Pero en cuanto el jefe de seguridad hubo traspasado la trampa, Pierce volvio a darse cuenta de que no podia volver al trabajo. Se sentia apatico. Por primera vez en tres anos no tenia cargas fuera del laboratorio que le impidieran trabajar. Pero por primera vez en tres anos no queria hacerlo.

Apago el ordenador y salio. Siguio la estela de Vernon a traves de la trampa.

4

Cuando volvio a su despacho, Pierce encendio las luces con la mano. El interruptor por reconocimiento de voz era una chorrada y lo sabia. Lo habian instalado con el unico fin de impresionar a los potenciales inversores a los que Charlie Condon les mostraba la compania cada pocas semanas. Era un artificio. Como el sinfin de camaras, como Vernon. Pero Charlie aseguraba que todo eso era necesario, que simbolizaba la naturaleza vanguardista de su investigacion. Decia que ayudaba a que los inversores visualizaran los proyectos y la importancia de la compania. Les hacia sentirse bien antes de extender un cheque.

De todos modos, para Pierce el resultado era que a veces las oficinas le parecian desalmadas en la misma medida que de alta tecnologia. Habia empezado con la empresa en un almacen de renta baja de Westchester, donde tenia que tomar las lecturas de los experimentos entre despegues y aterrizajes del aeropuerto LAX. Sin empleados. Ahora tenia tantos que necesitaba un jefe de personal. Antes conducia un Volkswagen escarabajo de los antiguos, con el guardabarros abollado. Y ahora conducia un BMW. Sin duda alguna, el y Amedeo habian recorrido un largo camino. Pero cada vez con mas frecuencia se dejaba llevar por recuerdos de aquel almacen laboratorio supeditado a los vuelos de la pista 17. Su amigo Cody Zeller, que siempre buscaba una referencia cinematografica, le habia dicho en una ocasion que «pista 17» seria su «Rosebud», las ultimas palabras susurradas por sus labios agonizantes. Al margen de otras similitudes con Ciudadano Kane, Pierce no descartaba que Zeller tuviera razon en eso.

Se sento ante su escritorio y penso en llamar a Zeller y decirle que habia cambiado de idea respecto a lo de salir. Tambien considero la posibilidad de telefonear a la casa para ver si Nicole queria hablar. Claro que sabia que no podia hacerlo. Ese paso le correspondia darlo a ella y Pierce tenia que esperar, tenia que esperar algo que tal vez nunca sucederia.

Saco la libreta de su mochila y llamo al numero para acceder al buzon de voz desde una localizacion remota. Marco la contrasena y averiguo que tenia un mensaje nuevo. Lo reprodujo y escucho la voz nerviosa de un hombre a quien no conocia.

Ah, si, hola, me llamo Frank. Estoy en el Peninsula. Habitacion seiscientos doce. Asi que llamame cuando puedas. He sacado tu numero del sitio Web y queria saber si estas disponible esta noche. Ya se que es tarde, pero pense que podia probarlo. Bueno, soy Frank Behmer, habitacion seiscientos doce del Peninsula. Espero tener noticias tuyas pronto.

Pierce borro el mensaje, pero una vez mas sintio la extrana magia de hallarse secretamente en el mundo oculto de otra persona. Se lo penso un momento y luego llamo a Informacion para solicitar el telefono del Peninsula de Beverly Hills. Frank Behmer estaba tan nervioso al dejar el mensaje, que no habia facilitado el numero del hotel.

Pierce llamo al hotel y pregunto por Behmer, en la habitacion 612. Contestaron al cabo de cinco timbrazos.

– ?Hola?

– ?Senor Behmer?

– ?Si?

– Hola, ?ha llamado por Lilly?

Behmer dudo antes de contestar.

– ?Quien es?

Pierce no dudo porque habia previsto la pregunta.

– Me llamo Hank. Llevo las llamadas de Lilly. Esta bastante ocupada ahora, pero estoy tratando de localizarla.

– Si, he probado en su movil, pero no contesta.

– ?El movil?

– El que sale en la Web.

– Ah, entiendo. Vera, es que aparece en varios sitios. ?Le importa que le pregunte de cual saco usted el numero? Tratamos de averiguar cual es mas eficaz, no se si me explico.

– Lo vi en el sitio de L. A. Darlings.

– Ah, L. A. Darlings. Si. Es una de nuestras mejores webs.

– Es ella de verdad la que sale alli, ?no? En la foto.

– Ah, si, senor, es ella de verdad.

– Preciosa.

– Si. De acuerdo, bueno, como le he dicho le pedire que le llame en cuanto la localice. No deberia tardar mucho. Pero si no tiene noticias mias o de Lilly en una hora, tendra que ser en otra ocasion.

– ?En serio? -La desilusion se percibia en la voz del hombre.

– Esta muy ocupada, senor Behmer. Pero hare todo lo posible. Buenas noches.

– Bueno, digale que solo estoy en la ciudad por negocios durante unos dias y que la trataria muy bien, no se si me explico.

Esta vez habia una leve nota de suplica en la voz del hombre que hizo que Pierce se sintiera culpable por el subterfugio.

Sintio que de repente sabia demasiado de Behmer y de su vida.

– Se a que se refiere -dijo-. Adios.

– Adios.

Pierce colgo. Trato de dejar de lado sus recelos. No sabia que estaba haciendo ni por que, pero algo lo arrastraba por un camino. Reinicio el ordenador y conecto la linea telefonica. Se conecto a Internet y probo con diversas configuraciones hasta que tecleo www.la-darlings.com y accedio al sitio.

La primera pagina era de texto, un formulario de advertencia-exencion en el que se explicaba que el sitio Web contenia material explicito solo para adultos. Al hacer clic en el boton de entrada, el visitante declaraba que tenia mas de dieciocho anos y que no se sentia ofendido por la desnudez o el contenido adulto. Sin leer la letra pequena, Pierce hizo clic en Entrar y la pantalla mostro la pagina principal del sitio Web. En el margen izquierdo aparecia la foto de una mujer desnuda que se tapaba con una toalla y tenia un dedo delante de los labios en una pose de «no se lo digas a nadie». El titulo de la pagina era de color magenta, en letra grande.

L. A. darlings

UN DIRECTORIO LIBRE DE ENTRETENIMIENTO Y SERVICIOS PARA ADULTOS

Debajo habia una fila de pestanas rojas con los servicios que se ofrecian, que iban desde las chicas de compania clasificadas por raza y color del pelo hasta el masaje y expertos en toda clase de orientaciones sexuales. Incluso se ofrecia la opcion de contratar estrellas del porno para sesiones privadas. Pierce sabia que existian infinidad de sitios como ese en toda la Red. Probablemente no habia proveedor de servicios de Internet en ninguna ciudad que no tuviera al menos un sitio de esas caracteristicas, el equivalente de un burdel on-line. El nunca se habia tomado el tiempo de explorar uno, aunque sabia que Charlie Condon en una ocasion habia utilizado un sitio asi para contratar a una acompanante para un potencial inversor. Era una decision que lamento y que no volvio a repetirse: antes de que se produjera ningun acto sexual, la chica de compania ya habia drogado, emborrachado y robado al inversor. Huelga decir que este no invirtio en Amedeo Technologies.

Pierce hizo clic en la seccion de acompanantes rubias sin ninguna razon especial, salvo que era un lugar para empezar a buscar a Lilly. La pagina se abrio en dos mitades. En el lado izquierdo de la pantalla habia un panel deslizante con thumbnails de las acompanantes rubias con sus nombres debajo de cada

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