Mire con sorpresa. Aquello era, por tanto, lo que se llamaba aldea. Asombroso. Quede un rato con la boca abierta. Despues me eche a reir de pronto a carcajadas.
– ?Que tienes? ?Que te pasa? -pregunto la nuera de Nazo.
Yo no paraba de reir…
– Este chico me va a volver loca -dijo mama.
– ?Que te pasa? -grito papa con brutalidad.
– Si… mirad… fijaos… las casas… alli…
– ?Basta!
Mama me sacudio por los hombros y me echo el brazo por encima.
Lo que estaba viendo me resultaba increible. Aquellos edificios diminutos, bajos, muy bajos, con los muros encalados, me parecian casas de munecas. Ademas, no estaban pegadas unas a otras formando calles, sino separadas, cada una por su lado y, por si esto no bastara, todas estaban cercadas por tierras labradas, corrales de gallinas, almiares y casetas para perros.
Tambien los aldeanos observaban con asombro nuestro grupo, que caminaba a traves de la plaza. Dos o tres ninos se asustaron y corrieron a esconderse tras las puertas. Mugia una vaca. Aparecieron mas aldeanos. Estos eran de rasgos mas amables; tenian mas luz en los cabellos y olian a leche. Se oian las esquilas. Olia a hierba. Se me caian los ojos.
Desperte por la tarde. Estaba en una habitacion totalmente vacia. Papa ponia papeles en la ventana sin cristales, mama limpiaba el suelo, todo lleno de excrementos de gallina. Era descorazonador.
Poco despues llego la mujer de Bido Sherif, junto con Nazo.
– ?Os habeis instalado ya? -preguntaron.
Mama fruncio los labios.
– ?Y vosotros?
– Vaya. Hemos encontrado una casa abandonada.
La mujer de Bido Sherif dejo escapar un profundo suspiro.
– ?Donde hemos ido a parar, donde…?
Se fueron.
Tenia ganas de llorar. La nostalgia de mi casa y de mi ciudad se me vino encima como una avalancha. Habia ocurrido algo irreparable.
Papa bajo al sotano y volvio a subir.
– ?Cuidado! -dijo-, no encendais fuego. Abajo hay paja. Podemos abrasarnos como ratas.
Llego Mane Voco. Habia adelgazado mucho desde que ahorcaron a Isa.
– ?Teneis un poco de sal? Nos la hemos olvidado.
Mama se la dio.
Tambien la nuestra era una casa abandonada. La otra habitacion estaba medio derruida. Baje a ver la paja.
– ?Auuu! -grite a la entrada del sotano.
Ninguna respuesta. La hierba seca, aburrida, tan solo despedia un olor fuerte. Volvi a la habitacion y pense como seria posible que vivieramos siempre en casas bajo las que amenazaba el peligro. Alla en la ciudad habia el agua del aljibe, aqui el fuego del sotano.
Los refugiados de la ciudad estuvieron pasando durante todo el dia. Algunos se quedaban en la aldea, instalandose en casas abandonadas desde hacia tiempo, igual que nosotros; la mayoria seguia adelante, hacia otras aldeas. Entre la gente con hatillos y cunas a cuestas, vi a Qani Kekez. Al pasar, los refugiados dejaban una estela de hojas de periodico, colillas y noticias. En la ciudad habian matado a Gerg Pula. Acababa de presentar su cuarta solicitud en el registro civil para cambiar de nombre, esta vez por el de Jurgen Pulo. (Decian que ademas de Giorgio, Jorgo y Jurgen, que no llego a disfrutar, tenia en reserva Jogura, para el caso de que nos invadieran los japoneses.)
La caravana de refugiados estuvo atravesando la aldea durante toda la noche. Tuve un sueno inquieto, interrumpido por toda clase de cencerros, mugidos y llamadas a la puerta.
Dormia cuando oi la potente voz de Xexo que venia del camino.
– Donde estais, buenas amigas, os he buscado por todas partes. ?Donde estais, desventuradas?
Entro con gran arrebato. La mujer de Bido Sherif y la madre de Ilir llegaron corriendo tras ella.
– ?Que, Xexo? ?Que se cuenta?
Xexo se paseo un rato por la habitacion, tras lo cual empezo a golpearse las mejillas.
– ?Aaaayy, pobres de nosotras! ?Adonde hemos ido a parar? ?Por los caminos, como los gitanos! ?Desperdigados como las crias de los cuervos! ?Que tugurio es este, hija mia! ?Donde os habeis tenido que meter, pobrecita mia? ?Por que no nos volvera locas el Senor y asi, al menos, no nos enterariamos de lo que esta pasando? ?Que desastre! ?Que desastre!
– Ya esta bien, querida Xexo. Si nos hemos echado al camino con bien, podia haber sido para mal -dijo la mujer de Bido Sherif-. ?Que noticias nos traes?
– ?Por donde empiezo? La hija de Checho Kaili, ?lo habeis oido?, se ha largado con los italianos.
– ?Con los italianos?
– Ultimamente le habia crecido mucho la barba y se le habia puesto como la del Mulla Kasem. El barbero entraba y salia a diario en la casa de los Kaili, con la cartera llena de cuchillas de todas clases, de esas francesas. Si no, no habia modo. Hasta que una noche se harto y se largo. Dicen que fue el barbero el que lo arreglo todo. Se fue en el camion del burdel.
Tomo aliento. Se hacia notar la falta de la abuela. Solo ella podia expresar en ese momento un juicio mas general sobre lo sucedido y decir algo que no podian decir ni mama, ni la mujer de Bido Sherif, ni siquiera la de Mane Voco.
– Quizas ahora se vaya con ella esta horrible calamidad que ha caido sobre la ciudad -dijo Xexo-. Una calamidad era esa muchacha con barba. Ha hecho bien en marcharse -siguio diciendo y asombrando a todos, pues contra su costumbre, estaba expresando algo esperanzador. Pero su flaqueza fue breve. Alzando la voz, que atravesaba su nariz con un silbido sordo, casi grito-: Pero no nos abandonan las calamidades, no. ?Habeis oido lo de Maksut, el hijo de Nazo? Un soplon, queridas, un soplon.
– ?Soplon?
– Soplon, si. Una serpiente agazapada. Por eso no se fue a una aldea como los demas, sino que despacho a la mujer y a la madre, porque tiene miedo a los guerrilleros. Se ha escondido y no aparece por ninguna parte. Espera a los alemanes, dicen. Les envia mensajes por las noches y les muestra el camino para llegar. Dicen que fue el quien denuncio a Isa.
La madre de Ilir sollozo.
– ?Ah, perro, perro!
Xexo lanzo un gran suspiro.
– Avdo Babaramo no ha encontrado aun el cuerpo de su hijo -dijo ahora con voz sosegada-. Todavia anda por los caminos ese pobre padre. Pero ahora todos vamos por los caminos -Xexo comenzo a elevar la voz-, por los caminos como los judios. ?Que hemos hecho, Dios mio, para que nos trates asi? Nos has arrojado bombas, has hecho que nos salga barba, has hecho salir agua negra de la tierra, ?que mas pretendes hacernos?
Su voz nasal resonaba como un trueno. Despues parecio cansarse y empezo a hablar mas calmadamente.
– Abandonamos nuestras casas como si estuvieramos locos. ?Que puedo deciros, queridas? Filas y filas de hombres y mujeres, cargados con bultos, con cunas y con mantequeras, con tullidos y con gatos, marchan y marchan sin volver la vista atras, como los desterrados. Dino Chicho caminaba en medio de ellos con su aeroplano a cuestas.
– ?Con el aeroplano?
– Con el aeroplano a la espalda, queridas, con el aeroplano. La gente de su casa se le acercaba y le rogaba: «Dino, anda, deja el aeroplano; ?donde lo vas a llevar?; pesa mucho, nos vamos a quedar rezagados». Pero el no los escuchaba. De ningun modo queria dejarselo a los alemanes.
Sali corriendo al exterior con la esperanza de ver entre los refugiados a Dino Chicho cargado con su aeroplano. Hacia frio. Los refugiados eran ya escasos. Apenas podian arrastrar las piernas. Reconoci a dos chicos del barrio.