huesos de diferentes tamanos, entremezclados con guano de los pterodactilos.

— Hemos venido a parar al basurero de una colonia de reptiles — observo Maksheiev en broma.

— Han elegido un lugar seguro, una verdadera fortaleza.

— Se conoce que otros reptiles les roban los huevos y los pequenos — explico el zoologo-. Fijense en que, aunque son reptiles, tienen ya costumbres de aves.

— Es verdad. Las alas les han permitido hacer otro modo de vida que sus antepasados.

— De todas formas, es una lastima que no hayamos podido ver como estan hechos los nidos y el aspecto que tienen los huevos y los pequenos; sobre todo los huevos con el embrion.

— Yo pienso — dijo Kashtanov— que no empollan los huevos como hacen las aves, sino que los dejan calentarse al sol igual que los demas reptiles.

— No se apure, que todavia encontraremos en algun sitio huevos de iguanodon o de plesiosaurio — afirmo Gromeko para consolar al zoologo.

— Si estan frescos, nos haremos una tortilla colosal. Me imagino el tamano que tendran los huevos de esas bestias. Con uno bastaria para todos — observo Maksheiev en broma.

Despues de haber vuelto por la grieta al calvero que se extendia al pie de las montanas y de haber recogido por el camino juncos dulces, los viajeros se encaminaron hacia el lugar donde estaba muerto el reptil carnicero.

Una gran animacion reinaba en aquel sitio. Reptiles voladores de diferente tamano iban de un lado para el otro por el aire. Los cadaveres del ceratosaurio y del iguanodon estaban cubiertos de aquellos animales. Despues de arrancar trozos de carne a los cadaveres, unos los devoraban alli mismo y otros se los llevaban hacia el Sur, a las gargantas de las montanas, donde estaban sin duda sus nidos. Lanzaban silbidos, croaban y resoplaban con un ruido que desgarraba los oidos.

Al acercarse, los hombres turbaron el festin de la bandada. Unos animales remontaron el vuelo y empezaron a girar sobre el calvero; otros se apartaban un poco, contoneandose sobre las patas cortas y arrastrando las alas medio abiertas. Probablemente se habian hartado hasta el punto de no poder volar. Papochkin tuvo tiempo de fotografiar dos momentos de aquella agitacion.

Ahitos, los reptiles no atacaban a los hombres que habian interrumpido su festin, limitandose a atronar el aire con gritos diversos que, sin duda, expresaban su descontento.

Despues de haber recogido en la espesura las patas traseras del iguanodon, los cazadores se adentraron en el bosque por la misma vaguada. Acercabanse ya a la depresion cuando Gromeko, que abria marcha, se detuvo subitamente para ensenar a sus companeros las huellas de unas patas enormes marcadas a gran profundidad en la arena humeda.

— No es un iguanodon — observo Papochkin-. Este animal anda sobre las cuatro patas. Miren ustedes: aqui estan las huellas de las patas traseras con tres dedos y aqui estan las de las patas delanteras con cinco.

— Ademas, las plantas tienen otra forma y son mayores que las del iguanodon — anadio Kashtanov.

— ?Y es posible determinar por las plantas si se trata de un animal carnicero o herviboro? — pregunto Maksheiev.

— Debe ser un herbivoro. Los dedos no estan rematados por garras, sino por una especie de cascos que no sirven para agarrar la presa.

— Y aqui esta la huella del rabo, mas corto y mas fino que el del iguanodon — observo el zoologo, senalando un surco que corria entre las huellas de las patas.

— En todo caso, el animal es muy grande y debe encontrarse cerca de nuestro lago, porque.no se ve la huella de que haya vuelto — dijo Gromeko.

— Entonces, hay que ir prevenidos y con las escopetas preparadas — advirtio Maksheiev.

Lentamente, paso a paso, los cazadores remontaron la vaguada inspeccionando con atencion el camino que seguian. Pero nada aparecia. Unicamente las libelulas y los escarabajos revoloteaban sobre las colas de caballo y los helechos. Cuando hubieron llegado hasta las rocas por el estrecho pasillo verde, los exploradores se detuvieron indecisos.

Maksheiev dijo en voz baja a sus amigos que le esperaran, se adelanto por la vaguada y luego hizo una senal para que los demas se uniesen a el. Cuando llegaron al borde de la depresion todos se ocultaron detras de los arboles y pudieron observar un curioso espectaculo.

En el calvero pacia un monstruo superior, por las dimensiones y por su extrano aspecto, a cuantos habian visto hasta entonces los viajeros en Plutonia, pais de los fosiles gigantes.

El animal mediria ocho metros de largo por cuatro de altura. Las patas de delante eran mucho mas cortas que las traseras y el cuerpo macizo, inclinado hacia adelante, terminaba en una cabeza pequena de lagarto. Dos hileras de escudillos o placas se levantaban, un poco abiertas en forma de aletas, a lo largo de la espalda. Las ocho mas grandes, en parejas, erizaban el cuerpo, seis pequenas el cuello grueso y cuatro la cola que, menos maciza y mas corta que la del iguanodon y del ceratosaurio, tenia ademas, a continuacion de las placas, tres pares de largos pinchos. La piel, desnuda y fofa, del monstruo estaba salpicada de excrecencias verrugosas, mas profusas y menudas en el cuello y la cabeza y mas gruesas y espaciadas en el cuerpo y la cola. Manchas y chafarrinones parduscos resaltaban sobre el fondo verde sucio de la piel, acentuando el aspecto repulsivo del animal.

Pacia tranquilo al borde del lago, arrancando con sus poderosas mandibulas, completamente desproporcionadas a la pequena cabeza, ramos de juncos dulces y de menudas colas de caballo. Los movimientos del cuerpo hacian aletear las placas dorsales.

— ?Parecen las alas de un cupido! — murmuro Maksheiev.

— ?Si que es hermoso este cupido del jurasico! — replico Gromeko riendo-. Nunca hubiera imaginado que pudiesen existir semejantes monstruos.

Su aspecto terrible, las placas, los pinchos, las verrugas y las manchas tienen por objeto asustar a los enemigos de este apacible animal que debe ser absolutamente inofensivo — explico el zoologo, que habia hecho ya varias fotografias-. ?Como se llama este cupido? — pregunto al geologo.

— Naturalmente, se trata del estegosaurio, el mas original del grupo de los dinosaurios, que comprende tambien el iguanodon, el ceratosaurio y el triceratops, que hemos visto ya. En el jurasico superior existieron varios generos de monstruos de estos, cuyos restos han sido hallados en America del Norte.

Cuando hubieron contemplado suficientemente el animal, los cazadores hicieron desde su escondite un disparo que el eco repitio entre las rocas y luego lanzaron al unisono gritos salvajes.

Asustado, el animal huyo, haciendo recordar en su carrera el paso de andadura. Las placas dorsales se entrechocaban, castaneteando.

Cuando hubo desaparecido, los cazadores abandonaron su refugio, cogieron agua del lago y descendieron la vaguada en direccion a su campamento, saboreando de antemano el asado de iguanodon y el reposo al borde del mar tranquilo.

Capitulo XXXII

VICTIMAS DE UN ROBO

Pero, cual no seria su asombro cuando, al salir del bosque ala orilla del mar, vieron que la tienda habia desaparecido.

— Hemos debido equivocarnos de camino y salir a otro punto — dijo Kashtanov.

— ?No es posible! Acabamos de pasar la barrera que habiamos levantado ayer al arranque de la vaguada, cerca del campamento — contesto Maksheiev.

— Es verdad. Entonces, ?donde esta la tienda?

— ?Y toda la impedimenta?

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