nada.
Al llegar a la zona de ascensores vio a dos hombres de pie junto a la puerta que conducia a los cuartos de almacenamiento individuales que correspondian a cada apartamento. Pierce se acordo de que tenia que conseguir un candado para el trastero e ir a buscar las cajas de discos viejos y recuerdos que Nicole todavia le guardaba en el garaje de la casa de Amalfi. Y tambien la tabla de surf.
Uno de los hombres pulso el boton para llamar al ascensor. Pierce intercambio saludos silenciosos con ellos y supuso que era una pareja de gays. Uno de los hombres estaba en la cuarentena, mas bien bajo y con una cintura ancha. Llevaba botas de puntera con unos talones que le daban cinco centimetros adicionales. El otro hombre era mucho mas joven, alto y fuerte, aunque su lenguaje corporal evidenciaba respeto por el companero mayor.
Cuando se abrio la puerta del ascensor, dejaron pasar a Pierce y el hombre mas bajo le pregunto a que piso iba. Despues de que la puerta se cerrara, Pierce vio que el hombre no pulsaba ningun otro boton despues de apretar el del doce para el.
– ?Vivis en el doce? -pregunto-. Acabo de mudarme hace unos dias.
– Venimos de visita -dijo el mas pequeno.
Pierce asintio. Fijo su atencion en los numeros que se iluminaban encima de la puerta. Tal vez fuera porque habia pasado poco tiempo desde la advertencia de Glass o por la forma en que el hombre mas bajo observaba el reflejo de Pierce en el marco cromado de la puerta, el caso es que su ansiedad fue subiendo al tiempo que lo hacia el ascensor. Recordo que los dos hombres habian permanecido de pie junto al trastero y solo se habian acercado al ascensor cuando lo habia hecho el. Como si hubieran estado esperando alli por alguna razon.
O a alguna persona.
Finalmente el ascensor llego a la planta doce y la puerta se abrio. Los dos hombres se hicieron a un lado para dejar que Pierce saliera primero. Pierce sostuvo con ambas manos la cesta de la ropa sucia e hizo una senal hacia adelante con la cabeza.
– Salid -dijo-. ?Podeis apretar el boton de la planta baja por mi? He olvidado el correo.
– No hay correo los domingos -dijo el mas bajo.
– No, me refiero al de ayer, olvide recogerlo.
– Nadie se movio. Los tres hombres permanecieron quietos, mirandose mutuamente, hasta que la puerta empezo a cerrarse y el hombre mas grande saco la mano y golpeo el marco con un fuerte antebrazo. La puerta temblo y lentamente volvio a abrirse, como si se recuperara de un golpe bajo. Al fin el hombre mayor hablo.
– A la mierda el correo, Henry. Vas a bajar aqui, ?tengo razon Dosmetros?
El hombre, al que obviamente llamaban asi por su estatura agarro a Pierce por los brazos. Giro sobre si mismo y lanzo al quimico a traves de la puerta del ascensor. Su impulso lo hizo recorrer el pasillo y golpear en la puerta de las maquinas del ascensor. Pierce sintio que la respiracion se le desbocaba y la cesta de la ropa se le cayo de las manos, aterrizando con un fuerte ruido en el suelo.
– Ahora tranquilo. Tranquilo. Llaves, Dosmetros.
Pierce todavia no habia recuperado la respiracion. El tal Dosmetros se le acerco y mientras con una mano lo aprisionaba contra la pared con la otra le palpo los bolsillos del pantalon. Al notar las llaves metio su manaza en el bolsillo y saco el llavero. Se lo paso al otro hombre.
– Muy bien.
El hombre mas bajo marco el camino -un camino que conocia- y Pierce se vio empujado por el pasillo hacia su propio apartamento. Cuando recupero el aliento empezo a decir algo, pero la mano del hombre mas corpulento le tapo la boca desde detras. El mas bajo levanto un dedo sin volverse.
– Todavia no, Lumbreras. Vamos a entrar para no molestar a los vecinos mas de lo necesario. Al fin y al cabo acabas de mudarte, no querras causar mala impresion.
El hombre mayor caminaba con la cabeza baja, aparentemente estudiando las llaves del llavero.
– Un BMW-dijo.
Pierce sabia que la llave de control remoto de su coche llevaba la insignia de BMW.
– Me gustan los BMW. Lo tiene todo: potencia, lujo y una sensacion de solidez. No hay nada mejor en un coche… o en una mujer.
Miro a Pierce y sonrio arqueando una ceja. Llegaron a la puerta y el mas bajo la abrio con la segunda llave que probo. Dosmetros empujo a Pierce al apartamento y lo arrojo al sofa. Enseguida se aparto y el otro hombre se situo delante de Pierce. Se fijo en el telefono que estaba en el brazo del sofa y lo cogio. Pierce vio que toqueteaba los botones y revisaba el directorio de identificacion de llamadas.
– Has estado ocupado aqui, Henry -dijo mientras repasaba la lista-. Philip Glass…
Miro hacia atras, donde Dosmetros se habia apostado junto a la puerta, con sus enormes brazos cruzados ante el pecho. El hombre mas bajo arrugo los ojos.
– ?No es ese el tio con el que discutimos hace unas semanas?
Dosmetros asintio. Pierce se dio cuenta de que Glass debia de haber llamado al apartamento antes de localizarlo en Amedeo.
El hombre bajo volvio a la pantallita del telefono y sus ojos pronto se fijaron en otro nombre familiar.
– Vaya, Robin te ha estado llamando. Es maravilloso.
Pero por el tono de voz Pierce supo que no era maravilloso, que iba a ser cualquier cosa menos maravilloso para Lucy LaPorte.
– No es nada -dijo Pierce-. Solo dejo un mensaje. Puedes escucharlo si quieres. Lo he grabado.
– ?Te has enamorado de ella?
– No.
El hombre mas bajo se volvio y le hizo una sonrisa falsa a Dosmetros. Entonces, de repente, hizo un rapido movimiento con el brazo y golpeo a Pierce con el telefono en el puente de la nariz, descargando el impacto con toda la potencia del arco descrito por el brazo.
Un fogonazo rojo y negro se encendio en el campo visual de Pierce, que sintio un dolor desgarrador en la cabeza. No sabia si tenia los ojos cerrados o habia perdido la vision. Instintivamente se balanceo hacia atras en el sofa y se aparto de la procedencia del golpe por si venia otro. Oyo vagamente que el hombre que tenia delante gritaba, pero no registro lo que estaba diciendo. De pronto unas manos fuertes y grandes hicieron pinza por encima de sus codos y lo levantaron en volandas del sofa, poniendolo de pie.
Sintio que Dosmetros lo cargaba al hombro y lo transportaba. La boca se le lleno de sangre y trato de abrir los ojos, pero no pudo hacerlo. Oyo el sonido de la puerta corredera, percibio el aire frio del oceano que le tocaba la piel.
– ?Que…? -consiguio articular.
De repente el duro hombro donde se habia apoyado su estomago ya no estaba y Pierce empezo a caer cabeza abajo. Sus musculos se tensaron y abrio la boca para emitir el ultimo sonido furioso de su vida. Entonces, en el ultimo instante, sintio que las enormes manos lo sujetaban por los tobillos. Su cabeza y hombros golpearon con fuerza el aspero hormigon de la fachada del edificio.
Pero al menos ya no seguia cayendo.
Pasaron unos segundos. Pierce se llevo las manos a la cara y se toco la nariz y los ojos. Tenia la nariz partida vertical y horizontalmente y estaba sangrando profusamente. Consiguio frotarse los ojos y abrirlos parcialmente. Doce pisos por debajo veia el cesped verde del parque contiguo a la playa. Habia gente tumbada en mantas, la mayoria vagabundos. Vio que su sangre caia en gruesas gotas sobre los arboles que tenia justo debajo. Escucho una voz por encima de el.
– Hola, ?puedes oirme?
Pierce no dijo nada y entonces las manos que lo sujetaban por los tobillos se sacudieron violentamente, haciendolo rebotar de nuevo en la pared exterior.
– ?Me prestas atencion?
Pierce escupio sangre en el muro exterior y dijo:
– Si, te oigo.
– Bueno. Supongo que ahora ya sabes quien soy.
– Eso creo.
– Bien. Entonces no hace falta que mencionemos nombres. Solo queria asegurarme de que nos vamos a entender.
– ?Que quieres?