plantas recogidas. Y se conoce que le habia parecido alguna carrona — explico el botanico.

— Yo habia disparado contra el, pero he debido fallar

— anadio el zoologo.

Tranquilos en cuanto a la suerte de sus companeros, los geologos fueron con ellos hacia el sitio donde aun palpitaba el reptil abatido. Al ver acercarse a los hombres, se puso en pie y corrio a ellos agitando un ala y arrastrando la otra, probablemente rota.

Corria, contoneandose como un pato, croando furioso, con la cabeza enorme adelantada y el pico abierto. La caruncula que le crecia en el nacimiento de la nariz, inyectada en sangre, era ahora de color rojo intenso. El reptil alcanzaba la talla de un hombre y, aunque herido, podia ser un enemigo peligroso. Por eso hubo que rematarlo de otro disparo.

Mientras Kashtanov y Papochkin examinaban el pterodactilo, Maksheiev y Gromeko fueron en busca del impermeable robado. Registraron el calvero hasta el pie de las rocas y penetraron en la espesura, pero sin ningun resultado.

— ?que cosa tan extrana! ?Donde ha podido ir a parar? — rezongaba el botanico, enjugandose el sudor que le banaba el rostro-. Porque, vamos, no creo que se haya tragado el impermeable.

— Yo he visto perfectamente que el reptil lo ha soltado despues del disparo — confirmo Maksheiev.

Entretanto, el segundo pterodactilo, que hasta entonces habia estado posado en un saliente de la roca, se remonto, planeo sobre las copas de las colas de caballo, recogio en ellas un objeto oscuro y prosiguio su vuelo.

— ?Demonios! — profirio el botanico-. ?Pero si es mi impermeable! Nosotros estabamos buscando en el suelo y se habia quedado en los arboles.

Maksheiev apuntaba ya al reptil, que pasaba volando, cuando el impermeable se desenvolvio de pronto. Las plantas cayeron dispersadas y el animal solto sobrecogido su presa. El cazador dejo a un lado la escopeta.

— Estos pterodactilos no deben ser muy inteligentes, puesto que roban cosas no comestibles — dijo Gromeko yendo a recuperar su impermeable,

— O quiza sean mas listos de lo que usted piensa. ?Quien sabe si no han querido apoderarse de su impermeable y su forraje para construirles a sus pequenos un nido mas confortable? — opino Maksheiev en broma.

— ?Ha dicho forraje? ?Que falta de respeto para mis colecciones de plantas! ?No ira usted a explicarnos, para demostrar la inteligencia de los reptiles, que se llevaba mi impermeable a fin de revestir con el a sus pequenos desplumados?

Maksheiev se echo a reir.

— No, no llegare hasta ese extremo. Pero no olvide que los reptiles voladores fueron los reyes del jurasico y se distinguian por un alto nivel de desarrollo, Ademas, por que habia recogido usted tantas plantas iguales? — anadio al ver que el botanico volvia a juntar unos tallos parecidos a juncos que, al caer se habian dispersado por el calvero.

?A que no sabe usted lo que es esto? — replico Gromeko, presentando a su companero uno de los tallos.

— A mi entender, un junco grueso y bastante punzante. Me imagino que solo los iguanodones pueden alimentarse de ellos.

— Esta usted en lo cierto. Los iguanodones lo comen muy satisfechos y tampoco estara mal para nosotros.

— ?De verdad? ?Puede servir para la sopa?

— Para la sopa no, pero si para el te. Parta usted este tallo.

Maksheiev obedecio y un liquido transparente fluyo del tallo.

— Ahora, pruebe usted la savia de este junco desdenado.

El jugo era espeso y dulce.

— ?Sera cana de azucar?

— Si no es la cana de azucar que crece actualmente en la superficie de nuestro planeta, es por lo menos una planta azucarera.

— ?Como ha adivinado usted que era dulce?

— He visto un tallo como este en la boca del joven iguanodon matado por el ceratosaurio en el calvero. Me ha parecido pegajoso. Me he puesto a buscar donde crecen, los he encontrado en abundancia a lo largo del arroyo y, naturalmente, he probado el jugo. Como nuestras reservas de azucar se estan terminando, podriamos sustituirla por el jugo de este junco e incluso fabricar con el azucar verdadera. ?Ya ve usted como mi forraje es a veces muy util!

Al volver cerca del pterodactilo muerto, Gromeko mostro a los otros viajeros el hallazgo al que se debia la aventura del impermeable. Todos aprobaron su plan y decidieron arrancar a la vuelta la mayor cantidad posible de juncos para intentar la extraccion de azucar.

Los cazadores siguieron por el desfiladero en cuyo fondo corria un arroyuelo entre una franja estrecha de rala colas de caballo y hierba aspera.

La garganta se convirtio al poco tiempo en una autentica grieta oscura y humeda con el fondo enteramente cubierto de agua. Los cazadores avanzaban en fila india: delante Maksheiev con la escopeta en la mano y detras Kashtanov, probando las rocas con el martillo.

Al fin aumento la luz y reaparecio la vegetacion. La grieta se ensanchaba rapidamente, convirtiendose en una depresion bastante grande rodeada de rocas que, abajo abruptas, se escalonaban luego en todas direcciones formando anfiteatro. El fondo de la depresion estaba recubierto de una hierba jugosa y verde y en el centro se encontraba el lago del que fluia el arroyuelo.

— ?Que peste hay aqui! — exclamo Gromeko en cuanto se aproximaron al lago.

— Efectivamente, huele muy mal, como si hubiera carrona — confirmo Maksheiev.

— ?No sera este un lago mineral con fuentes sulfurosas, por ejemplo? — aventuro Papochkin inclinandose sobre el agua.

Los cazadores miraron a su alrededor porque les habia llamado la atencion un extrano silbido que alternaba con un chirriar semejante al que produce un trozo de corcho frotado contra un cristal. Estos sonidos llegaban desde arriba, desde los muros de la depresion, pero no se veia a nadie.

En aquel momento una gran masa oscura volo sobre el calvero y fue a posarse en uno de los salientes, donde la acogieron silbidos y chirridos mas acentuados.

— ?Un pterodactilo! — exclamo Maksheiev.

— Se conoce que estan por aqui los nidos de los reptiles voladores — calculo el zoologo.

— Esa es la razon de que huela tan mal. Los animales estos no deben Ser muy limpios.

El reptil que se habia posado en el saliente volvio a salir volando al poco tiempo, pero, al observar a los hombres en la depresion, se puso a girar encima de ella emitiendo gritos entrecortados. Los silbidos y los chirridos cesaron inmediatamente en las rocas.

— ?Hombre, se han callado los pequenos!

— Seria curioso coger huevos y crias de los nidos — dijo el zoologo.

— Pruebe usted a trepar a esos riscos y arrebatarselas a los padres. Me parece que iba a pasarlo mal.

— ?Pero si hay muchos aqui! — exclamo Kashtanov, senalando a otro pterodactilo asomado por detras de las salientes mientras dos mas planeaban ya en el aire.

— ?Disparamos? — propuso Maksheiev, deseoso de hacer olvidar su fallo.

— ?Para que? Hemos, examinado ya a uno y debemos economizar las municiones — advirtio Kashtanov.

— Mas vale que nos retiremos antes de que la alarma cunda a todos los nidos — declaro el botanico, a quien no le gustaba nada la estancia en aquel lugar apestoso.

Sobre el calvero volaban ya unos cuantos reptiles, y los cazadores consideraron mas razonable seguir el consejo de Gromeko. Cuando se dirigian hacia la salida de la grieta advirtieron al pie del muro montones de

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