— ?No sera un efecto de la niebla? — intervino Papochkin.

— Es lo que yo habia pensado. Pero hoy he logrado observar ese astro en un momento en que la niebla se habia disipado enteramente. Y el disco era de color rojo, como el sol cuando esta al borde del horizonte y brilla a traves de las capas inferiores mas humedas de la atmosfera o durante una tormenta de polvo.

— ?Tambien eso es chocante!

— ?Y esas manchas oscuras que condicionan una disminucion de la luz a determinadas horas del dia? Esta noche procurare verificarlo. Si el fenomeno se repite, quedare definitivamente convencido de que lo que brilla encima de nosotros no es el sol, sino otra cosa.

— Pero, adonde se habra metido nuestro sol? — pregunto inquieto Papochkin.

— ?Cualquiera sabe! Este es otro eslabon en la cadena de increibles fenomenos que hemos presenciado los ultimos dias.

— En efecto, toda una cadena — murmuro pensativo Kashtanov-. Una inmensa depresion en El continente, las extranas indicaciones de la brujula, las incomprensibles variaciones de la presion atmosferica y un clima templado a 81 de latitud — y que no es un efecto de la casualidad, a juzgar por el limite de los hielos y la tundra verdeante —, los mamuts y los rinocerontes que andan por ella y un sol que no es un sol y permanece en el cenit dia y noche…

— Y habra mas, estoy convencido. Ahi vuelven, al fin, nuestros companeros y apuesto lo que ustedes quieran a que nos traen algun otro techo curioso.

Todos se pusieron en pie de un salto, mirando a lo lejos donde se divisaban dos siluetas que llevaban un objeto oscuro colgado de una pertiga. Papochkin coloco la tetera sobre el infiernillo de alcohol y se puso a preparar un asado de carne de rinoceronte mientras los demas corrian al encuentro de sus companeros.

— Estamos rendidos — declaro Maksheiev-. Hemos visto vacas y toros, pero solo hemos conseguido matar un ternero y lo traemos a cuestas desde hace tres horas.

— Ademas, hemos reunido interesantes ejemplares de la flora de la tundra. Son muy curiosos y hubiera dicho incluso que se trataba de flora antediluviana si no los hubiese recogido yo mismo — anadio Grameko, a cuya espalda colgaba una caja llena de plantas.

Mientras comian, Maksheiev y Gromeko comunicaron sus impresiones.

— Durante unos diez kilometros la tundra es igual que aqui, aunque menos humeda. Luego la vegetacion empieza a ser mas abundante y aparecen arbustos e incluso pequenos arboles…

— Abedules y sauces polares, pero de especies desconocidas, y luego alerces enclenques — anadio Gromeko-. Tambien hay algunas plantas florecidas, unas que no conozco en absoluto y otras descritas por distintos investigadores como representantes de la flora post-terciaria del Canada.

— Al fin llegamos a un rio estrecho pero muy profundo. Como no habia ningun vado, echamos a andar siguiendo la corriente. Los arboles iban teniendo ya una altura superior a la de un hombre y, los matorrales, entre ellos, formaban una espesura casi impenetrable. Y entonces nos dimos de manos a boca con un rebano de toros que habian bajado al rio a beber.

— ?Que genero de toros? — pregunto Papochkin interesado.

— Eran mas bien una especie de yacks salvajes — corrigio Gromeko-: negros, con lanas largas, enormes cuernos gruesos y joroba.

— Estos eran unos — continuo Maksheiev-; pero otros. animales, que debian ser hembras, no eran tan corpulentos y tenian los cuernos mas finos y mas cortas. Tambien habia algunos terneros. Como no pensabamos encontrar en la tundra mas que aves acuaticas y animales pequenos, llevaba solo una escopeta ligera.

— ?Y yo iba sin armas!

— Conque tuve que disparar contra un ternero con postas que llevaba en las cartucheras. El rebano desaparecio en la espesura y el ternero se cayo al rio, de donde le sacamos para rematarle con los cuchillos.

— Como el ternero pesaba sus cincuenta kilos largos y teniamos que traerlo a cuestas unos doce kilometros, le vaciamos para aligerar la carga, aun a sabiendas de que Sermon Semionovich se disgustaria por ello.

— ?Bastante satisfaccion ha tenido ya! — replico Kashtanov riendo-. ?Saben ustedes de que es el asado que acaban de comer?

— ?Alguna liebre polar? Aunque no se si existe el genero.

— Nada de liebres: era carne de rinoceronte y, ademas, prehistorico!

— iPuah! ?Conque han encontrado un cadaver de rinoceronte en la tundra de congelacion perpetua y han querido probar la carne conservada desde hace decenas de milenios? — sorpreadiose Gromeko-. Si lo llego a saber, no como. Ahora me van a dar nauseas.

— Pues el asado estaba sabroso; unicamente un poco duro — declaro Maksheiev.

— Se comprende: ?una carne de esa antiguedad!

— ?Y saben ustedes — intervino a su vez Papochkin— para la cena pensamos obsequiarles con una trompa de mamut asada?

— ?Esto ya es excesivo! — indignose Gromeko-. ?Se han propuesto envenenarnos? ?Quieren ver el efecto que produce sobre un estomago moderno toda esta carrona geologica?

Maksheiev, que durante sus andanzas por Alaska y Chukotka habia perdido la costumbre de hacer aspavientos, opino:

— He leido que la trompa de elefante es un plato muy delicado; conque la trompa de mamut ha de ser algo delicioso.

— Pues yo no lo pruebo — dijo Gromeko furioso-. Prefiero asar el higado del ternero: por lo menos se que esta fresco.

Despues de haber gozado durante algun tiempo de la sorpresa de sus companeros, los otros les contaron los acontecimientos de la jornada. El botanico se calmo cuando le ensenaron el cadaver del rinoceronte, la trompa, el rabo y el punado de lanas del mamut. Incluso intervino en la discusion sobre la manera de condimentar la famosa trompa y saco de su bolsillo unas cuantas cabezas de ajos silvestres que habia descubierto cerca del sitio donde se habian tropezado con los toros.

— Seran muy buen condimento para la trompa — dijo-. Siento haber encontrado tan pocos.

Mientras cenaban decidieron quedarse un dia mas en aquel sitio para ir los cinco adonde estaba el cadaver del mamut y traer a layurtaprovisiones de carne y las partes del animal que se queria conservar.

— Ahora debemos estudiar muy seriamente hacia donde y como hemos de ponernos en camino — propuso Kashtanov despues de la cena-. Nuestros reconocimientos por la tundra nos dan ciertos materiales para ello. Y, mientras hablamos, ayudaremos a nuestro zoologo a preparar los craneos del rinoceronte y del ternero que queremos conservar. Y, a proposito, Sermon Semionovich, ?a que especie cree usted que pertenece el ternero?

— Si no hubiera visto con mis propios ojos un mamut y un rinoceronte de Siberia vivos — contesto el zoologo —, habria dicho que los animales que hemos encontrado son parientes del yack del Tibet. Pero ahora pienso que se trata de toros primitivos, desaparecidos de la superficie del globo al mismo tiempo que el mamut y el rinoceronte.

Capitulo XIV

LA CARTA DE TRUJANOV

Mientras discutian la cuestion del itinerario a seguir, los exploradores opinaron unicamente que la Tierra de Nansen les habia proporcionado ya, no solamente muchos datos nuevos, sino tambien muchos hechos incomprensibles y que los fenomenos extraordinarios se multiplicaban a cada jornada de avance.

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