adquirio el fango la consistencia suficiente para hacerlo transitable.
Los exploradores recogieron el equipaje y se dirigieron hacia el cauce, que cruzaron, sin incidente, por turno. Luego se introdujeron en una grieta, que escalaron de bloque en bloque, de saliente en saliente, ayudandose los unos a los otros. Media hora despues habian llegado al desierto negro, donde se encontraban ya fuera de peligro y podian respirar tranquilos. Papochkin se volvio de cara al volcan, quitose el sombrero, se inclino y dijo:
— Adios para siempre, viejo Grunon. Gracias por el agasajo que nos has hecho y lo atento que has estado con nosotros.
Todos sonrieron. Kashtanov grito:
— ?Si tuviera mis botas, no me marchaba de aqui!
— ?Y que iba a hacer?
— Seguir por el desierto negro mas hacia el Sur para ver lo que hay detras del volcan
— ?Pues el mismo desierto! Se ve desde aqui.
— Aparte de las botas tambien nos faltan viveres — observo Maksheiev.
— Y apenas nos queda agua — anadio Gromeko sacudiendo el bidon.
— ?Tienen ustedes razon! Hay que volver pronto al mar. Pero estas piedras negras del desierto estan horriblemente recalentadas. Tengo la impresion de andar sobre un hornillo encendido. Ademas, los calcetines gruesos se me han destrozalo casi al pisar por la lava.
— Tendremos que desgarrar las camisas y hacernos peales con ellas — indico Maksheiev-. Porque andar descalzos es completamente imposible.
Mientras hablaban, tanto el como Kashtanov, no hacian mas que saltar tan pronto sobre un pie como sobre el otro para dejar que se enfriaran un poco. Asi, pues, se quitaron las camisas, las enrollaron en torno a los pies sujetandolas con las correas de las escopetas y, despues de lanzar una ultima mirada al volcan, envuelto en negras nubes, echaron a andar animosamente por el desierto hacia el Norte. La marcha no ofrecia dificultades: la superficie del desierto estaba absolutamente lisa. En algunos sitios presentaba una masa desnuda de antigua lava de un color verde negruzco pulida por los vientos y, en otros sitios, estaba recubierta de escorias. Lo mismo que en el desierto que rodeaba al volcan de Satan, no habia alli ningun indicio de vegetacion. La llanura negra se extendia hasta el horizonte. El cielo estaba despejado y, en el cenit, el Pluton rojizo inundaba aquella llanura con sus rayos, que se reflejaban en la superficie pulida, encendiendo millones de fulgores verdosos. Los viajeros tenian que cerrar o entornar los ojos para que no les deslumbrara aquella masa de luz y de destellos.
Echaron a andar hacia el Nordeste para llegar al curso inferior del arroyo, unico sitio donde era posible encontrar un punto adecuado para descender de la meseta. Al cabo de tres horas, ya al borde de la altura, se pusieron a buscar una grieta. El valle, que la vispera todavia formaba un oasis de verdura, hallabase ahora completamente arrasado por el torrente de fango. Los arboles habian sido derribados, los arbustos descuajados y arrastrados por el torrente, las praderas recubiertas de fango. Solo al pie de la muralla abrupta se habian salvado algunos manojos de vegetacion. Viendo aquel lamentable cuadro de destruccion, los exploradores recordaron que habian hecho el proposito de cazar iguanodones a la vuelta en el curso inferior del valle.
— ?Habran huido hacia el mar!
— O se han ahogado en el fango.
Esta ultima suposicion era la cierta. Un poco mas lejos se fijaron los viajeros en que muchos pterodactilos giraban sobre el valle lo mismo que giran los cuervos sobre una carrona. Al acercarse mas vieron que en el fondo del valle tenia lugar un sangriento festin. Entre el fango sobresalian, como grandes monticulos, los cadaveres de algunos iguanodones, en los que se habian posado decenas de reptiles voladores. Con sus picos dentados arrancaban trozos de carne y de entranas, se peleaban echandose los unos a los otros, remontaban el vuelo y volvian a posarse. Los gritos y los silbidos no cesaban ni por un instante.
— ?Ahi tienen ustedes a nuestra caza! — dijo Gromeko al ver aquel cuadro repugnante-. ?Que hacemos?
— Podemos matar a algun pterodactilo — propuso Maksheiev.
— ?Ahora que se han hartado de carrona? ?Muchas gracias, hombre!
— Pero si ya hemos probado su carne.
— Cuando no sabiamos que tambien se alimentaban de carrona. Y, ademas, porque no teniamos otra carne cuando las hormigas nos lo robaron todo.
— Tampoco ahora tenemos otra carne.
— Pero hay pescado seco en las lanchas y aun podremos pescar mas en la desembocadura del rio.
— Se olvida usted de que el rio ya no existe — intervino Kashtanov-. Todo el golfo debe estar invadido por el fango que ha arrastrado el torrente, de manera que los peces se habran muerto o se habran adentrado en el mar.
— Temo que nos encontremos tambien sin agua potable — dijo Gromeko.
— Es verdad, puesto que ha desaparecido el rio.
— Pues yo temo que hayamos perdido todo el equipaje oculto entre la maleza. Lo habiamos dejado cerca del rio y en un sitio poco elevado. Si el torrente de fango era en la desembocadura del valle tan impetuoso como arriba, ha podido arrastrarlo todo al mar o, en el mejor de los pasos, inundarlo de barro.
La hipotesis de Maksheiev alarmo a los demas y, olvidando a los pterodactilos, apresuraron el paso. De todas formas, Papochkin hizo una fotografia de aquel festin.
Cerca de la desembocadura del valle habia un barranco escarpado y estrecho por donde lograron los viajeros descender. Todos sintieron el deseo de echar a correr para llegar cuanto antes al mar, pero era cosa imposible: el fango, desparramado por todas partes, aunque en una capa fina, no se habia secado suficientemente y los pies se hundian en el a cada paso. Desde lejos se veia ya que el torrente de fango habia causado tambien estragos en la desembocadura. El curso inferior del rio fluia antes por un estrecho pasadizo entre colas de caballos y helechos. En aquel sitio habia ahora un ancho calvero donde los arboles descuajados estaban recubiertos de barro. Incluso fuera de la zona por donde habia fluido la masa de agua fundamental se notaban danos: en la desembocadura del valle todo el bosque estaba inundado de un agua sucia que, al retirarse, dejaba en todas partes una espesa capa de fango.
Chapoteando en el barro, los viajeros acabaron por llegar a la orilla del golfo y lanzaron una exclamacion de sorpresa. En lugar del agua limpida y azul, ante ellos se extendia una superficie pardusca sobre la que flotaban hojas, ramas, arbustos y troncos enteros arrastrados al mar por el torrente. Maksheiev y Gromeko corrieron hacia la espesura donde habian ocultado las lanchas y el equipaje, casi seguros de que todo habria sido arrastrado, porque en todas partes se veian trazas de devastacion y hasta la playa proxima a la desembocadura del rio estaba recubierta de una capa de fango.
— ?Hurra! — gritaron al poco tiempo-. Todo esta intacto. Vengan a ayudarnos.
Sus efectos se habian salvado porque estaban metidos en las lanchas y estas ultimas recubiertas por la tienda de campana y la balsa y, ademas, solidamente atadas a los arboles. Todos lanzaron un suspiro de alivio. Desenterraron las barcas y las transportaron, asi como la impedimenta, hasta el mar, a cierta distancia de la desembocadura del rio, donde encontraron una pequena superficie que no habia invadido el fango. Pero, como el rio se habia agotado, era preciso abandonar aquel sitio que tanto les habia encantado la vispera. Continuar la navegacion hacia el Oeste resultaba arriesgado, ya que la costa meridional estaba bordeada por los aridos acantilados de la meseta del desierto negro y no habia probabilidades de encontrar alli agua dulce.
— Sin una reserva de agua no podemos ir hacia el Oeste. En cambio sabemos que, al Este, hay una fuente cerca del sitio donde hicimos alto para dormir — pronuncio Gromeko, poniendo fin al debate acerca de la direccion que debian seguir.
TRAVESIA DE REGRESO
Una hora mas tarde, los viajeros bogaban ya sobre el golfo, convertido en un charco sucio. Contornearon el cabo y pusieron rumbo al Este, a lo largo de la orilla baja y uniforme donde se alzaba la muralla del bosque.