero automatico estaba agotada hasta el lunes. Sabia que podia ir a un restaurante o una tienda de comestibles y utilizar una tarjeta de credito, pero eso le llevaria demasiado tiempo. Habia salido de la verguenza de la llamada a Nicole y el bautismo de la ducha con el deseo de dejar atras el episodio de Lilly Quinlan y permitir que la policia se hiciera cargo del asunto. Tenia que volver al trabajo. Y sabia que cualquier retraso en llegar a Amedeo podia minar su resolucion.

A la una en punto estaba entrando en las oficinas. Hizo una senal con la cabeza al vigilante de seguridad, pero no se dirigio a el por su nombre. Era uno de los nuevos contratados de Clyde Vernon y siempre habia tratado con frialdad a Pierce, que esta vez se sintio satisfecho de devolverle el favor.

Pierce tenia una taza de cafe llena de cambio en el escritorio. Antes de ponerse a trabajar, dejo la mochila en el escritorio, cogio la taza y bajo por la escalera hasta la segunda planta, donde habia maquinas de snacks y refrescos en el comedor. Casi vacio la taza para comprarse dos coca colas, dos bolsas de patatas fritas y un paquete de Oreo. Luego miro en la nevera de la sala para ver si alguien se habia dejado algo comestible, pero no habia nada que robar. Por regla general los conserjes vaciaban la nevera todos los viernes por la noche.

Cuando llego a la cocina ya habia dado buena cuenta de una bolsa de patatas. Pierce abrio la otra y tambien una de las latas de coca cola antes de llegar al despacho. Saco la nueva tanda de solicitudes de patentes de la caja fuerte de debajo de su escritorio. Jacob Kaz era un excelente abogado de patentes, pero siempre necesitaba que los cientificos volvieran a leerse las presentaciones y los resumenes de los formularios legales. Pierce siempre tenia

Вы читаете Llamada Perdida
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату