pajaros, el zumbido de los insectos y la respiracion de Howard Yost.

Inclino la cabeza hacia la direccion del sonido tratando de identificarlo y, en aquel instante, el ronroneante sonido se transformo en un ruido ensordecedor y, momentos despues, Yost estuvo en condiciones de establecer de que se trataba y de que direccion procedia.

Estaba escuchando el chirriante y pulsante sonido de un helicoptero. Se volvio escudrinando el horizonte en direccion al oceano y entonces, desde detras de la cadena de colinas de la lejania, aparecio el aparato acercandose a el a toda prisa.

Contrajo los ojos para distinguir la leyenda del helicoptero y su aspecto general -sus conocimientos aeronauticos se los debia a su hijo Tim-, pero todavia no le era posible identificarlo.

Sin embargo, una cosa era segura. El rumor cada vez se oia mas cerca. Pero entonces sucedio una cosa muy extrana: el sonido chirriante del helicoptero paso a convertirse de un solo en un duo.

Yost se volvio una vez mas y miro el cielo por encima de la autopista.

Acercandose en direccion contraria, desde el este, sobrevolando las colinas y acercandose a la Fortress Rock, descubrio un segundo helicoptero, hermano gemelo del primero. El corazon empezo a latirle con fuerza pero el procuro no asustarse.

Podia ser cualquier cosa, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de un fin de semana festivo. Podian ser helicopteros de patrulla -siempre vigilaban los lagos y las playas y las carreteras, en el transcurso de los fines de semana de mucho trafico-o tal vez fueran helicopteros del servicio de correos o helicopteros de esos que trasladan a la gente importante, desde los aeropuertos a los hoteles, o tal vez unos helicopteros que hubieran salido en alguna mision especial. Tal vez.

Los miraba alternativamente a los dos, pero ahora su aspecto empezo a antojarsele mas sospechoso porque les vio descender cada vez mas, y ambos se estaban acercando como si la Fortress Rock fuera su aerodromo de destino.

Yost solto instintivamente las pesadas maletas y las dejo rodar por el camino arenoso, e inmediatamente cayo de rodillas y empezo a gatear hacia la pared de piedra arenisca, en un esfuerzo por resultar menos visible.

Temblando, sin poderlo creer, vio que un helicoptero y despues el otro se iban acercando a el.

Ahora podia distinguir su color. Ambos eran azules, con rayas blancas. En aquellos momentos presintio el desastre. No te asustes, Howie, se dijo a si mismo, pero se asusto.

Hubiera querido agarrar las maletas y echar a correr. Pero no podia moverse: el terror le habia inmovilizado por completo. Al diablo las malditas maletas. Aunque pudiera correr, ya no se atrevia a hacerlo. El caso era ocultarse de la vista hasta estar seguro.

Solto la escopeta y avanzo serpenteando aplastado contra el suelo. El sonido de los helicopteros era atronador y le martilleaba los timpanos.

Tendido en el suelo, rigido como un riel, advirtio que la tierra temblaba debajo suyo. Levanto la cabeza, miro a su izquierda y se quedo petrificado.

Uno de los panzudos helicopteros azules, parecidos a unos tiburones, estaba aterrizando en la zona cubierta de maleza que habia algo mas abajo del camino donde el se encontraba.

Se incorporo un poco, miro por encima del hombro y vio para su horror que el segundo helicoptero tambien estaba tomando tierra.

En aquellos segundos experimento el sobresalto de la comprension y el cuerpo se le estremecio como sacudido por una corriente electrica.

Ambos helicopteros eran Bell Jet Rangers A-4. Ambos tenian unas letras blancas orgullosamente pintadas en los laterales. Decian: LAPD ?La policia! Se estaba levantando polvo por todas partes. Tosiendo y ahogandose, Yost comprendio lo que estaba ocurriendo. Habian aterrizado.

Se puso trabajosamente en pie y escudrino a traves de las particulas de polvo y arena para asegurarse de que no estaba viviendo una pesadilla.

Y entonces pudo verlo.

El helicoptero mas proximo, el situado mas abajo del camino, aparecia como agachado en el suelo, a no mas de cincuenta metros de distancia.

Su helice habia cesado de girar. Estaba siniestramente inmovil. Ahora se estaba abriendo la portezuela de la carlinga. Yost vislumbro una figura emergiendo de la portezuela del Jet Ranger. Se trataba de un corpulento oficial de policia con casco blanco y uniforme caqui extrayendo de la funda un arma amenazadora, santo, cielo, hasta el arma podia identificar, era el acostumbrado revolver Smith amp;Wesson del 38.

Presa del panico, Yost no espero por mas tiempo. Recogio apresuradamente la escopeta, se agacho y echo a correr hacia el lugar en que habia encontrado el dinero del rescate.

Corriendo y tropezando en direccion al reborde de la roca, llego a la altura de este, lo rodeo y se arrojo a la concavidad que habia detras, dejandose caer sobre la protectora tierra jadeante y casi sin resuello.

Al cabo de unos momentos levanto la cabeza por encima del parapeto. Contemplo la escena con incredulidad: dos, tres, cuatro, cinco hombres uniformados, con sus cascos y sus relucientes placas, todos ellos armados y, subiendo cautelosamente la pendiente.

Y despues le distrajo otro movimiento que estaba teniendo lugar a su izquierda: habia tres, cuatro, cinco hombres procedentes del otro helicoptero, atravesando al unisono la carretera, deslizandose por la abertura de la valla y corriendo para reunirse con sus companeros y completar el semicirculo.

Yost les observo congelado por el miedo. Se estaban acercando, estaban tan cerca que ya podia verles claramente los implacables y torvos rostros. Yost hubiera deseado huir pero no podia.

Estrangulado por el miedo y loco de terror miro primero la escarpada roca y despues el precipicio de abajo.

No podia ir a ninguna parte, no podia huir. Estaba atrapado. No podia ocurrir pero estaba ocurriendo. Le habian traicionado. Todos habian sido traicionados.

?Malditos traidores! La policia, los asesinos, habian salido a atraparle.

No. No, nunca. A el no. No era justo. Estaba mal. Debia tratarse de algun error. Averiguarian que era un error y seguirian su camino. Aquella increible pesadilla seguiria tambien su camino. Y seria como si jamas hubiera ocurrido.

Ahora se habian acercado mas y estaban cerrando el lazo y el era como un pobre perro mestizo acorralado.

?Acaso no sabian quien era? No era un criminal, no era un golfo, no era una de esas personas, no, era el senor Howard Yost, heroe del futbol americano, columna vertebral de la respetable Compania de Seguros de Vida Everest, era el senor Howard Yost, marido de Elinor, padre de Nancy y Timothy, con amigos por todas partes y hasta casa propia.

A veinte metros de distancia distinguio un extrano objeto pegado a un rostro carnoso y despiadado. Un megafono, un megafono como los que usaban sus incondicionales para animar a la muchedumbre de las gradas a vitorear a Howie Yost, a Howie el Grande, a Howie el Invencible, el hombre de hierro, aguanta firme, aguanta firme.

Se imagino que pronto iba a escuchar los vitores lanzados a traves del megafono pero, en su lugar, escucho una atronadora voz de bajo.

– ?Esta usted rodeado! ?Arroje la escopeta!!Levante las manos! ?Salga con las manos en alto! Perdio la cordura.

?Hacerle eso al senor Howard Yost, subdito americano? ?Noooo, jamas, jamas, jamas! Enloquecido, se apoyo la escopeta contra el hombro, apoyo el canon sobre el terraplen y, sin apuntar, empezo a disparar a diestro y siniestro, cargando de nuevo el arma, disparando a todas partes para decirles quien era, para ordenarles que se fueran, que le dejaran en paz, pero ninguno de los patibularios componentes del circulo que se iba cerrando sobre el se habia marchado ni habia contestado a sus disparos.

Busco las dos ultimas capsulas, cargo apresuradamente el arma pensando en lo extrano que resultaba aquel silencio y, subitamente, recupero la cordura y comprendio lo que estaba ocurriendo.

Efectuo otro disparo al tuntun, comprobo que no le quedaba mas que una capsula y solto la escopeta al comprender la verdad.

No contestaban a sus disparos porque les habian ordenado que le apresaran vivo. Le querian vivo para pegarle una paliza, para aplicarle el tercer grado, para obligarle a hablar, para obligarle a confesar donde mantenian prisionera a Sharon Fields.

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