cientos de luces, que parecian sartas de perlas luminosas en la oscuridad. Ahora habian llegado al ancho puente del Singel y, debajo de ellos, los botes iluminados y llenos de flores subian y bajaban en el agua.

Ya avanzada la seductora noche, ellos seguian en el puente, casi a solas.

Angela habia dicho que Naomi le habia hallado una oficina aquella tarde; una oficina en el mismo piso que la de Randall, y muy cerca de el, casi puerta con puerta.

– Si -dijo el-. Yo lo dispuse asi.

Ella titubeo.

– ?Querias tenerme tan cerca todos los dias?

– Queria y quiero.

– ?No temes equivocarte, Steven? Apenas me conoces.

– He estado contigo toda la semana, todos los dias y todas las noches. Si, te conozco; te conozco muy bien, Angela.

– Yo he sentido lo mismo -dijo ella suavemente.

Randall miro otra vez hacia el canal, y cuando se volvio para mirar a Angela, vio que tenia los ojos cerrados, que sus labios se movian imperceptiblemente y que tenia las manos juntas. Despues abrio los ojos y le sonrio.

– ?Que hacias? -pregunto el-. ?Rezabas?

Ella asintio.

– Me siento mejor -dijo.

– ?Acerca de que, Angela?

– De lo que voy a hacer -siguio sonriendo-. Steven, llevame al hotel.

– ?A cual?

– Al tuyo. Quiero ver tus habitaciones.

– ?De veras quieres ver mis habitaciones?

Angela deslizo la palma de su mano bajo la mano de el.

– No. Eres tu. Quiero estar contigo.

Libres de sus vestiduras, estaban ya en el lecho de Randall, uno al lado del otro, cara con cara, besandose apasionadamente, perdiendo cada uno de ellos las manos, habiles y despiertas, por el cuerpo del otro.

No habian dicho una sola palabra desde que entraron en el lecho, y lo unico que podian oir era la respiracion acelerada y la rapidez de sus latidos.

La mano de Randall se deslizo con particular destreza por el mundo maravilloso de Angela. Sentia palpitar aquella intimidad despierta, aquella intimidad que parecia exigirle, con su pronta respuesta, cada vez mas pasion, cada vez mas entrega. Randall escucho el lento suspirar de Angela primero, la ola creciente de su aliento, despues. La mano de ella se entrego a su mismo juego, habil, habil e insaciable. Randall creyo, por un momento, que iba a estallar. Su cuerpo se lleno de luz.

Luego, del fondo de Angela surgio un quejido, bajo y suplicante, como un grito lejano que imploraba la plenitud del amor. Ella aparto su mano de el. Caida sobre el lecho, con los ojos cerrados y la boca entreabierta, Angela esperaba.

Y Randall la contemplo, en la escueta linea de su belleza esplendorosa, recorrio con la mirada -una mirada que repetia la pasion misma de su boca, la propia pasion de sus manos- su cuerpo implorante, ese cuerpo que pronto seria suyo. Ella estaba lista, con el cabello negro y brillante revuelto sobre la blanca almohada, los parpados velando sus ojos, la respiracion fuerte, palpitante en toda su hermosura, en aquellos rincones de su cuerpo que ya sus labios se sabian de memoria, en aquellos rincones que eran, para el, promesa y realidad a un tiempo de plenitud y de gozo.

Si. Angela esperaba. Presta, entregada.

Tambien Randall estaba ya dispuesto.

Cuando al fin sus expectativas se cumplieron, Angela y Randall pasaron a ser un solo cuerpo. Un solo cuerpo, con un solo ritmo, con una sola respiracion, como un mar que crecia impetuoso y que luego alejaba sus olas de la orilla. Randall se sentia prisionero de aquellos dulces muros de carne, aquellos muros que le apretaban cada vez mas firmemente, cada vez mas dulcemente, cada vez mas humedamente.

Y Angela ahondo el abrazo. Ya era Randall su propio cuerpo, su mismo cuerpo. Un cuerpo que podia apretar, con el que podia gemir, un cuerpo que llenaba el suyo de fuego. Un fuego ritmico e infinito. Angela se sintio, por un momento, fuego ella misma, el fuego de Randall y su propio fuego ardiendo en una danza maravillosa, en una danza que hubiera deseado inagotable, como la pasion que Randall habia despertado en ella. Apenas consciente, Steven supo, sin embargo, que se consumia en un extasis de pasion como nunca antes habia llegado a sentirlo.

Angela comenzo a apretar sus punos, a cerrar el arco de sus brazos. Subia y bajaba la ola de su cuerpo, se llenaba y vaciaba una y otra vez como un huracan de fuego y arena, como la marea que cubre la playa y luego deserta de ella. Randall seguia el ritmo marcado por Angela, y su carne daba vuelta tras vuelta en aquella prision gloriosa en la que hubiese deseado permanecer siempre.

– Dios mio -musito el-, oh Dios mio. Mi amor…

Aquella danza era ya el movimiento perpetuo, cada vez mas alto, mas encumbrado, mas volatil.

Ella le golpeaba con los punos en la espalda, mientras la aferraba de los costados.

– Querido, querido -jadeo ella-. Ah, querido…

Y Angela sollozo, Angela se estremecio, Angela fue recorrida por un rayo que hizo temblar su piel, temblar sus labios, temblar aquel cuerpo del que Randall no hubiera querido ya separarse. Y el apuro, a su vez, la plenitud. Por un momento, el mundo estallo al unisono para ambos… Eran, solo, un rio de fuego. Un solo rio.

– Te amo -musito el-. Te amo, te amo.

– ?Oh Steven! Nunca me dejes, nunca.

Vacios, satisfechos, yacian apretados y seguros en brazos uno del otro.

Ella se durmio con ese dulce rostro suyo, tan querido y tranquilo, sobre el pecho de el.

Amodorrado, el trato de pensar, todavia caliente por la entrega de ella y de su carne. Habia habido muchas, pero ninguna como esta. Barbara no, por supuesto que no. El la recordaba esta noche con amabilidad y afecto, y reconocia ahora que sus encuentros mecanicos y sin amor habian sido tanto fracaso suyo como de ella. Darlene tampoco; ni todas las Darlenes anteriores a Darlene, con sus inanimados receptaculos, o con sus acrobacias de geisha experta. Tampoco Naomi, ni las muchas Naomies anteriores a Naomi, con sus servicios limitados, sus numeros especiales, sus trucos y sus provocaciones.

Nunca, en las muchas noches de una vida con tantos anos de adulto, habia dado ni tomado, proporcionado ni recibido un orgasmo nacido y producido enteramente del amor; ni una sola vez, hasta esta noche, en esta cama, con esta mujer, en Amsterdam. Tenia ganas de llorar. ?Por los anos desperdiciados? ?Por la alegria final? ?Por los millones de otros seres del mundo que vivian y moririan sin conocer esta unidad total?

Randall beso amorosamente a Angela en la mejilla, hundio profundamente su cabeza en la almohada, cerro los pesados parpados y el tambien acabo por dormirse.

Cuando recobro la conciencia se dio cuenta de que una campana remota lo llamaba. Hizo un esfuerzo por despertarse, vio a Angela junto a el, todavia perdida en el sueno, y a traves de las persianas que estaban mas alla se percato del clarear gris de la manana.

El sonido era persistente y se hacia mas fuerte. Se dio una vuelta hacia la mesa de noche y vio que las manecillas de su reloj de viaje senalaban las seis y veinte de la manana. Comprendio entonces que el sonido de campanas provenia del telefono que estaba junto al reloj.

Aturdido manoseo buscando el auricular, logro levantarlo del aparato y se la llevo a la boca y el oido.

– Hola, ?quien habla? -pregunto rapidamente.

– ?Steven? Habla George Wheeler -anuncio desde el otro extremo una voz apagada, pero perfectamente despierta-. Lamento despertarlo asi, pero no tuve mas remedio. ?Esta despierto? ?Me oye?

– Estoy bien despierto, George.

– Escuche. Es importante. Quiero que vaya al «Hospital de la Vrije Universiteit»… el hospital principal de Amsterdam, el de la Universidad Libre. Necesito que este alli dentro de una hora, a las siete treinta a mas tardar. ?Tiene un lapiz? Sera mejor que lo anote.

– Un segundo -Randall localizo un lapiz y un bloc de notas que el hotel habia puesto sobre la mesa-. Ya lo tengo.

– Apunte: «Hospital de la Vrije Universiteit». La direccion es 1115 Boelelaan. Esta en Buitenveldert (un barrio

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