que en su ausencia habian llevado a cabo Larraby y Grooms y desarrollando sus propios experimentos del proyecto Proteus. El exito de los experimentos le cargo temporalmente de energia, como sucedia siempre, pero la fatiga finalmente lo vencio en las horas anteriores al alba y se fue a acostar al laboratorio del laser.

El laboratorio del laser, donde se tomaban las mediciones mas delicadas, tenia una pared con muros de hormigon de treinta centimetros, un revestimiento de cobre por el lado exterior y una gruesa camara de espuma por el interior para eliminar la intrusion de vibraciones exteriores y ondas de radio que podian alterar las nanomediciones. Entre las ratas de laboratorio se conocia como la habitacion del terremoto, porque probablemente era el lugar mas seguro del edificio, y quiza de todo Santa Monica. Las piezas de espuma del tamano de una cama estaban enganchadas a la pared con cintas de Velero. No era raro que un investigador con exceso de trabajo fuera al laboratorio del laser, bajara una plancha y durmiera en el suelo, siempre que nadie estuviera utilizando la instalacion. De hecho, los miembros mas destacados del equipo de investigacion tenian planchas especificas etiquetadas con sus nombres, y con el tiempo estas habian adquirido los contornos de los cuerpos de sus usuarios. Cuando estaban en su lugar en las paredes, las planchas -abolladas y deformadas- daban al laboratorio la apariencia de haber sido el escenario de una tremenda reyerta o de un combate de lucha libre en el cual los cuerpos hubieran sido empujados de pared a pared.

Pierce durmio dos horas y se levanto como nuevo, listo para Maurice Goddard. El vestuario masculino de la segunda planta tenia duchas y Pierce siempre guardaba ropa de repuesto en su taquilla. No necesariamente eran prendas acabadas de salir de la tintoreria, pero estaban en mejores condiciones que la ropa con la que habia dormido. Se ducho y se puso unos vaqueros y una camisa beige con dibujitos de peces vela. Sabia que Goddard, Condon y todos los demas estarian vestidos para causar buena impresion, pero el, como cientifico, tenia la opcion de ahorrarse la ceremonia del mundo exterior al laboratorio.

Vio en el espejo que las marcas de los puntos de la cara eran mas rojas que el dia anterior, pues en el curso de la noche se habia frotado el rostro repetidamente porque las heridas le picaban y le escocian. El doctor Hansen ya le habia advertido que las heridas le arderian mientras la piel se recuperaba y le habia dado un tubo de pomada para aliviar la irritacion, pero Pierce lo habia olvidado en el apartamento.

Se acerco mas al espejo y se miro los ojos. La sangre casi habia desaparecido de la cornea del ojo izquierdo. Las hemorragias moradas de ambos globos oculares estaban coloreandose de amarillo. Se peino hacia atras con los dedos y sonrio. Los puntos le daban una personalidad unica. No tardo en sentir verguenza de su vanidad y dio gracias de que no hubiera en el vestuario ningun testigo de su fijacion con el espejo.

A las nueve de la manana ya habia vuelto al laboratorio. Larraby y Grooms estaban alli y poco a poco iban llegando los otros tecnicos. Habia electricidad en el ambiente, todo el mundo percibia el nerviosismo que suponia la presentacion.

Brandon Larraby era un investigador alto y delgado a quien le gustaba la convencion de vestir con bata blanca de laboratorio. Era el unico que lo hacia en Amedeo. Pierce penso que era una cuestion de confianza: ten el aspecto de un verdadero cientifico y haras verdadera ciencia. A Pierce no le importaba lo que se pusiera Larraby o cualquier otro siempre que fueran buenos en su trabajo. Y no habia ninguna duda de que el inmunologo lo era. Larraby era unos anos mayor que Pierce y habia llegado a la empresa dieciocho meses antes, procedente de la industria farmaceutica.

Sterling Grooms era el empleado a tiempo completo que llevaba mas tiempo con Pierce. Habia sido el director de laboratorio de Pierce en tres sitios distintos, el primero de ellos el viejo almacen cercano al aeropuerto donde habia nacido Amedeo y donde Pierce habia creado el solo el laboratorio. Algunas noches, despues de un largo turno en el laboratorio, los dos hombres hablaban de aquellos viejos tiempos con nostalgica reverencia. No importaba que no hubiera transcurrido ni una decada desde los viejos tiempos. Grooms solo era dos anos mas joven que Pierce, quien lo habia contratado despues de que completara el postdoctorado en la UCLA. La competencia habia cortejado a Grooms en dos ocasiones, pero Pierce lo habia mantenido a su lado dandole puntos en la empresa, un lugar en el consejo de administracion y una parte de las patentes.

A las nueve y veinte, la secretaria de Charlie Condon dio la voz: habia llegado Maurice Goddard. El numero de feria estaba a punto de empezar. Pierce colgo el telefono del laboratorio y miro a Grooms y Larraby.

– Ha llegado Elvis -dijo-. ?Estamos preparados?

Ambos hombres asintieron y Pierce devolvio la senal.

– ?Vamos a aplastar a esa mosca!

Era una frase de una pelicula que a Pierce le gustaba. Sonrio. Cody Zeller lo habria pillado, pero Grooms y Larraby no.

– No importa. Ire a buscarlos.

Pierce paso por la trampa y subio en ascensor a la planta de administracion. Estaban en la sala de juntas. Condon, Goddard y la segunda de Goddard, una mujer llamada Justine Bechy, a quien Condon se referia en privado como Just Bitchy. Era una abogada que representaba a Goddard y que protegia las puertas a sus riquezas de inversion con un celo que no envidiaba al del mas aguerrido defensa de futbol. Jacob Kaz, el abogado de patentes, tambien estaba sentado ante la larga mesa. Clyde Vernon estaba de pie a un lado, como una ostentacion de la seguridad de la empresa.

Goddard estaba diciendo algo acerca de las solicitudes de patentes cuando entro Pierce, anunciando su presencia con un alto hola que termino con la conversacion y atrajo todas las miradas a su rostro tumefacto.

– Oh, Dios mio -exclamo Bechy-. ?Henry!

Goddard no dijo nada, se limito a mirarlo con lo que a Pierce le parecio una mueca de desconcierto.

– Henry Pierce -dijo Condon-. El si que sabe hacer una buena entrada.

Pierce estrecho la mano de Bechy, Goddard y Kaz y aparto una silla de la ancha y pulida mesa, enfrente de donde se habian sentado los visitantes. Toco a Charlie en el caramente vestido brazo y saludo a Vernon con la cabeza. Vernon le devolvio el saludo, pero dio la sensacion de que le costaba hacerlo. Pierce simplemente no le caia bien.

– Muchas gracias por recibirnos hoy, Henry -dijo Bechy en un tono que sugeria que el se habia ofrecido voluntariamente a mantener la reunion segun la agenda-. No teniamos idea de que tus heridas fueran tan graves.

– Bueno, no es problema. Y parecen peor de lo que son. Ayer ya volvi al laboratorio y he estado trabajando. Aunque no se muy bien si esta cara y el laboratorio combinan muy bien.

Nadie parecio captar su extrana referencia a Frankenstein. Otro punetazo de Pierce que se perdia en el aire.

– Bien -dijo Bechy.

– Nos han explicado que fue un accidente de coche -dijo Goddard, en lo que fueron sus primeras palabras desde que habia entrado Pierce.

Goddard tenia cincuenta y pocos, conservaba todo el pelo y poseia la mirada afilada de un pajaro que en su dia habia acaparado millones de gusanos. Llevaba un traje color crema, camisa blanca y corbata amarilla y Pierce vio que tenia a su lado un sombrero a juego. Tras la primera visita a Amedeo, se habia comentado que Goddard habia adoptado el aspecto del escritor Tom Wolfe. Solo le faltaba el baston.

– Si -dijo Pierce-. Choque con un muro.

– ?Cuando paso? ?Donde?

– El domingo por la tarde, aqui en Santa Monica.

Pierce necesitaba cambiar de tema. Se sentia incomodo esquivando la verdad y sabia que el interrogatorio de Goddard no era intrascendente ni producto de una preocupacion por su bienestar. El pajaro estaba pensando en aflojar 18 millones de gusanos. Sus preguntas eran parte del proceso de auditoria. Queria descubrir en que se estaba metiendo.

– ?Habia bebido? -pregunto Goddard sin rodeos.

Pierce sonrio y nego con la cabeza.

– No, ni siquiera conducia. Pero de todos modos si bebo no conduzco, Maurice, si es eso lo que quiere saber.

– Bueno, me alegro de que este bien. Si tiene ocasion, ?puede hacerme llegar una copia del atestado del accidente? Para nuestros archivos, ?comprende?

Se produjo un breve silencio.

– No estoy seguro de que lo haga. No tiene ninguna relacion con Amedeo ni con lo que aqui hacemos.

– Eso lo entiendo. Pero seamos francos, Henry. Usted es Amedeo Technologies. Es su genio creativo el que

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