– Muy bien, supongamos que el memorandum dice algo asi como: «Confidencial. Se ha decidido que al anuncio de nuestra publicacion en el palacio real (dia dedicado a la gloria de Jesucristo) le seguiran doce dias consecutivos dedicados a los doce discipulos que el Nuevo Testamento menciona por su nombre. Durante esos dias habra acontecimientos publicos que celebren la nueva Biblia. El primero de los doce dias sera dedicado al discipulo Andres.» Bien, enviaremos ese memorandum al doctor Jeffries. El nombre clave para el doctor Jeffries sera el del discipulo Andres. Luego, prepararemos otra copia del mensaje con el mismo contenido, salvo la ultima oracion. Esta dira: «El primero de los doce dias sera dedicado al discipulo Felipe.» Enviaremos ese memorandum a Helen de Boer. El nombre clave para ella sera el del discipulo Felipe. El tercer comunicado sera igual que los otros, pero terminara diciendo «el discipulo Tomas». Este lo remitiremos al reverendo Zachery. De ahi en adelante, el nombre clave para Zachery sera el del discipulo Tomas. Y asi sucesivamente con toda la lista, haciendo juego con los nombres de los distintos discipulos y los de aquellos colaboradores nuestros que recibiran el memorandum. Si manana nos comunican que De Vroome obtuvo una copia, lo probable sera que la haya conseguido a traves del miembro de nuestro grupo a quien se la habiamos enviado. Si nos enteramos de que la copia a De Vroome menciona (digamos) al discipulo Andres, entonces sabremos que, sea cual fuere su motivo, nuestro eslabon debil es el doctor Jeffries. ?Esta lo bastante claro?

Todos asintieron en coro, y el doctor Deichhardt murmuro:

– Demasiado claro y demasiado espantoso.

– ?Demasiado espantoso? -repitio Randall.

– Si, pensar que alguno de los doce nos ha traicionado.

– Si uno de los doce discipulos de Cristo lo traiciono -dijo Randall-, ?por que no habriamos de creer que uno de nuestros colaboradores lo podria traicionar tambien… traicionarlo a El y destruirnos a nosotros?

– Tiene usted razon -dijo el doctor Deichhardt, levantandose cansadamente y mirando a sus colegas.

Luego se giro de nuevo hacia Randall:

– Estamos todos de acuerdo. Hay demasiado en juego para abrigar incredulidades o sentimentalismos. Si, senor Randall, prosiga usted. Puede colocar su trampa inmediatamente.

Habia sido un largo dia, y ahora, a las once y veinte de la noche, Steven Randall, regresaba con gusto a sus habitaciones en el «Hotel Amstel».

Recostado comodamente en el asiento trasero de la limusina «Mercedes-Benz» estaba meditando acerca de la hoja doblada de papel que traia junto con su cartera en el bolsillo interior de su chaqueta deportiva. En esa hoja habia escrito a maquina, personalmente, los nombres de los doce discipulos de Cristo, los mismos que habian sido empleados en las doce copias del memorandum que el y Jessica Taylor habian redactado. Junto a cada uno de los nombres de los discipulos, habian escrito a maquina el nombre del colaborador de Resurreccion Dos, a quien se le habia enviado cada copia del comunicado.

Randall se preguntaba cuanto tiempo le tomaria al traidor del grupo enviar el comunicado o transmitir su contenido al reverendo Maertin de Vroome. El mensaje anterior acerca de los preparativos para el anuncio habia sido recibido por De Vroome dentro de las tres horas subsecuentes a su envio. Cada version del nuevo memorandum, escrita a maquina por Jessica, habia sido despachada cuarenta y cinco minutos despues de que la junta con los editores habia concluido. Las copias habian sido entregadas en propia mano por elementos del personal de seguridad de Heldering a los destinatarios que todavia a esas horas estaban trabajando en el «Krasnapolsky» y a aquellos que ya se encontraban en sus hoteles o apartamentos en Amsterdam.

Era requisito que los interesados firmaran una copia como constancia de haber recibido el original de su memorandum, y Randall habia esperado en la oficina de Heldering hasta asegurarse de que los doce hubieran recibido los comunicados.

Habian transcurrido mas de cinco horas, y si el contenido iba a ser transmitido a De Vroome, Randall estaba seguro de que para entonces el clerigo ya tendria en sus manos la informacion. Ahora tenia la esperanza de que su propio espia dentro de la operacion de De Vroome no hubiese sido descubierto y que estuviera alerta, para comunicarles la version exacta del memorandum azul que habia recibido el enemigo.

Una vez mas, Randall trato de deducir quien era el que, por motivos de amor o de dinero, los estaba traicionando.

No podia imaginarselo. Lo unico que podia hacer era rezar para que el impostor fuera atrapado y eliminado antes de que se apoderara del secreto tan preciado; la edicion anticipada del Nuevo Testamento Internacional que el senor Hennig pronto enviaria desde Maguncia.

Cuando aun se encontraba en su oficina, Randall habia telefoneado a Angela para invitarla a cenar ya tarde. Aunque se sentia cansado, no podia resistir el deseo de verla esa noche. Tranquilamente cenaron en el elegante restaurante del «Hotel Polen» e intercambiaron recuerdos de viejos tiempos. Mas tarde, aunque se sentia fatigado, Randall se dio cuenta de que le hubiera sido imposible despedirse de esa muchacha si no fuera porque la volveria a ver a la manana siguiente. La habia dejado en el «Hotel Victoria», y todavia ahora, mientras regresaba a su hotel, podia sentir la prolongada suavidad de los labios de Angela sobre su boca.

El automovil dio vuelta en una esquina y, segundos despues, habiendose despedido de Theo, Randall se encontro frente al «Amstel».

Cuando se disponia a entrar al hotel, oyo que alguien lo llamaba. Se detuvo y se giro, mientras un hombre que le hacia senas emergia rapidamente de la penumbra del estacionamiento.

– ?Senor Randall! -volvio a gritar el hombre-. ?Espere un momento, por favor!

Bajo la iluminacion del hotel, el hombre que se acercaba a grandes zancadas se hizo visible.

Era Cedric Plummer.

Mas disgustado que asombrado, Randall se dio la vuelta para marcharse, pero Plummer lo cogio del brazo.

Randall se zafo de un tiron.

– Larguese. No tenemos nada de que hablar.

– No soy yo quien quiere verlo -adujo el ingles-. Yo no lo molestare. Me ha enviado alguien… alguien muy importante… que quiere hablar con usted.

Randall estaba decidido a no dejarse enganar.

– Lo siento, Plummer. No creo que usted conozca a nadie en quien yo tuviera algun interes en ver.

Se dirigio a los escalones de piedra, pero Plummer continuo asediandolo.

– Espere, senor Randall… escuche. Se trata de dominee Maertin de Vroome… es el quien me envia.

Randall se detuvo de pronto.

– ?De Vroome? -miro suspicazmente al periodista-. ?De Vroome lo mando a buscarme?

– Precisamente -dijo Plummer, asintiendo con la cabeza.

– ?Como se yo que esto no es una trampa que usted me esta tendiendo?

– Le juro que no se trata de ninguna trampa. ?Por que habria de mentir? ?Que ganaria yo?

Randall sintio desconfianza y, al mismo tiempo, un estimulante deseo de creer.

– ?Para que me querria ver De Vroome?

– No tengo la mas remota idea.

– Estoy seguro que no la tiene -dijo Randall burlonamente-. Y, ?por que razon lo utiliza De Vroome como intermediario, siendo usted un periodista extranjero? El pudo simplemente haber tomado el telefono para llamarme.

Alentado por la pregunta de Randall, Plummer respondio avidamente:

– Porque todo lo hace indirecta, solapadamente. Es muy discreto por lo que hace a todos sus contactos personales. Un hombre de su posicion tiene que ser precavido. No se arriesgaria a llamarle por telefono, ni desearia que lo vieran con usted en publico. Si conociera al dominee De Vroome, comprenderia su conducta.

– ?Y usted si lo conoce?

– Bastante bien, senor Randall. Me siento orgulloso de ser su amigo.

Randall recordo la sensacional entrevista de Plummer con De Vroome para el London Daily Courier. Habia sido una entrevista exclusiva, larga y personal. De algun modo, aquello hacia verosimil que Plummer fuera amigo del clerigo holandes.

Randall considero una reunion con De Vroome. Presentaba mas peligros que ventajas, pero aun asi habia un

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