conduce la empresa. He conocido a muchos genios creativos. En algunos pondria hasta el ultimo dolar, en otros no pondria ni un pavo aunque tuviera cien.
Hizo una pausa y Bechy tomo el relevo. La mujer era veinte anos mas joven que Goddard, tenia el pelo oscuro y corto, buen cutis y un porte que exudaba confianza y superioridad. De todos modos, Pierce y Condon habian coincidido previamente en sospechar que la posicion de Bechy se cimentaba en que mantenia una relacion con el casado Goddard que iba mas alla del ambito laboral.
– Lo que Maurice esta diciendo es que esta pensando en hacer una inversion considerable en Amedeo Technologies -dijo ella-. Y para sentirse a gusto haciendolo tiene que sentirse a gusto con usted. No quiere invertir en alguien que probablemente asume muchos riesgos, que podria ser imprudente con su inversion.
– Pensaba que se trataba de ciencia, del proyecto.
– De eso se trata, Henry -dijo Bechy-, pero las dos cosas van de la mano. La ciencia no funciona sin el cientifico. Queremos que este dedicado y obsesionado con la ciencia y con sus proyectos, pero no que sea temerario fuera del laboratorio.
Pierce sostuvo la mirada de la mujer durante unos segundos. De repente se pregunto si ella conocia la verdad de lo sucedido y si tenia noticia de su obsesiva investigacion de la desaparicion de Lilly Quinlan.
Condon se aclaro la garganta e intervino para tratar de proseguir con la reunion.
– Justine, Maurice, estoy convencido de que Henry no tendra inconveniente en cooperar con cualquier tipo de investigacion personal que quieran conducir. Lo conozco desde hace mucho tiempo y trabajo en el campo de las tecnologias emergentes desde hace mas tiempo aun. El es uno de los investigadores mas sensatos y centrados que he conocido. Por eso estoy aqui. Me gusta la ciencia, me gusta el proyecto y me siento comodo con el cientifico.
Bechy desvio la mirada de Pierce para fijarla en Condon y asintio con la cabeza.
– Puede que aceptemos esa oferta -dijo a traves de una tensa sonrisa.
La conversacion hizo poco para eliminar la tension que habia envuelto rapidamente la sala. Pierce aguardo a que alguien dijera algo, pero solo hubo silencio.
– Um, entonces probablemente deba decirles algo -dijo al fin-, porque lo descubriran de todos modos.
– Cuentenoslo -dijo Bechy-, y ahorrenos tiempo.
Pierce casi sintio que los musculos de Charlie Condon se tensaban bajo el traje de mil dolares mientras esperaba la revelacion de la cual el no sabia nada.
– Bueno, el caso es que… antes llevaba coleta. ?Va a suponer un problema?
Al principio el silencio impero de nuevo, pero luego el rostro de Goddard se quebro en una sonrisa y enseguida la risa broto de su boca. A continuacion Bechy sonrio y pronto todos se echaron a reir, incluido Pierce, a pesar del dolor que le producia. La tension se habia roto. Charlie cerro la mano y descargo un punetazo en la mesa en un intento de incrementar el alborozo. La respuesta sin duda era desmedida para la nota de humor del comentario.
– Muy bien -dijo Condon-. Han venido a ver un
Coloco las manos en el cuello de Pierce y simulo que iba a estrangularlo. Pierce perdio la sonrisa y sintio que se ponia colorado. No por la falsa estrangulacion de Condon, sino por la ocurrencia del Nobel. A Pierce no le gustaba trivializar sobre un honor tan importante. Ademas, sabia que eso nunca sucederia, que nunca concederian el premio al director de un laboratorio privado. Iba contra la politica.
– Una cosa antes de que bajemos -dijo Pierce-. Jacob, ?has traido los contratos de confidencialidad?
– Si, aqui los tengo -respondio el abogado-. Casi lo olvido.
Levanto el maletin del suelo y lo abrio sobre la mesa.
– ?Es realmente necesario? -pregunto Condon.
Todo formaba parte del guion. Pierce habia insistido en que Goddard y Bechy firmaran contratos de confidencialidad antes de entrar en el laboratorio y asistir a la presentacion. Condon se habia mostrado en desacuerdo, preocupado por la posibilidad de que un inversor del calibre de Goddard pudiera considerarlo insultante. Pero a Pierce no le importaba y no dio el brazo a torcer. Era su laboratorio e imponia sus reglas. De manera que habian acordado un plan para que el hecho pasara como una molesta rutina.
– Es la politica del laboratorio -dijo Pierce-. No creo que debamos desviarnos de ella. Justine acaba de mencionar la importancia de evitar riesgos. Si no…
– Creo que es una muy buena idea -interrumpio Goddard-. De hecho, me habria preocupado si no hubieran tomado esta medida.
Kaz coloco sobre la mesa dos copias del documento para Goddard y Bechy. Saco un boligrafo del bolsillo interior, lo giro para sacar la punta y lo dejo en la mesa, frente a ellos.
– Es un contrato bastante estandar-dijo-. Basicamente, todos y cada uno de los procesos, procedimientos y formulas del laboratorio estan protegidos. Todo lo que vean y oigan durante su visita debe ser mantenido en la mas estricta confidencialidad.
Goddard no se molesto en leer el documento, dejo ese trabajo a Bechy, quien se tomo cinco minutos para leerlo dos veces. Los demas observaron en silencio y al final de su revision ella cogio el boligrafo sin decir palabra y firmo. A continuacion le paso el boligrafo a Goddard, quien a su vez firmo el documento que tenia delante.
Kaz recogio los contratos y se los guardo en el maletin. Todos se levantaron de la mesa y se dirigieron hacia la puerta. Pierce dejo que los demas se adelantaran. En el pasillo, mientras se acercaban al ascensor, Jacob Kaz le dio una palmadita en el brazo y se quedaron atras.
– ?Fue todo bien con Janis? -susurro Kaz.
– ?Quien?
– Janis Langwiser. ?Te llamo?
– Ah, si, me llamo. Todo bien. Gracias por presentarmela, Jacob. Parece muy capaz.
– ?Algo mas que pueda hacer?
– No, esta todo bien. Gracias.
El ascensor del laboratorio se abrio y todos entraron en la cabina.
– A la madriguera, ?eh, Henry? -dijo Goddard.
– Eso es -contesto Pierce.
Pierce miro atras y vio que Vernon tambien se habia quedado rezagado en el pasillo y que aparentemente habia estado justo detras de el y de Kaz cuando habian departido en privado. A Pierce le molesto, pero no dijo nada. Vernon fue el ultimo en entrar en el ascensor. Puso la tarjeta en la ranura del panel de control y pulso el boton con la letra S.
– La S es de sotano -dijo Condon a los visitantes cuando se cerro la puerta-. Si pusieramos L de laboratorio, la gente creeria que es el
Se rio, pero nadie se unio a el. El comentario no venia a cuento, pero a Pierce le sirvio para calibrar el nerviosismo de Condon ante la presentacion. Por alguna razon le hizo sonreir levemente, no tanto como para que le doliera. Tal vez a Condon le faltara seguridad, pero a Pierce desde luego no le ocurria lo mismo. Mientras el ascensor descendia, sintio que su energia se elevaba como el contrapeso. Sintio que enderezaba su postura y que incluso su vision se agudizaba. El laboratorio era su territorio, su escenario. El mundo exterior podia estar oscuro y sumido en el caos. Guerra y desolacion. Una pintura del Bosco sobre el caos. Mujeres que vendian su cuerpo a desconocidos, que las tomaban y las escondian, las maltrataban e incluso les arrancaban la vida. Pero en el laboratorio no. En el laboratorio habia paz, habia orden. Y Pierce imponia ese orden. Era su mundo.
No tenia dudas acerca de la ciencia ni de si mismo en el laboratorio. Sabia que en la siguiente hora cambiaria la vision del mundo de Maurice Goddard. Lo convertiria en un creyente. Sabria que su dinero no iba a ser invertido, sino que iba a ser utilizado para cambiar el mundo. Y se lo ofreceria de buena gana. Sacaria el boligrafo y diria: «?Donde he de firmar? Por favor, digame donde he de firmar.»
28
Los cinco visitantes estaban de pie en un estrecho semicirculo enfrente de Pierce y Larraby y cerca del habitual grupo del laboratorio, que trataba de trabajar. Ya se habian hecho las presentaciones y se habia cumplido con una