– Por favor cuelgue, senor Randall. Tratare de localizar a la persona.
Apresuradamente, Randall vacio los cajones, levanto todos sus efectos personales de la mesa y la comoda y los arrojo dentro de su maleta, dejando afuera unicamente una camisa limpia y unos pantalones. Se desvistio hasta los calzoncillos, echo la camisa sucia y los pantalones a la bolsa de viaje y, finalmente y con todo cuidado, deslizo la bolsa de cuero gris dentro de la maleta. La cerro con llave.
El telefono sono y Randall levanto el auricular.
Era la operadora del hotel.
– Su llamada a Amsterdam esta lista, senor Randall. Puede hablar.
La linea estaba libre. No habia interferencias.
Instintivamente, Randall bajo la voz al hablar.
– Si, la operadora dijo que era una llamada desde Roma. -El tono de voz del clerigo holandes era mas suave y atento que nunca-. Muy amable de su parte el acordarse de mi. Pense que me habia vuelto la espalda.
– No, segui adelante. Supongo que crei todo lo que usted me dijo. Pero tenia que averiguarlo por mi mismo. Fui a buscar a Robert Lebrun. Lo encontre.
– ?Lo encontro? ?De verdad lo vio?
– En persona. Escuche su historia. Esencialmente era la misma que Plummer le habia transmitido a usted, solo que mas completa. No puedo entrar en detalles ahora. Dentro de poco tengo que tomar un avion. Pero hice un trato con Lebrun.
– ?Le entrego algo Lebrun?
– En cierto modo lo hizo. Ya le contare a usted cuando lo vea. El hecho es que yo tengo la prueba de su falsificacion aqui, en mi habitacion.
Su interlocutor en Amsterdam emitio un largo y agudo silbido.
– Maravilloso, maravilloso. ?Se trata de algun trozo faltante de alguno de los papiros?
– Exactamente. Con escritura aramea. Lo llevo a Paris. Llegare al Aeropuerto de Orly, por Air France, a las cinco de la tarde. Ire directamente al laboratorio del profesor Aubert. Quiero que revise el papiro.
– Aubert no me importa -dijo el
– Por eso lo llamo a usted -dijo Randall-. ?Conoce a alguien en quien nosotros podamos confiar? -Se dio cuenta de que por primera vez habia utilizado la palabra
– Pero ya se lo dije antes, senor Randall -interrumpio el clerigo-, hay muy pocos, en cualquier parte, que esten mas familiarizados con el arameo que yo. En un asunto tan delicado como este, creo que sera mejor que usted deposite su confianza en mi.
– Gustosamente -dijo Randall con alivio-. Tenia la esperanza de que usted me ayudaria. Ahora, una cosa mas. ?Ha oido hablar alguna vez de una mujer llamada Locusta?
– ?La envenenadora oficial del emperador Neron? Por supuesto.
– Aun mas.
– Bueno, solo para estar seguro de que no habria ninguna duda acerca de su falsificacion, nuestro amigo Lebrun utilizo una antigua formula griega que Locusta usaba para escribir con tinta invisible, la cual posteriormente podia hacerse visible, y aplico esa formula al fragmento que yo tengo, como prueba contundente de su fraude.
El
– Un autentico genio del mal. ?Le dio a usted la formula?
– No del todo -dijo Randall-. Se que esa tinta invisible contiene acido galotanico extraido de nueces amargas. Para hacer que la escritura se vea, se aplica una mezcla de sulfato de cobre y algun otro ingrediente. No tengo el nombre del otro componente.
– No importa. Esa tonteria no sera problema. Asi que, senor Randall, gracias a usted al fin tenemos en nuestras manos lo que siempre habiamos sospechado que existia. Muy bien; excelente. Mis mas efusivas felicitaciones. Ahora podremos ponerle fin a la farsa. Saldre inmediatamente de Amsterdam. Estare en Orly, esperandolo. ?A las cinco dijo? Alli estare, listo para proceder. Usted sabe, debemos trabajar con rapidez. No tenemos tiempo que perder. ?Esta usted consciente de que sus editores han modificado la fecha del anuncio mundial de la nueva Biblia para este viernes por la manana? Se llevara a cabo desde el Palacio Real de los Paises Bajos.
– Estoy plenamente consciente de eso -dijo Randall-, solo que no creo que se lleve a cabo, ni desde el palacio real ni desde ninguna otra parte; no despues de que este cartucho de dinamita que esta en mi maleta estalle el jueves. Lo vere a las cinco.
No fue sino hasta que su jet aterrizo sobre la mojada y resbalosa pista del Aeropuerto de Orly, en las afueras de Paris, cuando Steven Randall se sintio a salvo.
Sus experiencias en Italia habian sido molestas y amenazadoras. Ahora, todo habia quedado atras. Los pasajeros estaban bajando del avion a traves de la rampa y pisando sobre suelo frances. A pesar de que Orly estaba comenzando a cubrirse de niebla y de que estaba cayendo una llovizna constante, era Francia y era hermosa. Francia significaba libertad. Se sintio liberado y aliviado por primera vez en muchos dias.
Tomo su preciada maleta (no le habia quitado la vista de encima al abordar su avion en Roma y habia logrado que le permitieran llevarla consigo como equipaje de mano) y se reunio con los otros pasajeros que abandonaban la nave.
En unos cuantos minutos estaria con el
Rapida y eficientemente, Randall fue transportado a la sala de llegadas y conducido al piso de arriba por la recepcionista francesa. Formandose en linea con los otros pasajeros, se paro sobre el andador automatico que corria a lo largo del interminable corredor de peatones, y se bajo frente al letrero iluminado que decia: PARIS.
Aqui, la actividad era intensa. Estaban los escritorios de formica roja que ya habia visto antes, detras de cada uno de los cuales habia un
Formandose para pasar el control de pasaportes, Randall estiro el cuello en busca de la alta e imponente figura del
Ahora se encontraba frente al escritorio, y un serio y aburrido