Randall tomo nuevamente su maleta. Con la mano libre extrajo del bolsillo de su chaqueta la hoja de declaraciones, y se dirigio hacia la caseta de aduanas mas cercana, mientras continuaba buscando al dominee De Vroome entre la multitud de visitantes.

Todavia sosteniendo su maleta, Randall extendio el documento al oficial, ansioso por terminar con esa formalidad y entregarse a los asuntos cruciales de esa tarde. Pero el oficial de aduanas, al recibir la hoja de declaraciones, no prestaba atencion, distraido por uno de sus colegas que estaba detras de el. Por fin, el oficial se volvio, dispuesto a prestar toda su atencion a la declaracion de Randall.

El oficial levanto la vista.

– ?No tiene mas equipaje que reclamar abajo, Monsieur? ?Esta es su unica maleta?

– Si, senor. Unicamente esta pieza que tengo conmigo. Estuve fuera solo unos dias. -Le disgusto dar esas explicaciones nerviosas, pero los oficiales de aduana, no solamente aqui sino en todas partes, lo hacen a uno sentirse culpable sin razon-. Es solo lo que necesitaba para pasar la noche -agrego, elevando mas su maleta.

– ?No se ha excedido usted del limite de importacion de 125 francos? ?No compro articulos, ni recibio regalos o adquirio valores en Italia que rebasen esa cantidad?

– Exactamente como lo asente en la hoja -dijo Randall con un asomo de molestia-. Solo traigo mis efectos personales.

– ?Nada que declarar? -insistio el oficial.

– Nada -el disgusto de Randall iba en aumento-. Usted tiene mi declaracion. Lo puse claramente y bajo juramento.

– Si -dijo el aduanero, poniendose de pie y llamando en voz alta-: ?Maurice! -Salio de su caseta, espero a que otro aduanero mas joven lo reemplazara y se aproximo a Randall-. Por favor, sigame, Monsieur.

Perplejo, Randall iba pisandole los talones al oficial mientras cruzaban la puerta, despues de haber pasado a empujones entre la masa de visitantes. Una vez mas, Randall trato de buscar a De Vroome para solicitar su ayuda y salir de esos formalismos burocraticos, pero De Vroome no se veia por ninguna parte.

El oficial de aduanas hizo senas a Randall para que lo alcanzara. Este, disgustado por la continua demora, repentinamente se dio cuenta de que otro oficial lo estaba flanqueando, reconociendo en el al delgado y flematico policia con quien habia hablado en el control de pasaportes.

– Oigan, ?que esta sucediendo aqui? -protesto Randall.

– Vamos abajo -explico llanamente el aduanero-. Una mera formalidad.

– ?Que formalidad?

– Revision rutinaria de equipaje.

– ?Por que no hacerlo aqui mismo?

– Impediria el flujo del trafico. Tenemos cuartos especiales a un lado de la sala de entrega de equipajes -se dirigio hacia la escalera-. Si hace el favor de seguirme, Monsieur.

Randall titubeo, mirando fijamente al oficial, y luego se volvio para recorrer con la vista al policia del aeropuerto que acababa de aparecer a sus espaldas. Se percato de que no podria resistirse. Cargando su maleta, comenzo a caminar entre los dos uniformados. Al descender por la escalera electrica tuvo el primer presentimiento del peligro, y la aprension que el creyo haber dejado atras en Italia comenzo a invadirlo gradualmente aqui, en Francia.

Al cruzar el bullicioso piso principal de la terminal aerea, en direccion al letrero que decia SORTIE Randall protesto una vez mas.

– Creo que estan cometiendo un error, caballeros.

Los oficiales no respondieron. Lo condujeron hacia el amplio salon donde los pasajeros estaban recuperando sus equipajes de las bandas moviles, y luego lo guiaron hacia una serie de cuartos vacios que tenian las puertas abiertas y que estaban recatada, casi discretamente alineados a lo largo del muro mas distante. Junto a una puerta abierta, un gendarme (agent de police o Surete Nationale, Randall no pudo discernir) estaba en guardia, con una porra y una pistola claramente visibles. El gendarme inclino la cabeza mientras el oficial de aduanas y el policia del aeropuerto escoltaban a Randall hacia el interior del cuarto.

– ?Me quieren decir ahora por que estoy aqui? -exigio Randall.

– Ponga su maleta en la mesa que esta alla -dijo tranquilamente el aduanero-. Por favor, abrala para que la inspeccionemos, Monsieur.

Randall levanto su equipaje y lo puso sobre la mesa. Busco la llave en sus bolsillos.

– Ya les dije que no tengo nada que declarar -insistio.

– Abrala, por favor.

El policia del aeropuerto se habia retirado discretamente hacia el fondo del cuarto, y el oficial de aduanas permanecio de pie junto a Randall, observando como abria la cerradura de su maleta y zafaba los broches. Randall levanto la tapa.

– Aqui tiene. Ande y cerciorese por si mismo.

El aduanero se adelanto a Randall y se paro frente a la maleta. Con eficiencia profesional, su mano se deslizo alrededor del interior de la maleta en busca de bolsas secretas o un fondo falso. Comenzo registrando camisas, calzones, calcetines, pijama. Extrajo varias carpetas de manila, las reviso y las volvio a poner en su lugar. Revolvio mas al fondo, encontro algo, lo saco, lo suspendio en el aire y lo hizo oscilar ante Randall.

Era la terrosa bolsa de cuero gris de Lebrun.

– ?Que es esto, Monsieur?

– Un simple recuerdo de Roma -dijo Randall apresuradamente, tratando de reprimir su inquietud-. No tiene valor para nadie; solo para mi. Es un facsimile de un fragmento de un manuscrito biblico. Soy coleccionista.

El oficial de aduanas parecia no estar escuchando. Abrio la bolsa, saco el envoltorio de seda, lentamente lo desdoblo y examino el fragil fragmento de papiro que semejaba una hoja de maple. Su mirada rebaso a Randall, y, luego pregunto:

– C'est bien ca, Inspecteur Queyras?

El policia del aeropuerto se adelanto y asintio:

– Je le crois, Monsieur Delaporte. -Tenia en sus manos una de las tarjetas color de rosa que Randall habia visto en el escritorio del control de pasaportes. Miro la tarjeta y se dirigio a Randall-: Monsieur Randall, es mi deber informarle que la Republica de Italia solicito a nuestro Servicio de Investigaciones que estuviera alerta a la llegada de usted. La judicial italiana nos ha notificado que usted se apodero de un invaluable tesoro nacional de Italia, sin permiso gubernamental para sacarlo del pais y sin tener el derecho legal para poseerlo. Semejante acto esta prohibido por la Ley italiana, y a usted se le impondra una fuerte multa si alguna vez regresa a Italia. Sin embargo…

Randall escuchaba, petrificado por la incredulidad. ?Como era posible que alguien en Italia hubiera sabido que era lo que el tenia en su maleta?

– …el interes del Gobierno de Italia no es precisamente el interes del Gobierno de Francia -continuo diciendo en un ingles impecable el policia del aeropuerto, el inspector Queyras-. Lo que nos interesa a nosotros es que usted cometio un flagrant delit, lo que quiere decir que usted escondio en su equipaje un objeto de gran valor, que no lo declaro a nuestra aduana y que, de hecho, intento contrabandearlo a Francia. Bajo nuestra Ley, esto es un delito, Monsieur, y se castiga…

– ?Yo no escondi nada! -exploto Randall-. ?No declare nada porque no tenia nada de valor que declarar!

– Parece ser que el Gobierno de Italia tiene otro punto de vista acerca de ese papiro -dijo calmadamente el inspector.

– ?Otro punto de vista? No hay otro punto de vista. ?Que saben ellos acerca de ese trozo de papiro? Yo soy el unico que sabe. Se lo digo… escucheme, no se hagan los tontos… ese fragmento que esta en la bolsa no tiene ningun valor en terminos de dinero; es una imitacion, una falsificacion que aparenta ser un original. No tiene valor para nadie; solo para mi. Por si mismo, intrinsecamente, no vale ni una moneda.

El oficial de Policia se encogio de hombros.

– Eso esta por verse, Monsieur. Hay expertos en esta materia, y nosotros ya nos hemos puesto en contacto con uno de ellos para que haga un estudio y de su opinion. Mientras tanto, hasta que esto se lleve a cabo…

Estiro el brazo frente al pasmado Randall y tomo el fragmento de papiro de manos del oficial de aduanas. Nuevamente lo envolvio en su cubierta de seda, y lo metio en la bolsa de cuero gris.

– …hasta que se haga un examen, Monsieur Randall, estamos confiscandole este objeto -concluyo el oficial de la Policia del aeropuerto.

Con la bolsa de cuero en la palma de su mano, se dirigio a la puerta del cuarto.

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