Sebastiano se encogio de hombros.

– Nadie vigila. Nadie mira. ?Usted quiere ver por mil liras?

– Si -recordo la nota de Lebrun que llevaba en el bolsillo-. La parte que quiero visitar esta a seiscientos metros de la Porta Marina.

– Facil hacerlo -dijo el muchacho-. Usted venga. Yo contare seiscientos metros mientras vamos. ?Usted es arqueologo?

– Soy geologo. Quiero examinar el… el suelo.

– No hay problema. Empezamos. Cuento seiscientos metros en mi cabeza. Esta antes de los pantanos y las dunas de arena. Se donde nos lleva.

A donde los llevo, diez minutos despues, fue a la entrada de una zanja honda, una zanja central, que se dividia en muchas otras zanjas y brechas, en su mayor parte cubiertas por tablones de madera, apoyados sobre pesadas vigas que servian como techo.

Junto a la abertura de la zanja principal habia un letrero roto y astillado, destruido por el clima. Randall senalo con un dedo el letrero.

– ?Que dice?

Sebastiano se arrodillo junto a la senal.

– El letrero dice, yo traduzco… Scavi, es dificil para mi… Ya recuerdo… «Excavaciones de Augusto Monti. Peligro. Zona restringida. Prohibida la entrada» -se puso en pie, sonriendo alegremente-. Como le dije.

– Bien -Randall se asomo a la zanja. Cinco o seis escalones de madera habian sido construidos para penetrar a este pasaje subterraneo-. ?Hay alguna luz alli abajo?

– Del sol unicamente. Pero suficiente. El techo no esta bien ajustado. La luz se filtra. Esta zanja lleva a la gran excavacion de la antigua villa, solo medio desenterrada. ?Usted quiere que le muestre?

– No -dijo Randall rapidamente-, no, eso no sera necesario. Estare abajo solo unos cuantos minutos. -Busco un billete de mil liras y lo puso en la palma de la mano del muchacho-. Agradezco que me quieras ayudar, pero preferiria que nadie me molestara mientras estoy revisando las cosas. ?Comprendes?

Solemnemente, el muchacho hizo un juramento con la mano levantada.

– No le dire a nadie. Usted es mi cliente. Si me necesita otra vez, para ver mas, estoy por el puesto de frutas.

Sebastiano se dio la vuelta, comenzo a correr a traves del campo, hizo una sena de despedida con la mano y desaparecio de la vista detras de un monticulo de hierba. Randall espero hasta que el muchacho se hubo marchado y se volvio hacia la entrada de la excavacion.

Titubeo. De repente, todo esto era tonto, quijotesco; esta ridicula aventura. ?Que diablos estaba haciendo aqui, el, uno de los principales publirrelacionistas de los Estados Unidos, el director de publicidad de Resurreccion Dos, en medio de la nada, junto a esta excavacion aislada y abandonada?

Pero era como si una mano invisible lo estuviera empujando. La mano de Robert Lebrun. ?No estaba Lebrun dirigiendose hacia este sitio hacia dos dias?

Inmediatamente comenzo a descender. Uno de sus pies descanso sobre el primer escalon de madera, y entonces, gradualmente, continuo bajando, escalon por escalon, hasta que llego al duro suelo del fondo de la zanja. Se dio la vuelta y vio que la estrecha excavacion tenia por lo menos veinte metros hacia delante, y que la oscuridad subterranea se desvanecia con los numerosos rayos de luz solar que se filtraban a traves de los tablones que estaban arriba.

Empezo a avanzar cautelosamente. A los lados, la tierra estaba parcialmente apuntalada para prevenir desprendimientos y, a intervalos, habia postes verticales, como columnas de madera, para sostener el techado de tablones y algunas hojas de lamina. En cierto lugar, la tierra habia sido cavada y revelaba un antiguo piso de mosaico en un tunel corto en forma de cruz, y despues habia muchas cajas, algunas vacias, la mayoria medio llenas con pedazos gruesos de roca roja, trozos de marmol, un fragmento de lo que semejaba un receptaculo de marmol, y astillados ladrillos amarillos.

Aproximandose al final de la zanja, antes de que esta se extendiera hacia las excavaciones mas grandes, Randall se percato de que los tablones de arriba habian sido removidos, de manera que su camino estaba, de este modo, considerablemente mejor iluminado.

Una vez mas, inspeccionando los costados de la acanalada hendedura, se encontro frente a una seccion del muro de la excavacion, que era extranamente distinta (estaba ahuecada, daba la impresion de estar compuesta de piedra caliza y parecia constituir los restos de la pared de una especie de gruta), y entonces, abruptamente, Randall se detuvo alli mismo.

En la ahuecada pared que estaba a su derecha encontro, por vez primera, inscripciones.

En la superficie del muro de roca labrada (?podria ser la catacomba familiar?, ?la antigua camara mortuoria subterranea?), debilmente grabados en la piedra porosa conocida como tufa granulare, habia retratos primitivos, dibujos del siglo primero, inscripciones de los primeros cristianos perseguidos en los tiempos apostolicos.

No habia muchos, y no eran muy claros, pero sus contornos podian distinguirse.

Randall se acerco al muro de toba. Vislumbro un ancla. El ancla secreta que los primeros cristianos utilizaban para disfrazar la Cruz de Cristo. Distinguio las letras griegas y las primeras dos letras de la palabra griega Christos, y descifro una burda paloma y una rama de olivo, trazos del simbolo de la paz entre los primeros cristianos.

Randall se agacho junto a la pared. Distinguio lo que parecia una… si… una ballena, el primer signo cristiano de la Resurreccion. Y luego, en la desmoronadiza roca roja, el vago contorno de un pez, y otro pez, y un tercer pez primitivo, tallados en pequeno, como ciprinos, los simbolos de la palabra I-CH-TH-U-S, cuyas letras eran las iniciales de las palabras griegas atribuidas a Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador.

Definitivamente, el muro de toba escondia una subcamara, una disimulada boveda de sotano donde una familia romana convertida el cristianismo habia alguna vez enterrado furtivamente a sus muertos y habia dejado en la roca senales de su credo y su fe.

Randall se hizo hacia atras, escudrinando cuidadosamente la superficie del muro en busca de mas inscripciones, hacia los lados y hacia arriba y hacia abajo, y entonces, repentinamente… hasta abajo, a escasos treinta centimetros del piso de la zanja, lo vio.

Se echo hacia delante, arrodillandose para verlo mas de cerca, para estar seguro, para estar absolutamente convencido. Sostuvo la mirada en esa inscripcion, mas clara, mucho menos antigua que todas las demas.

En la toca de toba habia sido tallada la figura de un pez, un pez grueso, un pez con un arpon que lo atravesaba por la mitad.

La mano de Randall busco a tientas el papel que llevaba en el bolsillo, lo desdoblo y con ambas manos lo aliso contra la pared.

El pez arponeado que Robert Lebrun habia dibujado sobre la hoja de papel era una replica exacta del pez arponeado que habia sido laboriosamente grabado en el muro de toba de la vieja excavacion de Monti.

Se le dificulto la respiracion. Randall se dejo caer sobre las caderas y se dijo a si mismo, murmurando:

– Por Dios, lo encontre; por Dios, tal vez este yo ante la tumba de Resurreccion Dos.

Su proximo movimiento.

Lo penso con cuidado y, cuando estuvo satisfecho, se puso de pie apresuradamente y comenzo a retroceder a traves de la excavacion.

Subio los escalones para salir del fresco tunel hacia el resplandor de la temprana tarde, y rapidamente camino por el campo y cruzo el monticulo de hierba hasta que el puesto de frutas estuvo a la vista y al alcance de su voz. Vio al muchacho, Sebastiano, su reciente guia, jugando con una pelota, y a otra persona, Lupo, el chofer de la perpetua sonrisa y el viejo «Fiat», que estaba disfrutando de alguna bebida en el mostrador.

Randall llamo al muchacho, tratando de atraer su atencion haciendole senas con ambos brazos, hasta que por fin Sebastiano lo vio, tiro a un lado su pelota y llego corriendo a verlo. Randall hubiera querido pedirle a Sebastiano tantas herramientas como fuera posible (un zapapico, una pala, una carretilla), pero decidio que eso estaria mas alla de las posibilidades inmediatas del muchacho y, aun cuando no fuera asi, el conseguirlas y emplearlas podria provocar sospechas.

Randall lo estaba esperando con tres billetes de mil liras. Sostuvo dos de los billetes en una mano.

– Sebastiano, ?te gustaria ganar dos mil liras?

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