que se podia ver desde abajo. A la derecha, los dos porteros estaban esperando con el equipaje, y cerca de ellos, en un pasillo abovedado, Darlene estaba examinando una exhibicion de bolsos de mano que habia en un aparador iluminado. Inmediatamente a la izquierda de Randall estaba la pequena mesa de recepcion, junto a la cual se hallaba el mostrador del cajero, donde los dolares podian cambiarse por florines y desde el cual se remitian los telegramas.

Randall se acerco a la mesa de recepcion.

– Soy Steven Randall -dijo-. Creo que ya he sido registrado.

El encargado hizo una pequena inclinacion.

– Si, senor Randall. Hemos estado reteniendo su correspondencia -respondio, entregandole un paquete de gruesos sobres, a los cuales Randall echo un vistazo.

Oficina, oficina, oficina, todos venian de Randall y Asociados en Nueva York; de Wanda Smith, Joe Hawkins, y uno de Thad Crawford, triplemente grueso, que indudablemente contenia el borrador del contrato con Cosmos Enterprises.

Randall estaba marchandose cuando el encargado lo llamo:

– Senor Randall, casi olvidaba esto que habia en su apartado. Un mensaje para usted…

– ?Un mensaje?

Randall estaba intrigado. Las ultimas palabras de Wheeler le resonaban todavia en los oidos: «No debe haber mensajes locales… nadie sabe ni tiene por que saber que usted esta en la ciudad.»

– Un caballero lo dejo aqui hace una hora. Le esta esperando en el bar.

El encargado le entrego el mensaje, que estaba en forma de tarjeta de visita. Randall miro con atencion el nombre delicadamente grabado en el centro de la tarjeta: CEDRIC PLUMMER, ESQ., y en la esquina inferior izquierda: LONDON. A la derecha, manuscritas en tinta morada, las palabras: «A la vuelta.»

Randall giro la tarjeta. El mensaje estaba escrito con una caligrafia nitida y decia:

«Estimado senor Randall… Saludos. Buena suerte con Resurreccion Dos. Ellos en verdad requieren de asesoria en relaciones publicas. Le ruego venga a verme en el bar para discutir brevemente un asunto urgente de interes mutuo. Plummer.»

?Plummer!

Perplejo, Randall se guardo la tarjeta en el bolsillo. Claramente evocaba (como si todavia fuera la noche anterior) la primera plana del London Daily Courier. Exclusiva de Nuestro Corresponsal, Cedric Plummer. Amsterdam, junio 12. La entrevista con el reverendo Maertin de Vroome acerca del rumor de una nueva Biblia.

?Como diablos sabia Plummer que llegaria a Amsterdam hoy? Y en el mensaje de Plummer, algo que este no habia mencionado en su nota de anoche: el nombre en clave de Resurreccion Dos…

Randall lo tomo con serenidad, aunque momentaneamente habia sentido panico. Su instinto de supervivencia le habia indicado que telefoneara a Wheeler inmediatamente, pero Wheeler no estaria todavia en su oficina. El siguiente impulso que sintio fue el de refugiarse en la soledad y la seguridad de su suite. Al mismo tiempo, sabia que no podria esconderse ahi indefinidamente.

Comenzo a tranquilizarse. Cuando habia un enemigo, uno debia afrontarlo con toda la apariencia de fortaleza y, de ser posible, aprovecharlo. Prevenido, armado de antemano. Ademas, sentia curiosidad por conocer la cara del enemigo.

Randall se apresuro hacia donde estaba Darlene.

– Mira, querida, hay alguien a quien tengo que ver en el bar unos minutos. Es un asunto de negocios; sube y desempaca. Estare contigo en un instante.

Ella comenzo a protestar, pero luego desistio de buena gana, y acompano a los maleteros que llevaban su equipaje hacia el ascensor. Randall volvio con el encargado.

– ?Donde esta el bar? -pregunto.

El encargado lo dirigio hacia la izquierda a traves del vestibulo, anadiendo:

– Lleva una flor en el ojal.

Randall se encamino hacia el bar y entro. Era un salon acristalado y espacioso. A traves de la ventana se divisaba un restaurante al aire libre, directamente debajo, donde algunas parejas estaban desayunando al sol. Adelante, mas alla del vidrio, podia verse una parte del canal y una barcaza surcando el agua. Sobre el exotico mostrador, y escudandolo parcialmente, habia un emparrado cubierto de enredaderas, en tanto que un decorativo tapete tejido cubria la parte inferior. Randall lo rodeo. El camarero, un jovial holandes, estaba tarareando y secando vasos.

Randall escudrino el iluminado salon. A tan temprana hora solo habia dos clientes. Cerca de el, un hombre grueso sorbia un jugo de naranja y estudiaba cuidadosamente una guia. Al fondo, acomodado en una silla tapizada de azul, en una mesa al lado de la adornada ventana, estaba un hombre joven y bien vestido. Una flor adornaba su solapa. El enemigo.

Randall empezo a cruzar el salon.

El enemigo era un dandy.

Cedric Plummer tenia cabello oscuro, delgado y opaco, peinado hacia los lados para encubrir una zona calva. Tenia brillantes ojos de huron sobre su huesuda nariz, mejillas sonrosadas y una pequena barba tipo Van Dyke. Su tez era de un color blanco como ostra. Lucia un enjoyado fistol sobre una corbata marron, y vestia un traje a rayas angostas de corte conservador. Un enorme anillo de turquesa casi le cubria el dedo de una mano. No era ningun periodista de punos luidos, penso Steven.

Divisando a Randall, el corresponsal del Courier dejo a un lado el periodico que habia estado leyendo, descruzo las piernas e inmediatamente se puso de pie para atenderlo.

– Me siento honrado, senor Randall -dijo con una voz chillona, mientras su sonrisa mecanica revelaba unos dientes grandes y salientes, como de conejo-. Sientese, por favor, senor Randall. ?Puedo ofrecerle un trago? Yo necesitaba urgentemente un Bloody Mary, pero usted tome lo que…

– No, gracias -dijo Randall asperamente. Tomo asiento y Plummer se dejo caer en la silla frente a el-. Solo dispongo de un minuto -resumio- Acabo de llegar y registrarme.

– Ya lo se. Lo que tengo que discutir con usted no nos llevara mas de un minuto, creame. ?Leyo mi mensaje?

– Lo lei -dijo Randall-. Estuvo muy bien urdido para hacerme venir aqui.

– Exacto -dijo Plummer con su sonrisa insalubre-. Precisamente, mi querido amigo. El que yo supiera que llegaba usted hoy, que supiera que usted se haria cargo del puesto de relaciones publicas en el «Gran Hotel Krasnapolsky», que supiera que usted colaboraria en Resurreccion Dos… todo llevaba la intencion de despertar su curiosidad y merecer su respeto. Estoy encantado de haberlo logrado.

Randall detesto a ese hombre.

– Esta bien, ?que quiere?

– Su colaboracion -dijo Plummer.

– ?Como?

– Senor Randall, debe resultarle obvio que yo tengo a mi disposicion fuentes de informacion dignas de credito. No resulto problematico enterarme de su nombramiento para este trabajo, de su visita a Londres, de su hora de llegada aqui. En cuanto a Resurreccion Dos… Bueno, como fuego inicial lance mi articulo exclusivo publicado en el Courier el dia de ayer. Seguramente que usted lo leyo.

Randall se mantuvo tranquilo, deliberadamente tamborileando con los dedos sobre la mesa. No hablo.

– Muy bien, desempene usted su papel de norteamericano rudo y callado -dijo Plummer-. Pero sea practico. No puede pretender publicar toda una Biblia (o un Nuevo Testamento) y tener a cien o doscientas personas involucradas en su produccion sin que tarde o temprano se sepa el secreto. La verdad se descubre siempre, mi querido amigo; usted lo sabe. Mis asociados estan familiarizados con toda la gente que entra y sale de sus oficinas en el Dam. Se mucho… demasiado, acerca del proyecto de ustedes.

Randall empujo su silla hacia atras.

– Si ya lo sabe usted, entonces no me necesita a mi.

– Un momento, por favor, senor Randall. No juguemos. Admito que todavia no lo se todo, pero lo sabre… lo sabre mucho antes de que ustedes esten preparados para lanzar oficialmente la noticia. Cuando conozca el contenido de su Biblia, sabre exactamente lo que necesito saber. Se lo garantizo, dentro de dos semanas tendre todos los detalles, conocere todos los hechos. Pero me encuentro dentro de un negocio altamente competido, senor

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