me limitare entonces a la edicion popular en aleman. En este momento, yo diria que he dedicado cuando menos un ano al diseno. La impresion y la encuadernacion definitivas no nos habran llevado mas de seis meses.

– ?Cual diria usted que fue su mayor problema?

– El papel. Para un impresor de Biblias, siempre es el papel. Naturalmente, me estoy refiriendo a la edicion popular. La Biblia es tan endemoniadamente extensa, incluso el Nuevo Testamento (que no lo es tanto), que no se puede utilizar papel ordinario. Es necesario encontrar un papel ligero, delgado, pero lo suficientemente grueso para que no se transparente por el otro lado. Tiene que ser un papel duradero. Algunas personas conservan la misma Biblia toda la vida. Por otra parte, es necesario que no resulte muy costoso. Pero, para la primera edicion, estamos empleando papel India de la mejor calidad.

– ?Cuando tendra usted ejemplares ya encuadernados?

– Espero que en dos semanas.

– ?Y que hay con la seguridad? -pregunto Randall con aparente indiferencia-. En el «Hotel Krasnapolsky», en Amsterdam, es bastante rigida. Pero, ?como ha logrado usted ocultar una operacion como esta de los ojos curiosos?

La rubicunda y aplastada cara de Hennig se fruncio y ensombrecio.

– No es facil, no es facil. La seguridad es un problema -murmuro-. Me ha costado una fortuna. Le dire lo que hice. Tenemos varias prensas aqui en la vecindad, y a todas se puede llegar caminando en poco tiempo. Tome uno de nuestros talleres, el mas grande, segregue la mitad del resto del edificio, lo llene de guardianes y puse en el a mis mejores, mas antiguos y mas leales operarios. Incluso tome dos edificios completos de apartamentos, cercanos al taller, para esos trabajadores y sus familias, e instale en ellos mas guardianes y delatores. Ha habido algunos momentos de nerviosismo, pero no ha pasado de ahi. Hemos mantenido una vigilancia muy estricta. Ni un murmullo ha salido de aqui. En realidad, Steven… ?puedo llamarlo Steven?… ha sido un secreto tan bien guardado, gracias a mi vigilancia, que nadie de fuera ha podido descubrir lo que estamos haciendo.

– ?Nadie? -pregunto Randall suavemente.

Hennig se desconcerto un poco y fruncio el entrecejo.

– ?A que se refiere usted?

– Me refiero a Cedric Plummer -dijo Randall-. Vi a Plummer salir de este edificio cuando yo estaba a punto de entrar.

El descontento de Hennig era evidente.

– ?Plummer? ?Usted lo conoce?

– Quiso sobornarme el dia que llegue a Amsterdam. Queria que yo le consiguiera de contrabando un ejemplar de la Biblia. Lo que el quiere es revelarsela al publico a su manera, antes de que lo hagamos nosotros, posiblemente con perjuicio para nuestro proposito.

Hennig, que habia recobrado la serenidad, fanfarroneo defensivamente.

– Bueno, el es un caso aparte. Es el unico de fuera que ha llegado hasta nosotros. Pero creame, ese pequeno hijo de puta no me va a sacar ningun ejemplar. Se lo prometo sobre la tumba de mi padre.

– Estuvo en este edificio -insistio Randall.

– Nadie le pidio que viniera, y nadie de importancia lo recibiria -dijo asperamente Hennig-. Claro esta que anda tras un ejemplar, al igual que una docena de otras personas fuera de Alemania. Me llamo tres veces desde Londres y Amsterdam. Lei su maldita entrevista con De Vroome en el Frankfurter Allgemeine. Me negue a recibir sus llamadas. Ayer telefoneo y esta vez tome el telefono en persona para decirle que dejara de molestarme. Queria una entrevista. Le adverti que si se acercaba a menos de diez kilometros de Maguncia haria que le pegaran un tiro. No obstante, hoy se presento sin anunciarse. Me puse iracundo cuando mi secretaria me dijo que estaba parado frente a ella. Quise salir y darle una paliza. Pero no se preocupe, no perdi la cabeza. Le ordene a mi secretaria que se deshiciera de el, y de plano me negue a verlo. Yo no permitiria que ese hijo de puta cruzara mi puerta. Al fin se dio por vencido y se fue. Creame, Steven…

Giro sobre su sillon y alcanzo la fotografia enmarcada de una mujer, que estaba colocada sobre el aparato de television. Con el retrato en la mano se levanto y se alejo de su escritorio.

– Nadie de este proyecto ha sacrificado mas que yo para hacer de la Biblia un exito. ?Ve esta fotografia?

Randall vio un retrato de una joven sensual, con aspecto de artista de teatro, que tal vez se acercaba ya a los treinta anos de edad. En la esquina inferior derecha habia una dedicatoria escrita con soltura: «Meinem geliebten Karl!» La firma decia: «von deiner Helga».

– ?Reconoce usted esta cara? -pregunto Hennig.

A Randall le parecio que si. Mientras apagaba la grabadora, pregunto:

– ?No es la actriz alemana que fue la estrella en…?

– Si. La habra visto en muchas peliculas. Es Helga Hoffman -Hennig volvio a poner el retrato en su lugar y siguio de pie, admirandolo-. Soy soltero y Helga es la unica mujer con quien he deseado casarme. La he estado viendo de vez en cuando durante dos anos. Yo creo que esta demasiado embebida en su carrera y que es demasiado ambiciosa para pensar en casarse. Por lo menos ahora. Pero me ha indicado claramente que, bajo determinadas circunstancias, podria vivir conmigo -Hennig contemplo fijamente la fotografia-. Por desgracia, las actrices piden mucho. Su sueno es tener una quinta y un yate propio en la Riviera, en Saint-Tropez. Ella no tiene el dinero para tales excesos, pero si yo le comprara lo que desea, la impresionaria mucho. Creo que podria obtener de ella lo que quisiera. -Sus rasgos chatos y concavos se arrugaron en un gesto-. Tal vez eso a usted no le parezca amor. Pero para mi es casi lo mismo. No soy sentimental. Soy practico. Nunca desee nada tanto como a esta mujer. Quiero decir, hasta que surgio esta maldita Biblia. Bueno, en el fondo no fui practico, sino vanidoso. Preferi que mi nombre estuviera relacionado con el Nuevo Testamento Internacional. No podria decir por que. Tal vez para demostrar algo a mi padre, que de todas formas ya esta muerto. O quiza para asegurarme un trozo de inmortalidad. De cualquier modo, hacerse cargo de la produccion de la Biblia implicaba ciertos sacrificios economicos que, al menos de momento, hicieron imposible que ademas atendiera a Helga.

– ?No quiere ella esperar? -pregunto Randall.

– No podria decirlo. Acaso alguien de Berlin o de Hamburgo le ofrezca las chucherias que desea. Ya veremos. Todo lo que le estoy explicando, Steven, es que una vez que me decidi a ser el impresor de la Biblia mas importante de la historia (mas importante, por diferentes razones, que la Biblia de 42 lineas), de ninguna manera voy a arriesgar la oportunidad. Y claro esta que por un poco de publicidad o de atenciones especiales no voy a revelar, antes de tiempo, el contenido a ningun Cedric Plummer, por mucho que me ofrezca. ?Me cree usted?

– Le creo.

– Espero que haya tenido usted esa maldita grabadora apagada durante mi parentesis personal.

Randall asintio.

– Estaba apagada.

– Usted y yo nos entenderemos -gruno Hennig-. Vamos. Le voy a ensenar nuestro taller clave, uno de los tres que tenemos en la zona. Este es en el que, bajo todas las medidas de seguridad, estamos imprimiendo nuestra Biblia. Esta inmediatamente despues del Museo Gutenberg, una manzana mas alla de la Liebfrauenplazt am Dom. Todavia tenemos algo de tiempo antes de almorzar.

Salieron en silencio de la oficina de Hennig. Una vez fuera, Randall inspecciono automaticamente la calle para ver si Cedric Plummer estaba todavia por alli esperando abordar al impresor. No se veia a nadie parecido al periodista ingles. Ambos empezaron a caminar y Hennig, a pesar de sus cortas piernas, tomo un paso acelerado; al cabo de dos manzanas, Randall empezo a sudar.

Frente al patio de un ultramoderno edificio de tres pisos, Hennig acorto el paso y echo una mirada a su reloj de pulsera, montado en caja de oro.

– Tenemos tiempo para una breve visita. Venga conmigo.

– ?Que es esto? -quiso saber Randall.

– Ach, disculpe. Yo paso tanto tiempo aqui… Es nuestro Museo Gutenberg. Puede usted poner nuevamente en marcha su grabadora. Le dare informacion para su trabajo.

En el patio abierto, frente a un gran anuncio cubierto de vidrio, habia un busto de bronce sobre un pedestal. Era una imagen bastante sombria de un Gutenberg poco feliz, adornado con un grueso bigote y una barba recortada.

Hennig senalo con su mano regordeta y desdenosa hacia el busto.

– No tiene importancia. Es solo para turistas. Nadie tiene la mas remota idea de como fue el en realidad. No ha llegado hasta nosotros ningun retrato contemporaneo de Gutenberg. Lo mas aproximado es un grabado (que esta

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