orilla de la mesa, estaba agachado sobre la hoja de papiro cafe que habia sido sacada de su carpeta de celulosa y que ahora estaba prensada entre dos placas de vidrio. Petropoulos estaba completamente absorto en su examen de los tenues caracteres arameos escritos en estrechas columnas sobre el aspero meollo de papiro. De vez en cuando, casi abstraidamente, buscaba a tientas su gruesa lupa, acercandola a los ojos mientras se agachaba mas sobre la mesa. En repetidas ocasiones se refirio a extranos libros de consulta, buscando luego su pluma estilografica y haciendo anotaciones en una libreta de apuntes que tenia a un lado.

Detras de el, a una distancia respetuosa, el doctor Deichhardt, George Wheeler, Monsieur Fontaine, Sir Trevor Young y el Signore Gayda observaban tensos y nerviosos. Mas alla de los editores, el solemne y ahora calmado senor Groat esperaba.

Randall, rodeado por el doctor Jeffries, el doctor Knight, el profesor Sobrier y monsenor Riccardi, estaba de pie a la entrada de la boveda, absorto en el suspense de aquel espectaculo de un solo hombre.

Randall penso fugazmente si todos formarian parte de un velatorio. Miro su reloj. Ahora habian transcurrido veinticinco… tic tac… veintiseis minutos.

De pronto, el abad Petropoulos se movio. Su fragil cuerpo se enderezo, recargandose contra el respaldo de la silla.

– Muy bien -dijo firmemente, agarrandose la barba y volviendose hacia los editores-, estoy satisfecho.

El silencio se habia roto; sin embargo, nadie mas hablo.

El abad Petropoulos resumio:

– La discrepancia es explicable. Ha habido un pequeno error, un error comprensible, pero, no obstante, un error, en la lectura del arameo original y en su traduccion. Una vez que se haga la correccion, nadie podra dudar del texto. Su autenticidad esta mas alla de toda duda.

Los tensos y contraidos rostros de los cinco editores, como si fueran uno solo, se relajaron y brillaron aliviados.

Todos rodearon al abad, extendiendo la mano para felicitarlo, saludandolo con agradecimiento y felicitandose a si mismos.

– ?Maravilloso, maravilloso! -dijo el doctor Deichhardt, alardeando-. Ahora, hablemos del error que usted ha encontrado…

El abad Petropoulos tomo su libreta de apuntes.

– La oracion dudosa habia sido leida del arameo original por los traductores como: «Y Nuestro Senor, al huir de Roma con sus discipulos, hubo de caminar aquella noche a traves de los abundantes campos del Lago Fucino, que habia sido desaguado por ordenes de Claudio Cesar y cultivado y labrado por los romanos.» Varios de los rasgos, las enroscaduras, los ganchos de la escritura, casi invisibles, deben haber sido pasados por alto, pero, al detectarlos, ofrecen diferentes palabras y cambian el significado. Correctamente leida e interpretada, la oracion aramea en realidad se traduce como: «Y Nuestro Senor, al huir de Roma con sus discipulos, hubo de caminar aquella noche a traves de los abundantes campos cercanos al Lago Fucino; que seria desaguado por ordenes de Claudio Cesar y cultivado y labrado por los romanos.» Como ustedes ven, «a traves de los abundantes campos cercanos al» habia sido mal interpretado por «a traves de los abundantes campos del», y «que seria desaguado» habia sido mal interpretado por «que habia sido desaguado».

El abad puso la libreta sobre la mesa.

– Asi que su misterio esta resuelto. Todo esta bien. Senores, quisiera anadir que considero el haber visto este papiro de Santiago como uno de los acontecimientos mas conmovedores de mi larga vida. Todo el descubrimiento marca un punto muy elevado en la historia espiritual del hombre. Este texto alterara, mejorandolo, el curso de la cristiandad. Agradezco a ustedes la oportunidad que me han brindado para acercarme tanto a la persona de Nuestro Senor.

– ?Gracias, muchas gracias a usted! -exclamo el doctor Deichhardt, quien junto con Wheeler ayudo al abad a ponerse en pie-. Ahora -anuncio el editor aleman-, iremos arriba para disfrutar de un almuerzo en celebracion del acontecimiento. Usted, padre, debe acompanarnos antes de partir hacia su concilio en Helsinki.

– Sera un honor -dijo el abad.

Wheeler habia recogido la libreta de apuntes de Petropoulos.

– Yo llegare un poco tarde. Sera mejor que telefonee al senor Hennig en Maguncia. Tendremos que suspender el trabajo de encuadernacion. Sera necesario corregir las traducciones, componer los caracteres de toda la pagina e imprimirla nuevamente para cada edicion.

– Si, si, debe hacerse de inmediato -convino el doctor Deichhardt-. Digale a Hennig que no podemos retrasarnos. Pagaremos los costos adicionales del taller y el tiempo extra de los operarios.

Mientras comenzaban a salir de la boveda, Randall y su grupo se hicieron a un lado para abrir camino al abad y a los editores. Al pasar frente a Randall, el abad se detuvo brevemente.

– Ahora podra usted comprender, senor Randall, aquello que le dije cuando me mostro la fotografia del papiro alla en Simopetra. La fotografia no era tan clara. Por un lado, no tenia dimension de profundidad y no revelaba ninguna muesca recalcada sobre el papiro. Con mucha frecuencia, para una persona como yo, que ha vivido entre estos documentos antiguos, el original ofrece lo que ninguna reproduccion puede mostrar claramente.

– Si, me alegra que haya podido ver el original, padre -dijo Randall-. Ciertamente ha ayudado usted a solucionar un problema grave.

El abad sonrio.

– Usted compartira el credito conmigo.

Al decir esto, el abad y los editores salieron, seguidos por Sobrier y Riccardi. Randall se encontro a solas en la boveda con el doctor Jeffries, que estaba molesto, el doctor Knight, con su apariencia beatifica, y el bullicioso senor Groat.

– Un momento, senor Groat -exclamo el doctor Jeffries-. Antes de que guarde usted este papiro, dejeme echarle otro vistazo a esa confusion.

El doctor Jeffries camino vacilante hacia el fragmento de papiro, que seguia prensado entre las dos placas de vidrio. Randall y Knight lo siguieron.

El doctor Jeffries se hallaba obviamente perturbado. Randall se daba cuenta de que la responsabilidad total de encabezar el equipo de traductores y aprobar la traduccion final habia sido de Jeffries. Habersele encontrado semejante error habia significado un rudo golpe para su orgullo. En ese instante Jeffries lo demostraba, recorriendo con los dedos su hirsuta cabellera blanca y arrugando la rosada nariz hasta que se torno color carmesi. Se coloco su binoculo y observo el papiro.

Randall, que aun no habia visto al controvertido papiro original, se acerco para echarle una mirada. Era una hoja bastante grande de antiguo papel oscuro, arrugada, moteada, delgada, con las orillas escamadas. Tenia dos muescas desiguales, como si las hebras del meollo hubiesen sido mordisqueadas pos lepismas. Lo mas asombroso era la claridad de la escritura aramea. A simple vista y sin ser experto, Randall podia descifrar porciones completas de las apinadas columnas.

– Umm… umm… no comprendo -musitaba el doctor Jeffries-. Nunca comprendere como pude haber interpretado mal esa oracion. Ahora, conforme la veo, parece tan distinta, tan clara, tan correcta para haberla traducido como el abad lo hizo. Unas cuantas manchas, por supuesto, pero, no obstante, deberia yo haber visto las palabras correctamente. -Movio la cabeza con tristeza-. Debe ser mi edad; mi edad y mis ojos…

– ?Usted tradujo esta seccion? -inquirio Randall.

– Si -suspiro el doctor Jeffries.

– Pero hubo otros cuatro en su comite, quienes comprobaron la traduccion despues de usted, doctor Jeffries. Tambien ellos lo interpretaron mal.

– Umm… es verdad. No obstante, el error…

– El error -dijo el doctor Knight con divertida mueca- es que los colegas que trabajan con alguien tan eminente como el doctor Bernard Jeffries pueden sentirse intimidados por el. Si el da una opinion, se convierte en un decreto, en un mandato que los estudiosos menores temen contradecir o revocar. Digo esto solo por el alto respeto que me inspira la erudicion del doctor Jeffries.

El doctor Jeffries bufo.

– La erudicion requiere de vista aguda, y la mia ya no lo es. De hecho, ya no realizare proyectos semejantes - se giro para ver a su protegido. Ahora les corresponde a hombres mas jovenes, con ojos mas jovenes y mentes mas agiles. Florian, quiza renuncie pronto a mi catedra en Oxford. Quiza me mude a Ginebra para asumir a otras responsabilidades, muy diferentes. Cuando renuncie yo, pediran mi recomendacion para un sustituto. Recordare la

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