lamia las manos quejandose. El ingeniero se deslizo fuera de la espesura seguido del perro; cuyo aspecto suscito la compasion de todo.

— ?Le habran partido el espinazo? — pregunto Papochkin.

— No lo creo — contesto Gromeko examinando al perro-. No, no es eso — continuo-. Lo mas probable es que hayan herido a General con flechas envenenadas. Tiene en el lomo unas cuantas pequenas heridas donde la sangre se ha coagulado ya. Pero el espinazo esta intacto.

— Pero, ?como van a ser flechas — sorprendiose Maksheiev-, si los ladrones son insectos?

— Se me habia olvidado. En este caso es que le han picado o le han mordido con las mandibulas o los aguijones venenosos.

— ?Que hacemos con el perro? ?Se le podra curar?

— Supongo que si. En caso de que el veneno fuera mortal, el perro no existiria ya. Desgraciadamente, nuestra farmacia de campana ha sido robada con el resto de las cosas. No queda mas remedio que probar las compresas frias.

Maksheiev tomo en brazos al perro, que se quejaba lastimeramente, y lo llevo hacia la orilla del mar. Gromeko fue rociandole el cuerpo con agua. Al principio, el perro trataba de escapar chillando, pero pronto se aplaco bajo el efecto calmante del agua. Entonces lo metieron en el agua de cintura para abajo.

Mientras el botanico se ocupaba de General, los demas sacaron de la espesura las barcas y los remos, echaron al agua las embarcaciones y metieron en ellas los pocos objetos que les quedaban por haberselos llevado durante la desgraciada excursion. Dos de ellos volvieron luego hacia el lago de las rocas para completar la reserva de agua potable, mientras los demas asaban el resto de la carne de iguanodon a fin de que la preparacion de la comida no les hiciera detenerse en la persecucion de los ladrones.

En la hora que precisaron para los preparativos disminuyo sensiblemente la hinchazon del perro y ya pudo tenerse de pie. Quedo decidido meterlo en una de las barcas, ya que dos de los exploradores irian bordeando la costa en las embarcaciones cargadas mientras los demas seguirian las huellas de los ladrones en tanto no se alejasen de la orilla. De esta manera, los remeros podian acudir en auxilio de los que iban a pie en caso de necesidad o bien embarcarlos. Los que iban a pie podian a su vez detener a los otros en cuanto las huellas se apartasen hacia el interior de la region.

Capitulo XXXIII

SOBRE LA PISTA DE LOS LADRONES

Maksheiev y Gromeko echaron a andar a pie y Kashtanov y Papochkin subieron a las lanchas sin quedar a la zaga de sus companeros pero sin adelantarseles tampoco. Felizmente, el tiempo era apacible y el mar apenas mojaba la playa. Maksheiev iba delante por las huellas de los ladrones, deteniendose de vez en cuando para intercambiar sus observaciones con el botanico. En un sitio, por ejemplo, se veian las huellas de muchos de los objetos robados, que los ladrones habian depositado en el suelo durante algun alto. En otro aparecieron las huellas claras de la balsa que hicieron exclamar a Makshieiev:

— El enigma de la balsa ha quedado tambien esclarecido: los ladrones se la han llevado a cuestas.

— ?Para que demonios la necesitarian? — pregunto Gromeko.

— Pues para lo mismo que necesitaban nuestra tienda de campana, la ropa de cama y los demas objetos. ?Si se han llevado incluso las muestras de oro y de mineral!le hierro que recogimos ayer Kashtanov y yo!

— Es inconcebible. ?Que animales seran estos? Cualquiera diria que se trata de seres racionales. No me

chocaria nada que montasen la tienda, se acostaran en nuestras sabanas y comieran en nuestra vajilla.

— Todo es posible en este maravilloso pais de remotos periodos geologicos. ?Acaso no han podido alcanzar ciertos insectos del jurasico un grado de desarrollo intelectual tan alto que les haya hecho desempenar el papel de reyes de la naturaleza?

— La verdad es que incluso en el periodo actual existen insectos muy inteligentes, organizados en sociedades que se rigen por leyes determinadas, como ocurre, por ejemplo, con las abejas y las hormigas.

— ?Calle! Me ha dado usted una idea. ?No habran sido hormigas las autoras del robo?

- ?Y por que no han podido ser abejas o avispas?

— A juzgar por las costumbres de las hormigas de la superficie exterior de nuestro planeta, les cuadra mejor el papel de ladrones. En efecto, las hormigas se llevan al hormiguero todo lo que encuentran, incluso las cosas absolutamente inutiles, y poseen una fuerza enorme en comparacion con su tamano.

— Es verdad. Las abejas son mucho mas debiles y no almacenan en su colmena nada mas que miel y cera; en cuanto a las avispas, no almacenan nada mas que alimentos. Ademas, tanto las unas como las otras tienen alas, mientras nuestros ladrones no parecen tenerlas.

— Lo mismo opino yo, aunque tambien insectos alados hubieran podido arrastrar por el suela objetos demasiado pesados para llevarlos por el aire.

— En una palabra, que debemos estar en buen camino: las sospechas van primero a las hormigas, luego a las avispas y en fin a las abejas.

— Y como todas ellas pertenecen a los insectos que pican o muerden introduciendo veneno en la herida, me inclino a creer que ellas son las que han picado a General cuando defendia el acceso a la tienda.

— Justo, Las mordeduras de esos insectos causan inflamacion, dolores agudos y, teniendo en cuenta su tamano, se puede admitir que el veneno produzca quiza una paralisis momentanea.

Charlando de esta manera acerca de la naturaleza de los ladrones, nuestros viajeros anduvieron dos horas, al cabo de las cuales se sintieron extenuados, ya que la arena de la playa era bastante blanda y hacia dificil la marcha.

— Yo no puedo mas — pronuncio al fin Gromeko, deteniendose para enjugar el sudor que le inundaba el rostro-. Hoy hace un calor asfixiante y no sopla la menor brisa.

— A cambio de ello el mar esta tranquilo y nuestros companeros no quedan a la zaga.

— ?Y si cambiasemos con ellos? Nosotros estamos cansados de mover los miembros inferiores y ellos de mover los miembros superiores.

— ?Podran ellos seguir la pista? Aunque, por probar no se pierde nada.

Maksheiev llamo a los que iban en las barcas. Cuando desembarcaron senalo a Kashtanov y a Papochkin las huellas de los insectos y anduvo algun tiempo con ellos para ver si podian seguir la pista. Luego el botanico y el subieron a las lanchas y empunaron los remos.

El relieve de la region continuaba siendo el mismo. A lo largo de la orilla se extendia una playa de arena y de pedriza de cien a doscientos pasos de anchura, que sin duda recubrian las olas durante las fuertes tempestades. Enmarcaba la playa una muralla compacta de colas de caballo y helechos, donde a veces surgia una estrecha abertura: una vaguada seca, semejante a la que habian explorado la vispera. Los iguanodones que tomaban el sol en la arena de la playa huian al bosque cuando se acercaban los hombres y las lanchas. En el mar asomaban de vez en cuando plesiosaurios que nadaban, parecidos a enormes cisnes negros, con el cuello graciosamente inclinado. Sobre el bosque volaban con frecuencia algunos pterodactilos, buscando una presa a la orilla del mar.

Maksheiev y Gromeko llevarian un par de horas en las lanchas, cuando surgieron por delante unas colinas rojizas que llegaban hasta la orilla del mar y cortaban el muro de vegetacion. Alli habia una vaguada mas profunda y mas ancha que se adentraba en la region y separaba el bosque de las colinas, formadas por una acumulacion de arena rojiza. Las huellas de los ladrones torcian por la vaguada y Kashtanov y Papochkin gritaron a sus companeros que debian desembarcar.

Una vez convencidos de que los ladrones habian abandonado la orilla para adentrarse en la region, los viajeros empezaron a consultarse sobre lo que debian hacer.

Ahora tenian que abandonar las lanchas y proseguir las pesquisas a pie.

Pero les habia fatigado mucho aquel dia con la excursion, la marcha, el ajetreo y las emociones. Ademas, General estaba todavia demasiado debil. Por eso decidieron descansar algunas horas en la orilla del mar, donde

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