– No podria recordar los nombres. Algunos de sus viejos camaradas y colegas de la universidad. Solamente se les dijo que padecia una alteracion nerviosa y que debia descansar. Varios intentaron verlo los primeros meses, pero fueron rechazados. No hemos vuelto a saber de ellos.

– ?Alguien mas? -pregunto Randall-. ?Algun otro intento de alguien mas en los meses recientes?

– Pues, ahora que usted lo menciona… hubo uno, y lo recuerdo porque ocurrio recientemente y su nombre es muy conocido.

– ?Quien fue? -inquirio Randall con interes.

– Un eminente clerigo, el reverendo Maertin de Vroome. Hizo una solicitud por escrito para visitar al profesor Monti. Debo decirle que me impresiono. Yo no sabia que el y Monti fueran amigos. Poco despues se me informo que no lo eran… que no eran amigos. Yo habia confiado en que una visita del reverendo podria estimular a mi paciente, asi que pase a las hijas la solicitud del reverendo De Vroome. Ellas la rechazaron, y con bastante firmeza, debo anadir. Asi pues, yo informe al reverendo De Vroome que no se permitian las visitas. En realidad, usted es el primer extrano a quien se le permite ver al profesor Monti desde que fue recluido aqui. -Echo un vistazo al reloj que estaba sobre su escritorio-. ?Tiene usted alguna otra pregunta, senor Randall?

– No -dijo Randall, poniendose de pie-. No tengo nada mas que preguntar… o que averiguar.

El recorrido de regreso a Roma, en el «Opel» de Giuseppe, con aire acondicionado, fue lobrego.

En el asiento trasero, con Angela acurrucada contra el, un Randall renuente se vio forzado a rememorar lo que habia acontecido durante su reunion con el profesor Monti y despues con el doctor Venturi.

Angela hacia reminiscencias breves, melancolicas acerca de su padre, tal como habia sido en los anos anteriores; recordaba la viveza y la agudeza de su mente. Era una lastima, dijo ella con infinita tristeza, que su padre nunca conoceria las maravillas a las que su descubrimiento seguramente conduciria.

– Ahora lo sabe -le aseguro Randall-. Lo supo desde el momento en que hizo su descubrimiento, y disfruto plenamente de lo que estaba proporcionando al mundo.

– Eres bueno -Angela lo beso en la mejilla.

Ella lo invito a cenar con su hermana y los hijos de esta en la casa de la familia. El estuvo tentado a aceptar, pero lo reconsidero y luego cambio de parecer.

– No, yo creo que lo mejor sera que estes a solas con tu familia -dijo el-. Despues de esto tendremos mucho tiempo para estar juntos. Ademas, debo regresar a Amsterdam. El tiempo apremia. Tal como estan las cosas, Wheeler se enfurecera porque estuve fuera de la oficina el dia de hoy.

– ?Vas a regresar a Amsterdam esta noche?

– Tal vez muy de noche; necesito despachar algo de correspondencia personal mientras estoy aqui. Cuando vuelva a Amsterdam ya no habra oportunidad. Debo escribirles a mis padres y a mi hija. Tambien tengo pendientes algunos asuntos de negocios. Como el de Jim McLoughlin, el individuo del Instituto Raker. Ya sabes quien. Mi abogado no ha podido localizarlo todavia, asi que pense que seria mejor que yo le escribiera personalmente una carta para que le sea remitida. Si, probablemente tomare el ultimo vuelo de regreso.

– Dile a Giuseppe que te deje primero a ti en el «Excelsior» -dijo Angela-. Despues, puede llevarme a mi a casa.

Randall dio instrucciones al chofer y se volvio hacia Angela una vez mas.

– ?Regresaras a Amsterdam manana por la manana?

Ella sonrio picaramente.

– Manana por la noche, si mi jefe no me despide. Quisiera ir de compras con mi hermana y llevar a mis sobrinos a los Jardines Borghese, y quiza visitar a algunos amigos. Manana por la noche tu secretaria regresara, si te parece bien.

– No me parece bien, pero la estare esperando.

Ella estaba observandolo. Su sonrisa habia desaparecido.

– Quiero preguntarte algo, Steven…

– ?Que cosa?

– Una vez que estemos de vuelta en Amsterdam, ?que te propones hacer?

– Trabajar, por supuesto. Trabajare afanosamente para terminar con el proyecto. -El vio la intencion de Angela en su rostro y comprendio-. Oh, quieres decir que… ?si voy a continuar tratando de averiguar algo mas acerca del fragmento del papiro… acerca de la fotografia? No, Angela. Tu padre fue el ultimo intento. Es un callejon sin salida. Aun cuando quiera continuar, ya no hay ningun sitio adonde ir. Voy a almacenar mi lupa y mi gorro de cazador, junto con mis impulsos de Sherlock Holmes. Ya volvi al negocio de las promociones. Me dedicare por completo a vender la Palabra.

– ?Aunque tengas dudas?

– Angela, a eso he venido a Roma. Siempre tendre dudas acerca de los misterios, de la misma manera como siempre tendre un cierto grado de fe. ?Conoces la oracion de Ernesto Renan? «Oh Dios, si existe un Dios, salva mi alma, si tengo un alma.» Ese soy yo ahora.

Angela se rio.

– ?Y puedes vivir asi?

– Tengo que hacerlo. No hay alternativa -Randall apreto la mano de Angela-. No te preocupes, seguire adelante… Ya llegamos al «Excelsior». Esta bien, querida, un beso mas. Nos veremos manana.

Despues de que se habia bajado del «Opel» con su portafolio y habia visto alejarse al automovil, se dirigio hacia el fresco hall del «Hotel Excelsior». Se detuvo brevemente ante la mesa del conserje para recoger su llave y cruzo el vestibulo hacia los ascensores.

Uno de los ascensores acababa de llegar a la planta baja y de el estaban saliendo los pasajeros. Randall se hizo a un lado hasta que quedo vacio; luego entro al ascensor, dando media vuelta para oprimir el boton del quinto piso. Al hacerlo, se dio cuenta de que alguien mas habia entrado al ascensor, inmediatamente detras de el, y ahora extendia el brazo por encima de su hombro para oprimir el boton del cuarto piso. Era un brazo que estaba cubierto por un atuendo clerical.

Cuando las puertas se cerraron tras ellos y el ascensor comenzo a ascender lentamente, Randall se dio la vuelta para mirar a su companero.

Se quedo sin aliento.

Sobrepasandolo en estatura y envuelto en una sotana negra, el cadaverico rostro le brindo una levisima sonrisa con los ojos. Era el dominee Maertin de Vroome.

– Asi que volvemos a encontrarnos, senor Randall -dijo el dominee De Vroome-. Espero que su visita de esta tarde a nuestro profesor Monti haya sido productiva.

Totalmente desconcertado, Randall dijo abruptamente:

– ?Como demonios supo usted que lo vi?

– Usted vino a Roma para verlo, asi como yo lo hice antes. Es sencillo. He convertido en uno de mis deberes sagrados el estarlo vigilando a usted, senor Randall. Desde la ultima ocasion en que estuvimos juntos, he observado cada uno de sus movimientos subsecuentes con creciente interes y con un respeto cada vez mayor. Tal como me lo imagine desde un principio, usted es un buscador de la verdad, de los cuales no hay muchos. Usted es uno de ellos. Yo soy otro. Me complace saber que nuestras busquedas son iguales y que nuestros senderos convergen. Tal vez ha llegado la hora de que tengamos, aqui en la Ciudad Eterna, otra charla privada.

Randall se puso rigido.

– ?Acerca de que?

– Acerca de la falsificacion del Evangelio segun Santiago y del Pergamino de Petronio.

– ?Por que… por que demonios esta usted tan seguro de que son falsificaciones?

– Porque acabo de ver al falsificador en persona y me he enterado de todos los detalles del fraude… Bien, hemos llegado; este es mi piso. Confio en que usted tambien se quedara aqui. ?O no, senor Randall?

En el esplendor de la amplia y afelpada sala de la suite del dominee De Vroome en el «Hotel Excelsior», Randall se sento aturdido.

Totalmente estupefacto por las contundentes palabras del clerigo, Randall lo habia seguido docilmente hacia fuera del ascensor, cruzando el pasillo regiamente alfombrado y llegando finalmente hasta la propia suite.

Randall queria creer que esta era una trampa, un engano, alguna clase de juego que De Vroome deseaba jugar

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