– Sucedio que en Alemania disminuyo el interes por la religion y por la Iglesia. No hace muchos anos, los pobres, los oprimidos y los que se orientaban por la ciencia y la tecnologia declararon que Dios habia muerto. La religion fue decayendo, y con ella la venta de las Biblias. Para poder sobrevivir, yo pense que debia hacer de inmediato algo que compensara la reduccion de las ventas en ese campo. No podia poner todos los huevos en la canasta eclesiastica. Asi que, poco a poco, comence a buscar y obtener contratos para imprimir libros populares baratos; cosas novedosas y pornograficas. Si, el mercado de la pornografia descarada estaba en auge en Alemania, y yo estaba dispuesto a imprimirla, con tal de que me siguiera ingresando el dinero. Yo siempre quise tener dinero; mucho dinero. No queria llegar a verme pobre e indefenso, nunca. Ademas, lo confieso, yo estaba enredado con muchas jovencitas bastante costosas, y luego vino el asunto de Helga Hoffman, y eso tambien me salia muy caro. ?Empieza usted a comprender?
– Me temo que no -dijo Randall.
– Claro que no. Usted no conoce la mentalidad artesanal en Alemania. En ese drastico salto que di de las Biblias a la pornografia, tuve graves conflictos con mis operarios y su sindicato. Los obreros jovenes, al igual que los mas antiguos, procedian de familias de larga tradicion en el campo de la impresion refinada, orgullosas de su oficio, de su habilidad, de su trabajo, y estas consideraciones eran casi mas importantes para ellos que el salario. Sus familias siempre habian trabajado para editores de libros religiosos de primera calidad, y habian estado orgullosos de continuar haciendolo conmigo. Y luego, cuando casi habia yo abandonado las Biblias y los libros religiosos y me habia convertido en impresor de libros corrientes y vulgares, esos trabajadores se quedaron azorados. Resintieron mucho la degradacion que para ellos implicaba lo que estaban imprimiendo. Y, mas que eso, resintieron la nueva produccion en masa que yo tuve que imponer. Y resintieron tambien el que yo los presionara, los apremiara, los obligara a lograr una mayor produccion. Poco a poco, empezaron a rebelarse y a hablar de una huelga. Nunca antes habia tenido que afrontar una huelga, y la mayoria de mis mejores empleados jamas habian tenido razones para declararla. Pero ahora, incluso aquellos que no podian darse el lujo de estar sin empleo comenzaron a preparar la huelga. De hecho, el presidente del Sindicato de Papeleros e Impresores, Herr Zoellner, le fijo fecha. Eso fue hace algunos meses. Tratamos de negociar, naturalmente, pero no adelantamos nada. Yo no podia ceder, y Zoellner y sus hombres tampoco cedian. Finalmente se produjo un estancamiento, y dentro de una semana se cumplira la fecha del emplazamiento a la huelga. Si tan solo pudiera yo explicarles…
– Pero, Karl -dijo Randall-, debe haber alguna forma de hacerles saber que usted esta produciendo la Biblia mas importante de toda la historia de la industria de las artes graficas.
– No hay manera alguna -dijo Hennig-. En primer lugar, cuando el doctor Deichhardt vino a verme, no me indico cual era el contenido de la nueva Biblia que queria imprimir. Solo me dijo que era algo totalmente nuevo, diferente e importante. Despues de que me esbozo el proyecto, lo rechace, porque en el veia utilidades muy pequenas para mi. Yo me negaba a dejar el trabajo rentable, por vil que fuera, a cambio de un poco mas de prestigio. Sin embargo, el doctor Reichhardt insistio en que yo lo hiciera, por mis antecedentes. ?Sabe usted lo que hizo?
Randall sacudio la cabeza y escucho.
– Me hizo jurar el secreto -dijo Hennig- y concerto una entrevista para que yo me reuniera en privado con el doctor Trautmann, en Frankfurt. Yo estaba muy impresionado. El doctor Trautmann, que es uno de nuestros mas notables teologos, me puso en las manos un manuscrito y me pidio que lo leyera alli mismo, en su presencia. Lo que me dio, y que lei por vez primera, fueron las traducciones al aleman del Pergamino de Petronio y el Evangelio segun Santiago. ?Las ha leido usted?
– Hace poco.
– ?Lo impactaron tanto como a mi?
– Me conmovieron mucho.
– Para mi fue un despertar espiritual -dijo Hennig-. No podia creer que semejante transformacion interior pudiera sucederme a mi, el hombre de negocios, el comerciante, el explotador. Sin embargo, asi fue. Mi escala de valores se volteo por completo.
– Bueno, ?y eso no satisfizo a sus trabajadores? -pregunto Randall una vez mas.
– No, porque la mayoria de ellos no supieron el asunto, y yo no podia revelarles nada. El inspector Heldering vino en avion desde Amsterdam y establecio las mas severas medidas de seguridad. Solo un numero limitado de mis antiguos obreros podria participar en el proyecto y conocer lo que se iba a imprimir. Esos son los que estan separados de los demas, y tienen que guardar el secreto sobre lo que estan haciendo. Pero la mayor parte de mis obreros sigue sin saber nada; ignora que he vuelto a la tradicion y al trabajo fino, y que he renunciado a buena parte de mis ganancias para poder formar parte de esta aventura religiosa e historica.
– ?Asi que van a ponerse en huelga la proxima semana?
– No lo se -dijo Hennig con una subita sonrisa-. Lo sabre dentro de unos minutos. Estamos en el «Mainzer Hof». Atravesemos la Ludwigstrasse y vayamos al restaurante que esta en el piso alto del hotel. Alli sabre la respuesta.
Desconcertado, Randall siguio al impresor hacia el hotel, donde tomaron el ascensor para el octavo piso.
Era un restaurante alegre, con una hilera de ventanas que daban al Rin, en esplendida vista, alla a lo lejos, el
El hombre corpulento se paro de un salto.
– Pero primero, Herr Zoellner, quiero presentarle a un norteamericano llegado de Amsterdam que va a promover un libro mio muy especial. El senor Randall… el senor Zoellner, primer presidente,
Luego hizo a Zoellner un ademan para que se sentara y llevo a Randall a la silla que estaba junto a el.
Hennig clavo la mirada en el jefe sindical.
– Y bien, Herr Zoellner, ?cual es el veredicto?… ?Vida o muerte para Karl Hennig?
El semblante de Zoellner se abrio, complacido, en una amplia sonrisa.
– Encantado, encantado -dijo Hennig rasposamente -.
Karl Hennig sonrio.
– Lei un libro nuevo. Eso fue todo -se volvio hacia Randall-. ?Ve usted, Steven? Es un fastidio; cuan sensiblero me he vuelto. Imaginese, verme transformado de Satanas en San Hennig, de la noche a la manana. Repentinamente deseo compartir lo mio con los demas. Soy un tonto, pero feliz.
– ?Cuando se decidio usted a hacer eso? -quiso saber Randall.
– Tal vez comenzo la noche en que lei cierto manuscrito, pero el cambio tomo algun tiempo. Quiza realmente ocurrio la semana pasada, cuando mi crisis laboral llego a su punto culminante. Me sente a releer algunas pruebas que habiamos impreso. La lectura me tranquilizo, me dio un sentido de las proporciones y me hizo decidir que preferiria ser un segundo Gutenberg que otro Creso u otro Casanova. Bien, la paz es maravillosa. Debemos celebrarla -tintineo con el tenedor un vaso para llamar al