Verloren.

– ?Despues de la muerte de su hija perdio el restaurante?

– Exacto. Era lo mejor que podia ocurrirme. Necesitaba que me ocurriera eso para descubrir quien era yo en realidad. Y para abrirme camino hasta aqui.

Bosch sabia que esas defensas emocionales eran fragiles. Siguiendo la logica de Verloren, cabia argumentar que la muerte de su hija era lo mejor que podia haber le ocurrido, porque le condujo a la perdida del restaurante, lo cual desencadeno todos los maravillosos descubrimientos personales que habia hecho. Era mentira y los dos hombres que estaban sentados a la mesa lo sabian; uno simplemente no podia admitirlo.

– Senor Verloren, hable conmigo -dijo Bosch-. Deje todas las lecciones de auto ayuda para sus reuniones y para los desarrapados de la cola. Digame como tropezo. Digame como cayo en ese agujero negro.

– Simplemente paso.

– No todo el mundo que pierde un hijo cae tan a fondo en el agujero. No es la unica persona a la que le ha ocurrido, senor Verloren. Algunas personas terminan en la tele, otros se presentan al Congreso. ?Que le sucedio a usted? ?Por que usted es diferente? Y no me diga que es porque queria mas a su hija. Todos amamos a nuestros hijos.

Verloren se quedo un momento en silencio. Apreto con fuerza los labios mientras se recomponia. Bosch sabia que lo habia enfurecido. Pero eso estaba bien. Necesitaba forzar la situacion.

– Muy bien -dijo Verloren-. Muy bien.

Pero eso fue todo. Bosch veia los musculos de la mandibula trabajando. El dolor de los ultimos diecisiete anos estaba en su rostro. Bosch podia leerlo como un menu. Aperitivos, entrantes, postres. Frustracion, rabia, perdida irreparable.

– ?Muy bien que, senor Verloren?

Verloren asintio con la cabeza. Habia eliminado la ultima barricada.

– Podria culparles a ustedes, pero debo culparme a mi. Abandone a mi hija en su muerte, detective. Y despues el unico lugar en el que podia esconderme de mi traicion era la botella. La botella abre el agujero negro. ?Entiende?

Bosch asintio.

– Lo estoy intentando. Digame que quiere decir con «culparles a ustedes». ?Se refiere a los polis? ?Se refiere a los blancos?

– Me refiero a todo eso.

Verloren se volvio en su silla de manera que su espalda quedo contra la pared de azulejos que habia junto a la mesa. Miro hacia la puerta que daba al callejon. No estaba mirando a Bosch. Bosch deseaba el contacto visual, pero estaba dispuesto a dejar que las cosas siguieran su curso siempre y cuando Verloren continuara hablando.

– Entonces empecemos con los polis -dijo Bosch-. ?Por que culpa a los polis? ?Que hicieron los polis?

– Espera que hable con usted de lo que ustedes hicieron.

Bosch penso cuidadosamente antes de responder. Sintio que era el punto de inflexion de la entrevista y sentia que aquel hombre tenia algo importante que contarle.

– Empezamos con el hecho de que amaba a su hija, ?verdad? -dijo Bosch.

– Por supuesto.

– Bueno, senor Verloren, lo que le ocurrio nunca tendria que haber ocurrido. No puedo hacer nada al respecto. Pero intento hablar por ella. Por eso estoy aqui. Lo que los polis hicieron diecisiete anos atras no es lo que vaya hacer yo. De todas formas, la mayoria de ellos estan muertos ahora. Si todavia ama a su hija, si ama su recuerdo, entonces me contara la historia. Me ayudara a hablar por ella. Es la unica forma que tiene de compensar lo que hizo entonces.

Verloren empezo a asentir a mitad de la peticion de Bosch. Bosch sabia que lo tenia, que se abriria. Era una cuestion de redencion. No importaba cuantos anos habian pasado. La redencion siempre era la clave del exito.

Una unica lagrima resbalo por la mejilla izquierda de Verloren, casi imperceptible con el fondo de la piel oscura. Un hombre con un delantal de cocina sucio entro en la zona de separacion con una tablilla en la mano, pero Bosch rapidamente le hizo una senal para que se alejara de Verloren.

Bosch espero y finalmente Verloren hablo.

– Me puse a mi por delante de ella y al final yo me perdi de todas formas -dijo.

– ?Como ocurrio eso?

Verloren se tapo la boca con la mano, como si quisiera evitar que los secretos se difundieran. Finalmente la bajo y hablo.

– Un dia lei en el periodico que mi hija habia sido asesinada con una pistola que habia surgido de un robo. Green y Garcia no me lo habian dicho. Asi que le pregunte al detective Green al respecto y me dijo que el hombre de la pistola la tenia porque estaba asustado. Era un judio que habia recibido amenazas. Pense…

Se detuvo alli y Bosch tuvo que animarlo a seguir.

– ?Penso que quiza Rebecca habia sido un objetivo por su mezcla de razas? ?Porque su padre era negro?

Verloren asintio.

– Lo pense, si, porque de vez en cuando habia algun comentario. No todo el mundo veia la belleza en ella. No como nosotros. Yo queria vivir en el Westside, pero Muriel, ella era de alli. Para ella era su hogar.

– ?Que le dijo Green?

– Me dijo que no, que no iba por ahi. Lo habian investigado y no era una posibilidad. No era… No me parecia correcto. Me daba la sensacion de que estaban volviendo la espalda. Segui llamando y preguntando. Continue insistiendo. Finalmente, acudi a un cliente del restaurante que era miembro de la comision policial. Le hable de esto y me dijo que lo verificaria.

Verloren asintio, mas para si mismo que para Bosch. Estaba reforzando su fe en sus acciones como padre que busca justicia para su hija.

– ?Y entonces que ocurrio? -le incito Bosch.

– Entonces recibi la visita de dos policias.

– ?No eran Green y Garcia?

– No, no eran ellos. Otros policias. Vinieron a mi restaurante.

– ?Cuales eran sus nombres?

Verloren nego con la cabeza.

– Nunca me dijeron sus nombres. Solo me ensenaron sus placas. Creo que eran detectives. Me dijeron que estaba equivocado con aquello con lo que estaba presionando a Green. Me dijeron que me retirara, porque estaba echando lena al fuego. Asi fue como lo dijeron. Como si se tratara de mi y no de mi hija.

Nego con la cabeza, con la rabia todavia a flor de piel despues de tantos anos. Bosch formulo una pregunta obvia, obvia porque sabia muy bien como funcionaba el departamento entonces.

– ?Le amenazaron?

Verloren solto una risotada.

– Si, me amenazaron -dijo con calma-. Me dijeron que sabian que mi hija habia estado embarazada, pero que no habian podido encontrar la clinica a la que habia ido a abortar. Asi que no habia tejido que pudieran utilizar para identificar al padre. No habia forma de decir quien fue o no fue. Dijeron que les bastaria con hacer algunas preguntas sobre mi y ella, como con mi cliente en la comision de la policia, y que los rumores empezarian a extenderse. Dijeron que solo harian falta unas pocas preguntas en los lugares adecuados para que la gente empezara a pensar que habia sido yo.

Bosch no le interrumpio. Sentia que su propia rabia le cerraba la garganta. Verloren continuo.

– Dijeron que para mi seria dificil mantener mi negocio si todo el mundo pensaba que habia… que habia hecho eso a mi hija…

Ahora cayeron mas lagrimas por su rostro oscuro. No hizo nada para contenerlas.

– Y yo hice lo que querian. Me retire y lo deje estar. Deje de echar lena al fuego. Me dije a mi mismo que no importaba, que no nos devolveria a Becky. Asi que no volvi a llamar al detective Green… y ellos nunca resolvieron el caso. Al cabo de un tiempo empece a beber para olvidar lo que habia perdido y lo que habia hecho, para olvidar que habia puesto mi orgullo y mi reputacion y mi negocio por delante de mi hija. Y muy pronto, antes de darme cuenta, llegue a ese agujero negro del que le estaba hablando. Cai en su interior y todavia estoy escalando para salir.

Al cabo de un momento se volvio y miro a Bosch.

– ?Que tal es la historia, detective?

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