acerca de el a traves de un amigo.

– Pero ?usted si se vio personalmente con el supuesto falsificador?

– Si. Un indicio que halle entre los documentos del profesor Monti me llevo hasta Lebrun, a quien persuadi de que me dijera como habia urdido el Evangelio segun Santiago y el Pergamino de Petronio. Me conto que habia pasado largos anos tramando y preparando su engano. Era un incomparable erudito biblico y un genio de la falsificacion. Me relato todos los detalles de su trabajo y me convencio de que decia la verdad.

– ?Y ese tal Lebrun le proporciono el fragmento que hallaron en su maleta? -pregunto el magistrado.

– No.

– ?No? ?No se lo vendio a usted?

– El estaba dispuesto a vendermelo y yo a comprarselo, para demostrar a los editores que su nuevo evangelio era un fraude y para que no se atrevieran a seguir adelante con su Nuevo Testamento Internacional. Sin embargo, a Lebrun se le impidio entregarme esa prueba de falsificacion (el fragmento que los policias me quitaron).

– ?Se le impidio? ?Como fue que se le impidio?

– Lo mataron, lo eliminaron en un supuesto accidente el dia anterior a que iba a entregarmela.

El magistrado Le Clere miro hoscamente a Randall.

– ?Me esta usted diciendo, Monsieur, que ese Lebrun no esta vivo para corroborar el testimonio que usted esta rindiendo?

– No podra hacerlo, senor. Lebrun esta muerto.

– ?Asi que solo tenemos la palabra de usted?

– Hay algo mas, Su Senoria. La prueba del engano de Lebrun esta en el fragmento que sus oficiales me confiscaron en el aeropuerto. Vera usted, senor, los muertos a veces hablan. Porque, por asi decirlo, el propio Lebrun, aun despues de su muerte, me condujo al descubrimiento de su evidencia.

Randall relato como los efectos personales que habia examinado en el deposito de cadaveres de Roma lo habian llevado a la excavacion de Monti en las afueras de Ostia Antica.

– Una vez que hube desenterrado la prueba de Lebrun -concluyo Randall-, tuve que asegurarme de que era, verdaderamente, una falsificacion. Desde Roma telefonee a la oficina del profesor Aubert para concertar una cita. Queria yo que el hiciera la prueba del radiocarbono con el fragmento. Luego llame al dominee De Vroome y solicite su colaboracion para determinar si el texto arameo del papiro (y la escritura invisible que Lebrun habia agregado al fragmento) confirmaban la confesion de fraude de Lebrun. En mi mente no habia duda alguna acerca del engano, pero yo sabia que necesitaria una opinion mas autorizada para convencer a los editores de que todo era un fraude que debia ser abandonado. Asi que, naturalmente, sali de Roma y llegue a Paris con el trozo de papiro, consciente de que no era ningun tesoro nacional y de que no tenia ningun otro valor que el de una evidencia para detener el proyecto de Resurreccion Dos. Cuando el oficial del aeropuerto quiso confiscar mi unica prueba, yo trate instintivamente de recobrarla. No tenia la intencion de agredirlo. Solo queria conservar una pequena prueba que evitaria al publico una mentira mas y que impediria que los editores cometieran un grave error.

– ?Ha terminado usted, Monsieur?

– He terminado.

– Permanezca usted en el banquillo. Continuaremos con los ultimos dos testigos -el magistrado consulto un trozo de papel que tenia un lado y levanto la vista-. Si el profesor Henri Aubert quiere tener la bondad de acercarse.

El profesor Aubert, con su cabello envaselinado y su pulcra vestimenta, se veia impresionante al acomodarse en la silla de los testigos. Habia pasado junto a Randall muy tieso, sin mirarlo, y ahora se disponia a leer su informe escrito.

Su testimonio fue el mas breve, ya que no se llevo mas de un minuto. Y el resumen que hizo no fue inesperado para Randall.

– La prueba ordinaria del radiocarbono puede hacerse en una o dos semanas. Mediante el uso de un aparato de computacion recientemente modificado, mis ayudantes y yo, trabajando durante la noche, pudimos someter a prueba una minuscula porcion del fragmento de papiro que la judicial nos entrego anoche. Aqui tengo el resultado que obtuvimos en catorce horas.

Saco una hoja de papel amarillo, escrita a maquina, y comenzo a leer:

– «Segun las mediciones hechas por nosotros del fragmento de papiro en cuestion, y despues de realizar la debida comprobacion en nuestro aparato fechador de radiocarbono, la fecha de vida del papiro puede ser razonablemente situada en el ano 62 A. D. En consecuencia, el fragmento de papiro que se nos entrego en las ultimas horas del dia de ayer puede considerarse autentico segun las normas cientificas. Firmado, Henri Aubert.»

El magistrado parecio impresionado.

– Entonces, ?el fragmento que introdujo al pais el acusado que esta en el banquillo es de indudable autenticidad?

– Absolutamente -Aubert alzo un dedo-. Debo agregar que yo limito la verificacion a la edad del fragmento de papiro. No puedo hablar de la autenticidad del texto. Esa decision la dejo enteramente al juicio del dominee De Vroome.

– Gracias, profesor.

Cuando Aubert volvia a su asiento de la segunda fila, el dominee De Vroome se puso de pie y espero en el pasillo.

El magistrado se dirigio a el.

– Si el dominee Maertin de Vroome quiere hacer al tribunal el honor de acercarse para concluir la audiencia de los testimonios…

Randall observo con ansiedad al imponente clerigo holandes cuando este avanzo hacia la silla de los testigos. Esperaba atrapar la mirada de De Vroome, pero lo unico que pudo ver fue el impasible perfil del teologo.

De pie junto a la silla, formidable en su sotana negra sin adornos, el reverendo miraba al juge d'instruction.

El magistrado Le Clere procedio a interrogarlo de inmediato.

– ?Es verdad, dominee De Vroome, que el acusado, tal como lo asento en su testimonio, le telefoneo a usted desde Roma y le solicito su opinion acerca de una porcion faltante del Papiro numero 3, el mismo que el consideraba como prueba de la falsificacion?

– Es verdad.

– ?Es verdad que tambien una seccion de la Surete Nationale, por mediacion del laboratorio especial del Louvre, le pidio que hiciera un estudio de ese fragmento para determinar su valor?

– Si, tambien eso es verdad.

El magistrado estaba complacido.

– Entonces, el dictamen que usted rinda satisfara tanto a la parte actora como a la defensa.

El dominee De Vroome sonrio sin mover los labios.

– Dudo que mi opinion pueda satisfacer a ambas partes. Solo puedo satisfacer a una de ellas.

El magistrado sonrio tambien.

– Voy a replantear mi frase. Tanto la parte actora como la defensa aceptan la autoridad de usted para dictaminar sobre esta materia.

– Asi parece.

– Por lo tanto, obviare toda averiguacion acerca de sus meritos como estudioso del arameo y experto literario de la historia cristiana y la romana. Las dos partes aceptaran su juicio. ?Ha estudiado usted el fragmento de papiro que le fue confiscado a Monsieur Randall?

– Si, lo he estudiado. Lo he examinado con la mayor atencion toda la noche y esta manana. Lo he estudiado en su contexto, comparandolo con la coleccion completa de los papiros de Monti, los cuales me fueron facilitados por los propietarios del Nuevo Testamento Internacional. Lo he examinado tambien a la luz de los informes proporcionados por un tal Robert Lebrun y por el acusado, Steven Randall, en el sentido de que el texto arameo es una falsificacion y que la hoja de papiro contiene escritura invisible y un dibujo (hechos con tinta preparada segun una antigua formula romana), empleados por Lebrun para demostrar que el evangelio era invento suyo.

El magistrado Le Clere se inclino hacia el testigo.

– Dominee De Vroome, ?pudo usted llegar a formarse un juicio definitivo acerca del

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