El sabio frances sonrio ligeramente.

– Por fortuna, muy poco, ya que teniamos que quemarlo. Dudo que el profesor Monti nos hubiera dado mas. Para un trozo de carbon, puedo trabajar con tres gramos. Para uno de madera, necesito diez gramos. Para el descubrimiento del profesor Monti, necesite quince gramos del pergamino, doce gramos de un fragmento de papiro y doce gramos de otro.

– ?Y los quemo usted? -pregunto Randall, acercando su grabadora al cientifico.

– No de inmediato -«replico Aubert-. Ante todo, cada muestra debe estar pura; quimica y fisicamente libre de todo carbono exterior que pudiera haberla contaminado desde la muerte de sus celulas.

– ?Se refiere usted a la contaminacion por radiaciones de pruebas con bombas atomicas o de hidrogeno?

– No, eso no produce ningun efecto en la materia que ya esta muerta -dijo Aubert-. Tome cada uno de los especimenes del profesor Monti y los limpie cuidadosamente para eliminar elementos extranos, como raices o vestigios de cualquier otro deposito que hubieran podido ensuciarlos e influir en la prueba. Hecho esto, queme cada muestra en corriente de oxigeno hasta que se redujo a cenizas. El acido carbonico emanado de la combustion fue purificado, secado e introducido en este medidor Geiger. El contador tiene una capacidad de volumen de algo menos de un cuarto de galon…

– ?Un litro?

– Exactamente -dijo el profesor Aubert-. Sobre todo, como puede usted ver por el modo como esta construido este aparato, debemos protegernos de cualquier radiacion exterior que pudiera interferir y dar una cuenta falsa y una fecha equivocada. Voila. Pusimos las cenizas del pergamino y el papiro del profesor Monti en los tubos e iniciamos nuestra prueba.

Arrastrado por su tema, el profesor Aubert se lanzo a una intrincada explicacion del proceso de comprobacion. Hablo de la cadena de amplificacion rodeada por un cilindro de mercurio, y de las impulsiones del contador Geiger puestas en anticoincidencia con las impulsiones proporcionales, y de los rayos cosmicos y los gamma.

Randall habia perdido el hilo por completo, pero las palabras de Aubert quedaron registrados en la grabadora, y Randall se prometio a si mismo que una vez que Lori Cook hubiera efectuado la transcripcion, hallaria a alguien en Amsterdam que se lo explicara claramente.

– Si, ya veo -se atrevio a decir-. ?Y cuanto duro toda la prueba, profesor?

– Dos semanas. Pero eso fue hace casi seis anos. Hoy tenemos un contador muy mejorado que puede hacer la prueba de la noche a la manana. Pero la de Monti tardo dos semanas.

– ?Que fue lo que averiguo usted al cabo de ese tiempo?

– Que podiamos fechar los gramos de pergamino y los gramos de papiro a mas o menos veinticinco anos del momento en que habian existido; el tiempo en el cual se habian escrito y utilizado.

– Y, ?cuales fueron esas fechas?

– Felizmente, pude informar al profesor Monti que las mediciones de nuestro aparato de datacion no contradecian las fechas del ano 30 A. D., para el Pergamino de Petronio, y el ano 62 A. D., para el Evangelio segun Santiago. En resumen, pude asegurar al profesor Monti que el aparato cientifico mas adelantado del siglo xx habia confirmado el hecho… el hecho, Monsieur… de que el pergamino podia provenir de la epoca en que Poncio Pilatos habia sentenciado a Jesucristo, y que los papiros podian proceder del tiempo en que el hermano de Jesus estuvo vivo para escribir la verdadera historia del Mesias. Los descubrimientos de Ostia Antica son absolutamente autenticos.

– ?Sin duda alguna? -dijo Randall.

– Ninguna en absoluto.

Randall apago su grabadora.

– Su colaboracion, profesor, nos ayudara a promover el Nuevo Testamento Internacional por todo el mundo.

– Encantado de cooperar -el profesor Aubert miro su reloj de pulsera-. Tengo solo un asunto pendiente, y despues una cita para almorzar con mi esposa. ?Esta usted libre para una invitacion a comer, Monsieur Randall?

– No quisiera abusar…

– No es abuso. Asi hablaremos mas. Me encantaria.

– Gracias. La verdad es que estare libre hasta la noche, cuando tome el tren a Frankfurt.

– Ah, bon. Vaya a ver a Herr Hennig. Le hallara menos confuso de lo que he sido yo -Aubert se habia dirigido hacia la salida, guiando a Randall-. Si no le importa, pues, nos detendremos en la Catedral de Notre Dame para dejar los resultados de unos trozos de pintura de un Cristo que he examinado. Despues, Madame Aubert se reunira con nosotros en el Cafe de Cluny. Sera un placer almorzar juntos.

En el «Citroen» ultimo modelo del profesor Aubert, Randall habia sufrido un tormentoso viaje. Se lo habia pasado frenando contra el piso del auto hasta el Sena y la explanada de Notre Dame. Un guardia que reconocio a Aubert le localizo rapidamente un lugar para estacionarse.

En la entrada principal de la catedral, al Oeste, Aubert dejo a Randall y le dijo:

– No me demorare mas de un minuto o dos. Solo tengo que dejar este informe con uno de los sacerdotes.

Randall considero la conveniencia de entrar, pero decidio que Aubert estaria de vuelta pronto, asi que se quedo parado al sol, observando a los turistas de todo el mundo, entrando y saliendo, como si fuera un desfile. En unos cuantos minutos, Aubert estaba de nuevo junto a el.

– ?Ha visto usted las tallas de piedra que hay encima de los porticos? -pregunto el profesor Aubert-. Me parecen particularmente interesantes desde que estoy metido en esto del Nuevo Testamento Internacional. Usted sabe, naturalmente, que no existe pintura ni escultura de Jesus que haya sido hecha cuando El vivia. No podria existir, porque no hubieran podido hacerla. Los judios (y los primeros cristianos eran judios) consideraban un sacrilegio reproducir la figura humana, ya fuera en pinturas o en estatuas. La ley judia prohibia todos los retratos. Por supuesto, en el Vaticano hay un cuadro de Jesus que, segun la leyenda, dibujo San Lucas y lo colorearon los angeles. Pero eso es una tonteria. Yo creo que la pintura mas antigua de Jesus es una que hallaron en una catacumba, y que se hizo alla por el ano 210 de nuestra era. Ahora, si quiere usted mirar hacia alla arriba…

Randall siguio la direccion que senalaba el dedo del profesor Aubert y descubrio en el muro de Notre Dame una escultura que representaba a la Virgen siendo coronada por un angel, mientras Cristo, de pie junto a ella, con una corona en la cabeza y un cetro en la mano izquierda, la bendecia.

– Eso se llama la Coronacion de la Virgen -prosiguio Aubert-. Data del siglo xiii. Es un ejemplo tipico de lo absurdo de los retratos de Jesus en el arte. Ningun artista supo como habia sido El, y todos lo pintaron ridiculamente hermoso y glorificado. Despues de leer el evangelio de Santiago, la gente quedara desagradablemente impresionada al descubrir como era El en realidad. ?Que haran con tantas obras de arte enganosas, falsas? Tal vez lo que hizo la gente durante la Revolucion Francesa. Los revolucionarios creyeron que las estatuas de los reyes del Antiguo Testamento que estaban en Notre Dame representaban a los reyes de Francia, y las derribaron. Quizas eso vuelva a acontecer este ano. Entonces, en lugar de estas representaciones del Senor, pondran otras estatuas que reflejen al verdadero Jesus, tal y como era, con su nariz de semita, sus rasgos irregulares, y todo. Sera mejor asi. Yo creo en la verdad.

Randall y el profesor Aubert regresaron al «Citroen», pasaron por el Pont de l'Archeveche y entraron al trafico del Quai de la Tournelle. Cuando el Quai de la Tournelle se volvio Quai de Montebello, Randall observo con envidia a los ociosos franceses que curioseaban entre livres y affiches en las librerias a un lado del Sena. A la izquierda alcanzo a ver una tienda llamada Shakespeare y Compania, y en otra parte, segun recordo, el lugar que frecuentaba antiguamente James Joyce.

Pronto estaban ya en el amplio Boulevard Saint-Michel, y diez minutos despues, habiendo encontrado por fin un lugar donde estacionarse, el profesor Aubert llevo a Randall a un elegante cafe situado en la esquina del Boulevard Saint-Michel con el Boulevard Saint-Germain, que parecia el punto de convergencia para todo el transito de peatones y automoviles de la ribera izquierda de la ciudad. En el borde de la marquesina verde, inclinada para proteger del sol las tres hileras de sillas de mimbre pintadas de amarillo limon y las redondas mesas de marmol, Randall leyo estas palabras: CAFE DE CLUNY.

– Este es uno de los cafes favoritos de mi esposa -declaro el profesor Aubert-. El corazon de la ribera izquierda. Jovenes por todas partes. Al otro lado de la calle… ?ve usted la reja pintada de negro?…, hay un parque con algunas ruinas romanas edificadas aqui en Paris, trescientos anos… menos, segun Santiago… despues de Cristo. Bien, segun parece, Gabriele no esta aqui -Aubert consulto su reloj de pulsera-. Llegamos algo temprano. ?Donde prefiere que nos sentemos, Monsieur Randall, adentro o afuera?

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