Los ojos del muchacho se agrandaron.

– Tengo muchos deseos de examinar el suelo de la zanja; tomar algunas muestras de la tierra -dijo Randall rapidamente-. Necesito por un rato una pala o un zapapico que sea resistente; tal vez durante una hora. ?Sabes donde puedo conseguir uno prestado?

– Yo le puedo traer una pala -prometio ansiosamente Sebastiano-. Hay una en nuestra casa para jardineria.

– Solamente la quiero prestada -repitio Randall-. La devolvere antes de irme. ?Te tomaria mucho tiempo traermela?

– Quince minutos, cuando mucho.

Randall le entrego al muchacho las dos mil liras, y luego sostuvo un tercer billete por encima de la palma de la mano de Sebastiano.

– Y otras mil liras si lo haces discretamente; si te aseguras de que sea solo entre tu y yo.

Sebastiano tomo tambien el tercer billete.

– E il nostro segreto, lo prometto, lo giuro. Es entre nosotros, nuestro secreto. Se lo prometo, se lo juro -dijo el muchacho, gozando la conspiracion.

– Entonces apresurate.

Sebastiano se alejo como un rayo, galopando a traves del campo y dirigiendose no hacia el puesto de frutas, sino hacia el camino que estaba a la derecha del kiosco.

Randall espero impacientemente, fumando su pipa, contemplando las ruinas de Ostia Antica y tratando de no pensar en la excavacion de Monti que estaba a sus espaldas. En menos de quince minutos, Sebastiano reaparecio con una excelente pala de hierro, pequena y puntiaguda, como las que usan los soldados para cavar zanjas. Randall dio las gracias al muchacho, de nuevo murmuro algo acerca de que guardara silencio, y prometio devolverle la pala en el puesto de frutas dentro de aproximadamente una hora.

Despues de que el muchacho se habia ido, Randall se apresuro hacia la excavacion de Monti, cuidadosamente bajo de nuevo a la zanja y camino hasta el fondo, donde los rayos del sol todavia caian sobre el muro de toba con sus antiguas inscripciones.

Se quito la chaqueta y la dejo, junto con la pala, sobre el piso de la zanja, dirigiendose luego al lugar donde habia visto unas cajas alineadas. Selecciono tres que alguna vez habian contenido artefactos, cajas con costras de mugre y lodo que ahora estaban vacias, y las arrastro, una tras otra, hasta el sitio donde llevaria a cabo su propio trabajo.

Haciendo el trazo de un gran cuadrado alrededor del pez arponeado de Lebrun, comenzo a picar la toba, penetrandola y rompiendola con la punta metalica de la pala, demoliendo el pez arponeado (despues de todo, eso no implicaba la destruccion de ninguna antiguedad genuina), definiendo el cuadrado y ahuecandolo. El revestimiento de la superficie estaba mas endurecido, era menos penetrable de lo que el habia previsto, asi que tuvo que emplear toda la fuerza de sus musculos para rajarlo y romperlo. Pero una vez que el muro de la catacumba empezo a partirse, a desprenderse, a desintegrarse, la toba se hizo menos resistente y se desmoronaba mas facilmente, y su tarea se volvio menos desalentadora. Cavando persistentemente, echando los trozos de piedra dentro de las tres cajas, sintio que realmente estaba progresando.

Con impetuosa esperanza, hundio la pala mas profundo y mas profundo en la porosa piedra.

Habia transcurrido una hora, y durante casi cada minuto de ese lapso habia estado cavando incesantemente.

Ahora, riachuelos de sudor le corrian continuamente por las mejillas, y el pecho, y los costados; y los hombros y la espina dorsal le dolian. Clavo una vez mas la pala de hierro en el agujero que habia abierto en la pared de la catacumba, saco otra palada de terrones de roca suave y la arrojo dentro de la caja casi llena que estaba detras de el.

Jadeando, se detuvo para descansar, apoyandose en el mango de la pala y sacando su panuelo, que ya estaba sucio, para enjugarse el sudor de la frente y de los ojos.

Habia gente loca en todas partes, reflexiono Randall mientras permanecia parado alli; posiblemente algunos de los fanaticos que dirigian el proyecto en Amsterdam, definitivamente Monti en Roma, tal vez Lebrun en el cielo o en el infierno, pero de todos ellos, el mas loco debia ser el mismo.

?Que diria su padre en Oak City si pudiera verlo ahora? ?Que dirian George L. Wheeler y Naomi? Y lo peor de todo, ?que diria Angela Monti?

El veredicto seria unanime. Estaba loco. Eso, o que era el demonio encarnado.

No obstante, no habia podido ignorar la fantastica pista que le ofrecia la sombra de Robert Lebrun… el pez arponeado en sus manos, y el pez arponeado en el muro.

Despues de descubrirlo, uno de sus primeros pensamientos habia sido ponerse en contacto con el Sumo Consejo de Antiguedades y Bellas Artes de Roma y explicarles todo, solicitando su ayuda. Habia tenido el pensamiento, pero lo descarto. Habia temido que los poderosos de Roma pudieran estar confabulados con los poderosos de Resurreccion Dos. Contrario a si mismo, aquellos podrian no desear la verdad, sino unicamente el exito y las ganancias, y al abrigar esa desconfianza hacia ellos, Randall habia podido comprender, por primera vez, algo acerca de la paranoia de Robert Lebrun hacia sus enemigos, lo mismo clerigos que autoridades gubernamentales.

Asi pues, por esa paranoia, a pesar de que su decision llevaba un elemento de infantilismo, de inmadurez, y hasta de romanticismo impractico, Randall habia resuelto hacer por si mismo lo que pudiera hacerse. De hecho, hacer lo que Lebrun habria hecho si hubiera vivido para volver a visitar este sitio hacia cuarenta y ocho horas.

El pez arponeado, grabado en el muro de la catacumba, era una invitacion a cavar. Asi que Randall se puso a cavar.

Habia hecho pruebas con la pared de la catacumba, con la porcion que estaba bajo los rayos del sol vespertino y que ostentaban las inscripciones antiguas. En sus investigaciones, habia aprendido acerca de esta roca rojiza, esta toba. Era porosa, desmoronadiza y se partia con bastante facilidad bajo cierta presion, cuando estaba bajo condiciones de humedad y oscuridad. Por esa razon, los cristianos de los siglos i y ii habian descubierto que era ideal cavar nichos en las catacumbas. Sin embargo, cuando la toba era expuesta a la luz, al sol y al aire fresco, automaticamente se endurecia, se convertia casi en roca irrompible, tan resistente como el marmol. Esos eran los hechos que Randall sabia y que hicieron posible su empresa arqueologica de aficionado.

Porque los tablones que conformaban el techo habian permitido que la luz del sol diera con fuerza sobre esta pared durante meses, y la delgada costra exterior de la toba se habia endurecido como el marmol y ademas habia preservado las antiguas inscripciones. Pero la parte inferior del muro de la catacumba no estaba expuesta al sol o a la luz, y alli, en la zona que rodeaba al pez arponeado, la toba no se habia endurecido sino que permanecia accesible para excavar. Tal vez esa era la razon por la cual Lebrun habia escondido su evidencia (si es que, en efecto, lo habia hecho) abajo, en la parte humeda. Y esa era la razon por la cual Randall habia considerado el ponerse a cavar.

En ese momento, una hora despues, estaba inspeccionando un formidable agujero en la parte baja del muro, un hoyo que todo lo que habia producido eran fragmentos de roca.

El aspecto mas desalentador de toda esta obsesiva tarea habia sido el persistente y molesto hecho de que Randall no sabia con exactitud que era lo que esperaba encontrar.

Empapado en sudor y fatigado, descansando recargado sobre su pala Randall trato de recordar lo que Robert Lebrun le habia prometido entregar, como evidencia y prueba de la falsificacion, en la habitacion del «Hotel Excelsior»…

Primero, un fragmento de papiro que encaja en la laguna, muesca o agujero que hay en el Papiro numero 3… la porcion faltante que Monti le recito a usted, aquella en la que Santiago menciona a los hermanos de Jesus y suyos propios. Es de forma irregular, y mide 9,2 por 6,5 centimetros, y encaja perfectamente en el agujero del supuesto original… Ese fragmento que conserve contiene en su medula prensada, dibujada con tinta invisible justamente sobre el texto legible, la mitad de un pez arponeado. La otra mitad esta en el Papiro numero 3. El fragmento que obra en mi poder contiene tambien mi propia firma contemporanea y una frase de mi puno y letra que dice que esta es una falsificacion…

Entonces le dare la evidencia complementaria y concluyente de mi falsificacion… los editores tienen veinticuatro trozos de papiro, algunos de los cuales tienen uno o dos huecos que juntos hacen un total de

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