El ascensor automatico hizo una parada suave y la puerta se abrio. Randall siguio a Wheeler dentro del sotano, donde contestaron el saludo del oficial de seguridad que se hallaba armado y sentado en una silla plegadiza.

Caminaron estruendosamente a traves del piso de cemento del lobrego sotano, enviando con los tacones reverberaciones a traves del pasaje subterraneo. Al dar vuelta a una esquina hacia un segundo corredor, avistaron un deslumbrante cuadrado de luz fluorescente que brillaba desde el distante fondo.

– La boveda -explico Wheeler.

Al acercarse al cuadrado de luz, Randall pudo distinguir la enorme puerta de la boveda, a prueba de fuego, con su cerrojo plateado y su disco de combinacion de seguridad, en blanco y negro, que se hallaba entreabierta. De pronto, del hueco de la boveda emergio la figura rechoncha de un hombre que cruzo la puerta y se apresuro a encontrarlos.

Asombrados, Randall y Wheeler se detuvieron, mientras Randall miraba con la boca abierta al hombre cuyo plano tupe estaba desacomodado y cuyos bigotes de cepillo le bailaban sobre la boca. Se trataba del senor Groat, el celador de la boveda, que corria con la chaqueta abierta, dejando entrever la funda de su revolver.

Patinando, se detuvo frente a ellos, con tantos jadeos que no podia articular las palabras que queria decir.

Wheeler lo agarro de los hombros.

– Groat, ?que demonios sucede?

– Mijnheer Wheeler! -grito Groat-. Help! Ik ben bestolen! Politie!

Wheeler lo sacudio fuertemente.

– ?Maldita sea, hombre, hable en ingles! Spreek Engels!

– Auxilio… necesitamos ayuda -jadeo el rechoncho holandes-. Me… nos…, han robado. ? La Policia, debemos llamar a la Policia!

– Maldita sea, Groat, este lugar esta lleno de policias -dijo Wheeler enojado-. ?Que sucedio? Controlese y digame que es lo que ha ocurrido.

Groat tuvo un ataque de tos que finalmente logro controlar.

– El papiro… el Papiro numero 9… falta… ?Ya no esta! ?Lo han robado!

– ?Usted esta loco! ?No puede ser! -bramo el editor.

– Lo he buscado por todas partes… por todos lados -susurro Groat-. No esta en la gaveta que le corresponde… tampoco esta en las otras gavetas… no esta en ninguna parte.

– No lo creo -interrumpio Wheeler-. Ire a ver.

Wheeler camino apresuradamente, seguido por el aterrorizado celador.

Randall los siguio lentamente, tratando de comprender lo acontecido.

Al llegar a la puerta abierta de la boveda, Randall escudrino la camara a prueba de fuego y robo. Tenia por lo menos seis metros de fondo y tres de ancho, y estaba construida de hormigon reforzado con acero. Habia unas hileras de gavetas metalicas que, segun habia oido Randall, estaban recubiertas con asbesto. Cuatro lamparas fluorescentes colocadas en el techo de hormigon brillaban sobre una larga mesa rectangular, cubierta con una superficie de mate blanco, donde yacian aproximadamente una docena de oblongos de vidrio plano.

La atencion de Randall se concentro en la actividad de Wheeler y el celador de la boveda.

Groat iba tirando hacia fuera una tras otra de las anchas gavetas cubiertas con vidrio, mientras Wheeler examinaba lo que contenian. Los dos se movian de una gaveta a otra, y el editor se veia cada vez mas frustrado y apopletico.

Preguntandose si podria existir algun otro lugar dentro de la camara donde el papiro se pudiera haber traspapelado, o incluso escondido, Randall examino la boveda una vez mas. Habia dos respiradores en lo alto del muro izquierdo debajo de los cuales, a la altura de los ojos, habia una serie de discos e interruptores electricos, que sin duda servian para controlar la humedad de los invaluables y quebradizos papiros. El piso de piedra estaba limpio.

Randall retrocedio cuando el editor, con el rostro oscuro y preocupado, y el estupefacto y corpulento celador se encaminaron hacia el.

– Es imposible, pero Groat tiene razon -gruno Wheeler-. Ha desaparecido al Papiro numero 9.

– ?Como ese? -pregunto Randall incredulamente-. ?Que hay con los demas? ?Todavia estan aqui?

– Solo ese -dijo Wheeler, temblando con una mezcla de ira y frustracion-. Todo lo demas esta en su lugar. - Abriendose camino entre Randall y Groat, fue a inspeccionar la cerradura de la enorme puerta de acero-. No hay senales, ni pintura descascarillada. No ha sido forzada.

Randall se dirigio al celador.

– ?Cuando fue la ultima vez que usted vio el Papiro numero 9?

– Ayer por la noche -dijo el atemorizado Groat-, cuando cerre la boveda para irme a casa. Todas las noches, antes de irme, reviso cada una de las gavetas para asegurarme de que cada especimen este en su lugar y estudiar la condicion en que se encuentra, para saber si el aparato humedecedor esta preservando adecuadamente los fragmentos.

Wheeler se dio la vuelta.

– ?Ha venido alguien de visita desde anoche?

– No, nadie -dijo Groat-, hasta que usted y el senor Randall llegaron.

– ?Y que me dice de los guardias que Heldering mantiene en este lugar? -quiso saber Randall.

– Es imposible para ellos -dijo el celador-. No tendrian manera alguna de entrar. No saben la intrincada combinacion de seguridad.

– ?Quien conoce la combinacion? -pregunto Randall.

Wheeler se interpuso entre los dos.

– Yo le puedo decir quien tiene acceso. Solo somos siete personas. Groat, por supuesto, Heldering y los cinco editores: Deichhardt, Fontaine, Gayda, Young y yo mismo. Nadie mas.

– ?Pudo alguien haber robado la clave de la combinacion? -dijo Randall.

– No -contesto Wheeler llanamente-. La combinacion nunca se ha escrito sobre papel. Todos la sabemos de memoria. -Movio la cabeza-. Esto simplemente no pudo suceder. Es increible. Es el misterio mas extrano al que me haya enfrentado jamas. Tiene que haber una solucion sencilla. Repito que no pudo suceder.

– Pero sucedio -dijo Randall- y, por coincidencia, falta precisamente el fragmento de papiro que nos interesa, el que bajamos a ver.

– Me importa un bledo de que papiro se trata -interrumpio Wheeler-. No podemos permitirnos el lujo de perder un solo fragmento. Dios mio, esto podria ser un desastre. Ni siquiera somos duenos de los papeles. Pertenecen al Gobierno italiano. Son tesoros nacionales. Despues de que el arrendamiento caduque, tendremos que devolverlos. Y esto no es lo peor. Lo peor de todo es que deberemos tener todos los papiros originales para respaldar y comprobar la validez de nuestro Nuevo Testamento Internacional.

– Especialmente el Papiro numero 9 -dijo Randall en voz baja-. Ese es el que esta en duda.

Wheeler fruncio el ceno.

– No hay nada que este en duda.

– Plummer y De Vroome afirmaran ante el mundo que este si lo esta, y por consecuencia toda la Biblia, a menos de que el abad Mitros Petropoulos lo pueda ver y nos de la respuesta.

Wheeler se golpeo la frente con la palma de la mano.

– ?Petropoulos! Me habia olvidado de el. ?Cuando llega a la ciudad?

– Manana por la manana.

– Pues, maldita sea, tendra usted que aplazar su visita. Enviele un telegrama. Digale que su examen tiene que posponerse. Digale que estaremos en contacto con el en Helsinki.

El corazon de Randall se hundio.

– George, yo no puedo hacer semejante cosa. Petropoulos ya esta en camino de Amsterdam.

– ?Maldita sea, Steven, tiene que hacerlo! No tenemos nada que mostrarle. Y dejemos ya de perder el tiempo. Tengo que notificar a Heldering y a su personal… y a Deichhardt y a los otros. Nuestra labor principal es averiguar donde esta ese papiro y recuperarlo.

– La Policia de Amsterdam -dijo Groat-. Debemos llamar a la Policia.

Wheeler se giro para mirarlo.

– ?Esta usted loco? Si permitimos que toda esa maldita fuerza policiaca de la ciudad se entere de esto, estaremos perdidos. Seria el fin de nuestra seguridad. De Vroome se enteraria de todo, y nos sacaria la delantera.

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