Era dificil hablar cabeza abajo. La sangre se estaba acumulando en el fondo de su garganta y en el paladar.
– ?Que quiero? Bueno, en primer lugar queria verte.
Cuando un tipo se pasa dos dias oliendote el culo tienes ganas de ver que aspecto tiene, ?no? Eso ya esta. Y luego queria darte un mensaje. Dosmetros.
Pierce fue alzado de repente. Todavia cabeza abajo, su cara habia subido hasta la altura de la barandilla. A traves de los barrotes vio que quien hablaba se habia agachado de manera que estaban cara a cara, con las barrotes entre ambos.
– Lo que queria decirte es que no solo tienes el numero equivocado, tienes el mundo equivocado, socio. Y te doy treinta segundos para decidir si quieres volver al sitio de donde saliste o quieres irte al otro barrio. ?Entiendes lo que te estoy diciendo?
Pierce asintio y empezo a toser.
– En… iendo. Esta claro.
– Deberia pedirle a mi amigo que te soltara ahora mismo. Pero no necesito escandalos, asi que no voy a hacerlo. Pero tengo que decirte, Lumbreras, que si te pillo hurgando otra vez, vas a caerte. ?De acuerdo?
Pierce asintio. El hombre que Pierce estaba convencido de que era Billy Wentz paso una mano por entre los barrotes y le dio una bofetada a Pierce.
– Ahora se bueno.
Wentz se levanto e hizo una senal a Dosmetros. Este izo a Pierce por encima del balcon y lo dejo caer en el suelo. Pierce freno la caida con las manos y luego se arrastro hasta la esquina. Miro a sus dos agresores.
– Tienes una bonita vista -dijo el mas bajo de los hombres-. ?Cuanto pagas?
Pierce miro al oceano. Escupio una gruesa flema de sangre al suelo.
– Tres mil.
– Joder. Por ese precio te puedo conseguir tres putos apartamentos.
Pierce penso en los apartamentos donde trabajaban las prostitutas. Trato de sacudirse las nubes que lo invadian y penso que al margen de la amenaza a el mismo, era importante que tratara de proteger a Lucy LaPorte.
Escupio mas sangre en el suelo del balcon.
– ?Que pasa con Lucy? ?Que vais a hacer?
– ?Lucy? ?Quien cono es Lucy?
– Me refiero a Robin.
– Ah, nuestra pequena Robin. Es una buena pregunta, Henry. Porque Robin es una buena empleada. He de ser prudente. Tengo que calmarme con ella. Quedate tranquilo, hagamos lo que hagamos no le quedaran marcas y en dos o tres semanas como maximo estara de vuelta, como nueva.
Pierce movio las piernas desesperadamente en un intento de ponerse de pie, pero estaba demasiado debil y desorientado.
– Dejadla en paz -dijo con la maxima energia posible-. La he utilizado y ella ni siquiera lo sabia.
Los ojos oscuros de Wentz parecieron adquirir una nueva luz. Pierce vio que la ira se abria paso en ellos. Vio que Wentz ponia una mano encima de la barandilla como para apoyarse.
– Dice que la dejemos en paz.
Sacudio la cabeza otra vez como para conjurar una idea.
– Por favor -dijo Pierce-. Ella no ha hecho nada. Fui yo. Dejadla en paz.
El hombre bajo miro a Dosmetros y sonrio, despues nego con la cabeza.
– ? Crees lo que estas viendo? ?Tu oyes como me habla?
Se volvio de nuevo hacia Pierce, dio un paso hacia el y velozmente levanto el otro pie para darle una violenta patada. Pierce la estaba esperando y pudo poner el antebrazo para desviarla en gran parte, pero la puntera de la bota le impacto en el lado derecho de su caja toracica. Sintio que al menos le habia roto dos costillas.
Pierce resbalo en la esquina y trato de cubrirse, esperando mas y tratando de controlar el ardiente dolor que se extendia por su pecho. Pero Wentz se agacho delante de el. Le grito a Pierce de manera que la baba cayo sobre el junto con las palabras.
– No se te ocurra decirme como he de manejar mis negocios. No se te ocurra, cabron.
Se levanto y se sacudio las manos.
– Y otra cosa mas. Si le hablas a alguien de esta pequena discusion habra consecuencias. Consecuencias nefastas. Para ti, para Robin y para la gente que quieres. ?Entiendes lo que te digo?
Pierce asintio debilmente.
– No te he oido.
– Entiendo las consecuencias.
– Bien. Vamonos, Dosmetros.
Pierce se quedo solo, tratando de respirar y de centrar la vista, pugnando por permanecer en la luz cuando sentia que la oscuridad se cerraba en torno a el.
20
Pierce cogio una camiseta de una caja del dormitorio y se la llevo a la cara para tratar de contener la hemorragia. Se incorporo y fue a mirarse en el espejo del cuarto de bano. La cara ya empezaba a hincharsele y estaba cambiando de color. La inflamacion de la nariz le estaba nublando la vision y ampliando las heridas de la nariz y alrededor del ojo izquierdo. La mayor parte de la hemorragia parecia ser interna, un chorro continuo de sangre que circulaba por el fondo de su garganta. Sabia que tenia que ir a un hospital, pero primero debia advertir a Lucy LaPorte.
Encontro el telefono en el suelo de la sala de estar. Trato de buscar el directorio de llamadas, pero la pantalla no se encendia. Lo intento con el boton de encendido, pero no habia tono. El telefono estaba roto, ya fuera por el impacto en su rostro o cuando Wentz lo habia lanzado al suelo.
Aguantandose la camiseta en la cara y con lagrimas fluyendo involuntariamente de sus ojos, Pierce miro por el apartamento en busca de la caja que contenia el
Encontro la caja de carton en el armario del dormitorio y la puso perdida de sangre mientras utilizaba desesperadamente ambas manos para abrirla. Perdio el equilibrio y estuvo a punto de caer. Se dio cuenta de que se estaba mareando por la perdida de sangre y el agotamiento de la adrenalina. Al final encontro el telefono y lo conecto en la caja de al lado de la cama. Consiguio tono. Lo unico que le hacia falta era el numero de Robin.
Lo habia anotado en la libreta, pero esta estaba en la mochila, en el coche. No creia que pudiera llegar hasta alli sin desmayarse por el camino. Ni siquiera estaba seguro de donde estaban sus llaves. La ultima vez que las habia visto las tenia Billy Wentz.
Apoyandose en la pared, llamo en primer lugar a Informacion de Venice y lo intento con el nombre de Lucy LaPorte, pidiendole a la telefonista que comprobara varias formas distintas de escribir el apellido. Pero no habia ningun numero.
Resbalo por la pared hasta el suelo, al lado de la cama. Empezo a sentir panico. Tenia que contactar con ella, pero no podia. Penso en algo y llamo al laboratorio. Los domingos eran sacrosantos para los investigadores del laboratorio. Trabajaban muchas horas y normalmente seis dias a la semana, pero rara vez lo hacian en domingo. Trato con el numero de la oficina de Charlie Condon y en su casa, pero en ambos casos le salto el contestador.
Penso en Cody Zeller, pero sabia que nunca contestaba al telefono. La unica manera de contactar con el era mediante el busca, y luego quedaria a merced de que le devolviera la llamada.
Sabia lo que tenia que hacer. Marco el numero y espero. Al cuarto timbrazo contesto Nicole.
– Soy yo. Necesito tu ayuda. Puedes ir a…
– ?Quien es?