interpuesto con rapidez.

El chofer, bronceado por el sol, se toco respetuosamente el ala del sombrero.

– Buon giorno, signore. Yo soy Lupo Farinnaci. Todos en Ostia me conocen. Yo tengo un taxi. «Fiat». ?Quiere un taxi?

– Creo que no -dijo Randall-. Solamente voy a las excavaciones…

– Ah, scavi, scavi, excavaciones, si. Usted camina. Es una caminata corta. Mas alla del puente, mas alla de la autostrada, hacia la puerta de hierro.

– Gracias.

– No se quede mucho. Demasiado caliente. Si usted quiere un paseo fresco, tal vez despues a Lido di Ostia, la playa de Roma, Lupo lo lleva en taxi.

– No creo que tenga tiempo.

– Tal vez. Usted vea. Si necesita un taxi, Lupo aqui… en el restaurante «Al Desembarcadero de Eneas»… A veces en el puesto de frutas mas alla. Usted vea. Tal vez.

– Gracias, Lupo. Si lo necesito, lo buscare.

Asandose, Randall se dirigio hacia el puente y lo cruzo, y cuando hubo descendido cerca de un campo abierto en el que habia un grupo de pinos, su camisa estaba empapada y la llevaba pegada a la piel. Con el mapa en la mano, identifico un castillo del siglo xv, el de Giuliano della Rovere, quien se habia convertido en el Papa Julio II, y luego encontro un restaurante campestre con el extrano nombre de Allo Sbarco di Enea (Al Desembarcadero de Eneas, segun le habia dicho Lupo) donde, bajo un techo compuesto de enredaderas, habia gente comiendo. La entrada principal a las ruinas (marcado en el mapa como Cancello A, Porta Romana) debia estar cerca.

Camino un poco mas y vislumbro una puerta de hierro que tenia al frente un letrero amarillo que anunciaba, en letras negras: SCAVI DI OSTIA ANTICA.

Una vez que hubo cruzado la entrada, todo se volvio a transformar, como por acto de magia, en el pais de las maravillas. Ante el se extendia un parque, o lo que parecia ser un parque, con verdes pinos que despedian un aroma fresco y estimulante, y desde el mar, que estaba a unos cuantos kilometros de distancia, una ligera brisa lo envolvia e incrementaba sus esperanzas.

A su izquierda, Randall vio un pabellon minusculo, dentro del cual estaba una anciana obesa observandolo. La vieja tenia en las manos un rollo de boletos y le estaba gritando:

– Bisogno comprare un biglietto per entrare, signore! ?Necesita comprar un boleto para entrar, Mr.!

Respondiendo a la llamada, Randall se acerco a la anciana y compro un boleto para ver las ruinas.

Con el cartoncillo en la mano y guardandose el cambio, vio otra senal amarilla con una inscripcion en italiano. Inquisitivamente miro a la vendedora de boletos.

– Que el superintendente dice que no se acerque a la excavacion; no esta permitido -explico ella-. Vea las ruinas; la excavacion no. Dice que cuidado con el desnivel del terreno cuando camine, para protegerse las piernas.

– Tendre cuidado -prometio el.

Siguiendo nuevamente su mapa, Randall busco el Decumanus Maximus, la antigua calle principal que atravesaba todo lo que habia sido descubierto de Ostia Antica. No tuvo problema para encontrar el camino, pero desde que dio los primeros pasos supo que tendria dificultad para recorrerlo.

La calle principal, hoy dia igual que en su apogeo durante el siglo ii, estaba cubierta con resbaladizas y separadas piedras redondas, de modo que al caminar sobre ellas uno resbalaba, tropezaba y se torcia los tobillos. Al fin, en vista de que la superficie irregular y resbaladiza le estaba impidiendo avanzar, Randall se paso a un lado del camino, donde habia hierba, y reanudo la marcha entre el pasto, los parches de tierra y los antiguos despojos sobre el cadaver de esa ciudad romana.

Aqui, segun le indicaba su mapa, estaban los muros destruidos de un granero del siglo ii, y alla, las columnas de un teatro que habia funcionado en el ano 30 A. D. Aqui, los restos del Teatro de la Comunidad, y alla, el Balneario del Foro.

Pero, impacientandose con el mapa, prefirio recrear la vista con el panorama total, contemplando los estratos descubiertos que revelaban las volcadas urnas de marmol con sus refinados tallados, la seccion de un apartamento con sus paredes interiores pintadas, los tazones secos de varias fuentes, los restos de imponentes arcos y un pedrejon con la inscripcion Decumanus Maximus.

Habia reconocido dos terceras partes de las ruinas de Ostia Antica, y la region estaba completamente desolada; no habia otra alma a la vista y comenzo a sentirse perdido.

Se detuvo bajo la sombra de un pino, sentandose en la orilla de un muro de piedra destrozado, y desdoblo la hoja de papel que habia tomado de la cartera de Lebrun.

Releyo la misteriosa anotacion que habia en la esquina inferior derecha: Cancello C, Decumanus Maximus, Porta Marina. 600 mtrs. Catacomba.

Examinandolo por centesima vez, Randall se sintio menos seguro de que representaba lo que ayer habia pensado que significaba. El habia creido que este era el destino al que Lebrun queria llegar el domingo; un registro escrito de la zona donde habia escondido la evidencia de su falsificacion. Ahora, Randall experimentaba sus primeras dudas.

Sin embargo, no habia alternativa; tenia que seguir adelante. Segun su mapa, Cancello C (que de acuerdo con su diccionario significa Puerta C) o la Porta Marina estaban a la vuelta de la curva del camino, al mero final del Decumanus Maximus y en el limite exterior de las ruinas de Ostia Antica.

Se embolso tanto el papel doblado como el mapa, se levanto del muro de piedra y se dirigio hacia la curva del camino principal.

En cinco minutos llego al final del camino empedrado con guijarros y lleno de baches, deteniendose frente a las desplomadas piedras del Balneario de la Porta Marina. A su derecha, mas alla de los excavados huertos de las casas de los tiempos de Adrian, habia una extension de terreno accidentado, cuyo segado pasto estaba amarilleado y marchitandose bajo el ardiente sol.

Protegiendose los ojos del sol con una mano, contemplando la zona que habia entre la pradera y el Balneario de la Porta Marina, vislumbro un puesto descubierto, un kiosco turistico que vendia jugos de frutas, y luego descubrio algo mas. Una figura humana que se hacia mas grande cada segundo, mientras se precipitaba hacia el, saludandolo.

Espero, y quien corria resulto ser un delgado e impetuoso jovencito, de trece o catorce anos, de espesa cabellera negra azabache, enormes ojos oscuros, sin camisa, unos pantalones cortos de color caqui y unos rotos zapatos de tenis.

– Eh, signore! -le grito, llegando hasta donde estaba Randall y poniendose las manos en las caderas, tratando de recuperar la respiracion-: Lei e inglese, vero? Usted es ingles, ?no?

– Norteamericano -dijo Randall.

– Yo hablo ingles -anuncio el muchacho-. Lo aprendi en la escuela y de muchos turistas. Me presentare. Mi nombre es Sebastiano.

– Bien; hola, Sebastiano.

– ?Usted quiere un guia? Yo soy buen guia. Yo ayudo a muchos norteamericanos. Yo les muestro todas las vistas de Ostia Antica durante una hora por mil liras. ?Usted quiere que le muestre las ruinas principales?

– Ya he visto las ruinas principales. Ahora estoy buscando algo mas. ?Tal vez tu me podrias ayudar?

– Yo le ayudare -dijo Sebastiano entusiastamente.

– Entiendo que hubo otra excavacion por aqui, hace como seis anos, en alguna propiedad privada de los alrededores. Ahora bien, si…

– ?Scavi de Augusto Monti? -interrumpio el muchacho. Randall se mostro asombrado.

– ?Tu sabes? Yo habia oido que todavia era un secreto…

– Si, mucho secreto -dijo Sebastiano-. Nadie sabe de eso, nadie viene a verlo. El letrero dice zona prohibida porque todavia hay agujeros y zanjas, y las autoridades no dejan entrar a nadie. El Gobierno lo ha convertido en un terreno historico y ahora lo supervisa. Pero mis amigos y yo vivimos cerca de alli, jugamos en esos campos, asi que vemos todo. ?Usted quiere ver scavi de Augusto Monti?

– Pero, ?y si la zona esta restringida?

Вы читаете La palabra
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×