– ?Es este… su Robert Laforgue?

A Randall se le subio el estomago hasta la garganta, mientras se inclinaba hacia delante. Echo una mirada y retrocedio. El anciano rostro arrugado, con la piel muerta como si fuera un pedazo de papiro, quebrada, magullada y purpurea, ya sin sangre, pertenecia a Robert Laforgue, alias Lebrun.

– Si -susurro Randall, controlando la nausea.

– ?Esta usted seguro de la identificacion?

– Seguro.

El oficial dejo caer la sabana, con la mano hizo una sena al asistente para que se llevara la camilla, y se volvio hacia Randall.

– Gracias, Signore. Hemos terminado aqui.

Mientras se alejaban del pabellon de identificacion y cruzaban el corredor, lo que Randall pudo percibir no fue meramente el fetido olor de la muerte, sino la asquerosa peste de la coincidencia.

Este nuevo olor sucio lo inundo. Cuando el habia querido ver el original del Papiro numero 9, en Amsterdam, el documento habia desaparecido, por coincidencia. Cuando habia querido ver el negativo del papiro, los materiales de Edlund, el fotografo, se habian perdido en un incendio, por coincidencia. Cuando estuvo preparado para recibir la evidencia del fraude, en Roma, el falsificador habia muerto en un accidente el dia anterior, por coincidencia. Por coincidencia… ?o intencionadamente?

El oficial de la Morgue le estaba hablando.

– Signore, ?sabe usted de algun pariente que haga la reclamacion para recibir el cuerpo?

– Dudo que exista alguno.

– Asi que, puesto que usted es el unico que aparece para hacer la identificacion (no ha habido otros), seria legal que usted hiciera la disposicion. -El oficial miro a Randall esperanzadamente-. Si usted desea.

– ?Que quiere usted decir?

– Puesto que la identificacion esta hecha, ahora debemos deshacernos del cuerpo. Si usted no hace la reclamacion, el cadaver va a ser enterrado en el Campo Comune…

– Oh, si, ya se. La fosa comun.

– Si usted desea la responsabilidad, nosotros podemos arreglar que la compania privada de funerales se lleve el cuerpo, lo embalsame, lo ponga en la capilla y lo entierre en el cementerio catolico, el Cimitero Verano, con servicios apropiados. Ademas, una lapida. Nosotros hacemos este respetable entierro en la iglesia, si usted paga. Lo que usted quiera, Signore.

Habian llegado al vestibulo de entrada, y se dirigieron hacia el cuarto que tenia el mostrador de marmol, Randall no tuvo dudas. Al margen de que Lebrun hubiera sido sincero o un farsante, la verdad es que habia estado dispuesto a colaborar con el. A pesar de que no habia tenido la oportunidad, merecia algo a cambio. El respeto humano, por lo menos.

– Si, yo pagare todos los gastos del funeral -dijo Randall-. Denle un entierro apropiado. Solamente una cosa… -no pudo evitar una ligera sonrisa, recordando a Lebrun-. Sin servicios religiosos y que no lo entierren en el cementerio catolico. Mi amigo era… agnostico.

El oficial de la Morgue hizo un gesto de comprension y se paro detras del mostrador.

– Se hara como usted desea. Despues de que la compania funeraria lo embalsame, el entierro sera en el cementerio no catolico… el Cimitero Acatolico. Alli descansan en paz muchos no creyentes… poetas extranjeros. Sera apropiadisimo y correcto. ?Usted pagara ahora, Signore?

Randall pago al momento, acepto un recibo, firmo un documento final y se alegro de que todo hubiera terminado ya para poderse marchar.

Cuando se preparaba para irse, el oficial del deposito de llamo.

– ?Signore! Un momento…

Preguntandose que pasaria ahora, Randall regreso al mostrador de marmol, donde el oficial habia colocado una bolsa de plastico.

– Puesto que usted ha hecho la reclamacion, usted puede poseer los bienes de la victima.

– ?Se refiere usted a las cosas que habia en su apartamento? Puede usted regalarlo todo a alguna organizacion no religiosa de caridad.

– Asi se hara… pero, no, yo hablo de lo que hay en esta bolsa… sus efectos personales, lo que habia en el cuerpo cuando fue traido aqui.

El oficial desato la cuerda de la bolsa de plastico y la volco sobre el mostrador. Las ultimas pertenencias de Lebrun resonaron al caer.

– Llevese lo que usted quiera como recuerdo. -Un telefono comenzo a sonar en la parte trasera del cuarto-. Excuseme -dijo el oficial del deposito, y se apresuro a contestar el aparato.

Randall permanecio silenciosamente de pie frente al mostrador, con lo que quedaba de Robert Lebrun.

Habia bastante poco, y lo que habia hizo que le doliera el corazon. Recogio cada uno de los efectos y los puso a un lado. Un golpeado reloj con caja de metal y las manecillas detenidas a las doce veintitres. Un paquete semivacio de cigarrillos franceses Gauloise. Una caja de cerillas. Algunas monedas italianas de diez liras. Por ultimo, un barato y desgastado billetero en imitacion de piel color cafe.

Randall tomo la cartera, la abrio y empezo a vaciarla de su contenido.

Una tarjeta de identificacion.

Cuatro billetes de mil liras.

Un quebradizo pedazo de papel doblado.

Y un boleto de ferrocarril, color de rosa y de forma oblonga.

Randall tiro el dinero y la tarjeta de identificacion sobre el mostrador, cerca del billetero vacio. Desdoblo el pedazo de papel. Desde el centro de la hoja, el dibujo de un pez, un pez atravesado por un arpon, le salto a la vista. El pez era similar al que Monti habia dibujado, pero mas redondo, hecho por otra mano, posiblemente por la de Lebrun. En la esquina inferior derecha de la pagina, minuciosamente escritas en tinta, estaban las palabras: Cancello C. Decumanus Maximus, Porta Marina. 600 mtrs. Catacomba.

Ahora el boleto color de rosa del ferrocarril. Estaba en tres partes. Los cuadrados estaban rodeados con treinta y un numeros, cada uno obviamente representaba un dia del mes. El cuadrado de arriba decia: ROMA S. PAOLO/OSTIA ANTICA. El cuadrado de abajo decia: OSTIA ANTICA/ROMA S. PAOLO.

Las sienes de Randall empezaron a palpitar.

El oficial de la Morgue habia vuelto al mostrador.

– Mil perdones -dijo-. ?Ha encontrado algo?

Randall le mostro el boleto color de rosa.

– ?Que es esto?

El oficial echo un vistazo.

– El boleto del ferrocarril. Esta perforado para uso el dia de ayer. La seccion de arriba es de la estacion de Roma San Paolo para tomar el tren a Ostia Antica, donde tenemos el famoso lugar de recreo a la orilla del mar y muchas ruinas antiguas. La siguiente seccion es del regreso… es viaje redondo, la misma fecha… de Ostia Antica a Roma. La tercera seccion es el recibo. Se compro para ayer, pero no se uso, porque el pedazo para ir y el pedazo para regresar no han sido arrancados.

La cabeza de Randall continuaba palpitando, y en el caos de su mente intento reconstruir en su imaginacion la escena del domingo: Robert Lebrun habia ido a la estacion del ferrocarril de San Paolo el dia de ayer, compro un billete que lo llevaria a Ostia Antica y lo regresaria a Roma, todo el mismo dia. Habia llegado demasiado temprano para tomar su tren, asi que probablemente habia salido cojeando hacia la plaza en busca de un lugar donde disfrutar del sol antes de partir. Mas tarde, al cruzar la plaza de regreso a la estacion, habia sido atropellado y muerto, con el billete aun sin usar.

Lebrun iba a ir a Ostia Antica, el lugar del gran descubrimiento del profesor Monti, para recuperar la evidencia, la prueba de que el hallazgo habia sido solo una falsificacion suya.

Randall se guardo el billete dentro del bolsillo de su chaqueta y examino el dibujo del pez y las palabras misteriosas que habia en la esquina inferior derecha del papel. Luego levanto la vista.

– ?Que es la Porta Marina?

– ?Porta Marina? Tambien esta en Ostia Antica. En la parte final de las ruinas de Ostia Antica… el Balneario de Porta Marina… muy interesante, muy antiguo; usted debe verlo.

«Por supuesto que lo vere», se prometio Randall a si mismo.

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