aferrandose a su brazo. Alguien lloraba tras la puerta.
– ?Que quereis de nosotros? -dijo Mak Karllashe. Su cara alargada se estremecia al ritmo de los sollozos que emitia la muchacha colgada de su brazo.
– Mak Karllashe y su hijo, estais condenados como enemigos del pueblo -grito el guerrillero y se descolgo la metralleta del hombro con su unica mano.
Tras la puerta estallaron los gritos. «?Papa!», gritaba la nina, «?Papa!»
– ?Quienes sois vosotros? -dijo Mak Karllashe-. No os conozco.
– El tribunal del pueblo -bramo el guerrillero y alzo la metralleta. La chica volvio a chillar.
– Yo no soy un enemigo; soy un fabricante de pieles; hago zapatos para el pueblo.
El guerrillero se miro las alpargatas destrozadas.
– ?Largate, muchacha! -grito y enderezo la metralleta. La chica grito. Tras la puerta volvieron a oirse los alaridos.
– ?Perro, aparta esta arma! -grito la muchacha con voz ronca.
– ?Largate, zonal -dijo el guerrillero y la apunto.
– Espera, Tare -dijo uno de los otros dos y se dispuso a apartar a la muchacha, pero no llego a tiempo.
– ?Muerte al comunismo! -grito Mak Karllashe.
La metralleta temblo en la unica mano del guerrillero. Mak Karllashe fue el primero en tambalearse. El guerrillero intento no alcanzar a la muchacha, pero fue imposible. La chica se estremecio, aferrandose a su padre, como si las balas cosieran a la vez los dos cuerpos. Tras la rafaga, se sucedio una calma sorda. Los muertos se desplomaron uno sobre el otro. Sus cuerpos se agitaron aun por unos instantes, hasta que parecieron hallar tranquilidad, y entonces, sobre el monton silencioso, se alzaron las botas del hijo de Mak Karllashe, negras y brillantes. Del otro lado de la puerta llegaba un gemido contenido.
– Liame un cigarrillo -dijo a su camarada el guerrillero manco. Su rostro estaba demudado. Se colgaron las armas al hombro y echaron a andar, pero en ese momento el empedrado resono con unos pasos pesados. Era una patrulla guerrillera. Los tres eran muy altos. Se acercaban. Llevaban suelas claveteadas.
– ?Muerte al fascismo!
– ?Libertad para el pueblo!
– ?Que ha sucedido? -pregunto el que iba en medio.
– Hemos fusilado a un enemigo del pueblo -dijo el manco.
– ?Y la orden de arresto? -la voz del guerrillero tenia un tono sumamente grave.
El guerrillero Tare extrajo del bolsillo un papel arrugado.
– De acuerdo -dijo el otro.
La patrulla se dispuso a marcharse, pero en el ultimo instante uno de ellos distinguio los cabellos de la hija de Mak Karllashe.
– Dame ese papel -dijo regresando.
El guerrillero Tare le miro a los ojos. Su unica mano, lentamente, muy lentamente, extendio dos dedos hacia el interior del bolsillo pequeno de la chaqueta y extrajo el papel arrugado.
El de la patrulla lo leyo.
– Veo entre ellos a una muchacha -dijo-. ?Donde esta su nombre?
– Su nombre no esta -dijo el guerrillero Tare y su cuello se tenso como si le hubieran golpeado.
– ?Quien ha disparado?
– Yo.
– ?Nombre?
– Tare Bonjak.
– Guerrillero Tare Bonjak, entrega tu arma -ordeno el de la patrulla-. Quedas detenido.
El guerrillero Tare bajo la cabeza.
– El arma.
Su mano volvio a moverse. Hizo un movimiento con el hombro para facilitar el desprendimiento de la correa y le tendio la metralleta.
El otro miro a su alrededor. Sus ojos se detuvieron en el patio de la casa abandonada de Xuano.
– Alli -dijo senalando con la mano el patio.
El guerrillero Tare se dirigio donde le ordenaban.
– Vosotros lo mantendreis bajo vigilancia hasta que vengan los camaradas que lo vayan a juzgar -dijo dirigiendose a los dos companeros de Tare.
– Si, de acuerdo.
– ?Muerte al fascismo!
– ?Libertad para el pueblo!
El guerrillero arrestado se sento sobre un monton de piedras y observo los muros de la casa abandonada, que habia comenzado a adquirir el aspecto de unas ruinas.
Sus camaradas se mantuvieron a cierta distancia, sin hablar. Se oian los alaridos de las mujeres de los Karllashe. Estaban metiendo los cadaveres en el patio. El detenido volvio a pedir un cigarrillo. Se lo dieron.
Se fumo el cigarrillo y apoyo despues la barbilla sobre el puno. Los otros dos miraban en direcciones distintas. Por fin se escucharon pasos en la calle. Llegaron. Eran tres.
El detenido se puso en pie. El juicio seria breve.
– Guerrillero Tare Bonjak, se te acusa de matar a una muchacha. ?Es verdad?
– Es verdad -dijo el.
– ?Que tienes que decir?
– Nada. Soy manco. La mano derecha me la cortaron los enemigos del pueblo. No consigo disparar bien con la izquierda. Los tiros alcanzaron a la chica…
– Esta claro.
Conversaron entre si. Despues uno de ellos volvio a hablar:
– Guerrillero Tare Bonjak, se te condena a morir fusilado por mal uso de la violencia revolucionaria…
Silencio. El que habia hablado se dirigio con un gesto de la cabeza a los dos camaradas de Tare.
– ?Ahora? -pregunto uno con la voz quebrada…
– Ahora.
Sus frentes se cubrieron de sudor frio.
El condenado comprendio. Se situo junto al muro y los miro. Se descolgaron las armas del hombro. Levanto su unico brazo y saludo con el puno cerrado.
– ?Viva el comunismo!
La rafaga fue corta. El guerrillero cayo de bruces sobre las losas de piedra.
Se alejaron. Los dos camaradas del muerto caminaban detras.
– Se nos fue Tare -dijo uno-, por una prostituta.
– ?Se matan unos a otros! ?Se matan unos a otros! – grito una voz lejana.
La senora Majnur asomo su cara por la ventana y grito con el rostro descompuesto:
– ?Que se despedacen!
Los dos hombres la oyeron. Alzaron las cabezas rapidamente, pero ya no se veia a nadie en las ventanas. Entonces, uno alzo la metralleta y disparo una rafaga hacia las ventanas. Los vidrios rotos cayeron ruidosamente sobre el empedrado.
DECLARACIONES DE LA VIEJA SOSE (
Esta escrito en viejos libros: vendra un pueblo que tiene los cabellos rubios y tratara de reducir a cenizas esta ciudad.
XVII
Los ejercitos alemanes habian cruzado la frontera meridional y marchaban sobre la ciudad, que se desalojaba